La sola y única vía
Después de la memorable jornada cívica del pasado sábado 14, era previsible creer que un gran porcentaje del movimiento opositor tenía fundadas razones para apostar a un inminente colapso del régimen que preside Hugo Chávez Frías.
Sin embargo, lo que ocurre no deja de sorprender a la opinión pública tanto en la esfera doméstica como en la foránea. En vez de establecer las bases para un acercamiento sólido entre oficialismo y oposición, la conducta del régimen ha sido la de profundizar las diferencias que separan a uno y otro factor de la sociedad política, sin importar que ello conduzca a un inevitable fortalecimiento de la violencia lo que, al parecer, conviene a los intereses del gobierno, aún cuando esa postura contraría la lógica más elemental al respecto, como lo señalan distintos analistas y comentaristas, que no vacilan en calificar de atrevido por lo irracional tal comportamiento.
Es así que los primeros pasos del régimen como respuesta a la contundente demostración de fuerza exhibida por la oposición en la capital de la República han estado dirigidos a la radicalización del mal llamado “proceso revolucionario” y al tendido de mayores obstáculos destinados a impedir que prosperen las iniciativas que hagan posible, al menos, que la comprensión y la tolerancia tracen las bases de la trascendente tarea que le corresponde cumplir a la Mesa de Negociación y Acuerdos en el desarrollo de la importante misión que lleva a cabo el secretario general de la O.E.A.
Por ello, frente a la violación sistemática del estado de derecho por parte del gobierno, al terrorismo de Estado que patrocina el oficialismo, y a la militarización cada vez mayor, entre otros, cobra fuerza la muy respetable posición de quienes estiman que en el plano institucional, la sola y única vía posible, que puede facilitar la salida a la crisis política que castiga al país, es la renuncia del presidente de la República. No cabe otra actitud si se toma en cuenta que todas las otras iniciativas que se han presentado a la consideración del público -democracia participativa mediante- en los más diversos foros e instancias, como el referendo consultivo y la enmienda constitucional, por ejemplo, tropiezan con el gravísimo inconveniente de que el jefe del Estado, de alguna manera, dispone de recursos de distinta índole para entorpecerlas y obstruirlas, entre otras razones, porque el primer mandatario, que no es demócrata, está aterrado ante la posibilidad de someterse al implacable conteo de la consulta comicial la cual, de llevarse a cabo, dejaría al descubierto que su popularidad ha descendido de manera vertiginosa, no contando hoy con un promedio de apoyo a su figura y a su gestión que vaya más allá del 20%, como lo indican diferentes sondeos de opinión.
En la medida que la crisis avanza, es cada vez más evidente que el obstáculo mayor para alcanzar una salida de la misma dentro del marco de la institucionalidad constitucional y democrática, es la persona del titular del Ejecutivo Nacional, por lo que no cabe ningún género de duda que su renuncia, tal como está planteada, abriría las compuertas que hagan factible un proceso de comicios cónsono con las aspiraciones de la mayoría determinante del electorado venezolano.