La tensión política
Vivimos en un país fraccionado y enfrentado que se desvanece como nación y que lejos de ser más seguro y entero como se intenta pregonar, cada día que pasa es más débil y menos cohesionado y solidario. Saltan destellos por doquier; se evidencia en el ambiente desesperanza, vacilación y molestia. Las innumerables frustraciones originadas en las más variadas promesas incumplidas por quien nos desgobierna se acumulan hasta formar un muro infranqueable que no nos permite acceder a la contemporaneidad y que por el contrario pretende llevarnos a situaciones ya superadas por la historia de la cultura humana y por el desarrollo social y económico venezolano.
El partido único del gobierno ha destapado la caja de Pandora evidenciando el sectarismo y fascismo antropológico de ciertos sectores gubernamentales que no entienden de división de poderes en democracia rescatando un lenguaje guerrerista hermanándose con dictadores decimonónicos convictos de innumerable delitos.
Ese sector que insulta a quien reconoce como discrepante de sus ideas antihistóricas hace crecer la tensión política amenazando a quienes desde el Estado de Derecho intentan frenar sus desvaríos extraconstitucionales.
Las dudas justificadas de una gran parte de la población sobre la pulcritud electoral aleja a quienes tenemos la firme creencia que en la democracia es el voto quien decide las diferencias. Una importante cantidad de de representantes del oficialismo en posiciones ejecutivas regionales y municipales están siendo objeto de solicitud de referendos revocatorios avalados con las firmas de quienes hasta ayer eran sus compañeros de trinchera. Se observa que el voto se convierte en un instrumento de retaliación política y no en un elemento para dirimir civilizadamente quien es mas apto para representar al pueblo desde cargos administrativos gubernamentales.
La convicción, nacional e internacional, de la existencia de una escalada de uso indebido de los dineros públicos, sin equivalentes en nuestra historia, así como la puja por congraciarse internacionalmente con énfasis en dádivas multimillonarias que se hacen en perjuicio de inversiones para mejorar la calidad de vida de los venezolanos es otro elemento de distorsión que actúa como dispositivo de frustración para la mayoría injustamente empobrecida del pueblo venezolano.
La ausencia de bienes de consumo de los anaqueles de los expendedores como producto de errada política de destruir el parque agroindustrial del país es otro factor altamente perturbados que aumenta los niveles de frustración de quienes aun tendiendo con que comprar no encuentran lo buscados para satisfacer diferentes y crecientes necesidades alimentarias, de repuestos y bienes en general.
La inseguridad galopante que produce más victimas que cualquier guerra tiene a la población tras las rejas protectoras pero aborrecidas que hay que colocar en negocios y viviendas.
En busca de la paz nacional, luchemos por un país que nos permita desarrollar el mundo en que nos toca vivir, que nos admita para volver a soñar en que un mundo mejor es posible y para ayudar a consolidar la unidad de las fuerzas que aspiran y sueñan con un futuro mejor para nuestro pueblo, para nuestros hombres y mujeres, para nuestros jóvenes y sobretodo para nuestros seres amados, nuestros hijos y nuestros nietos. Por eso nos duele Venezuela.