La segunda mesa, instancia superior de unidad
Dijimos, hace ya algunos meses, que la “unidad posible no era la unidad perfecta”. En aquel momento, dábamos crédito suficiente a un sistema y a unas instituciones, las cuales no creemos legítimas. Todos los componentes institucionales del presente Régimen, carecen de legitimidad. Son consecuencia del gran fraude histórico, ocurrido inmediatamente después de los sucesos –la gran marcha y la masacre de Puente Llaguno—del 11 de Abril de 2002. El CNE designado, para entonces, por un TSJ al servicio del poder ejecutivo; la caprichosa contratación de Smartmatic, para imponer un método inusual de escrutinios, manipulable por el administrador de las elecciones; las famosas firmas planas y la manoseada interpretación de la Constitución Nacional para obviar la justificación política del Referéndum Revocatorio de 2004, marcaron la ilegitimidad del orden que supuestamente nos gobierna y asentaron las bases del curioso socialismo del siglo XXI, en la perorata discursiva del déspota de Miraflores. No obstante, como hay que arar tan solo con los bueyes que se tienen, dijimos que era útil aprovechar la agenda electoral de 2010, para intentar, una vez más, vencer pacíficamente a una dictadura disfrazada, dentro de sus propias reglas. Por eso dijimos: unidad perfecta. La que debe
originarse en una alianza de voluntades, que arme un caudal arrollador, conformado por los integrantes de la sociedad política, con los que simplemente militan en la bien entendida sociedad civil. Un caudal de Diez Millones de voluntades.
Y calificamos a la “unidad posible” como el resultado de los esfuerzos, aplaudibles, que venía y viene haciendo todavía, la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la cual conservaría el poder legal para conformar los listados de candidatos a la Asamblea Nacional, para los escrutinios pautados para el 26 de Septiembre del año en curso y mantener una dinámica relación con el órgano comicial, inscribiendo los nominados, designando los supervisores correspondientes del proceso, vigilando la transparencia del mismo y aprobando la revelación final de los resultados. Pero, aún cuando desconfiamos del CNE actual, conformado arbitrariamente por cuatro militantes del PSUV de los cinco rectores que componen su instancia decisoria; aún cuando dudamos de la cualidad y la calidad del sistema mecanizado; aún cuando sabemos del ánimo perturbador de los poderosos propietarios del gobierno de turno, de sus jueces y del denominado poder moral; creemos que vale la pena intentar esta unidad perfecta y colocar al Régimen en el compromiso de aceptar la realidad de una votación masiva, la cual rechace a sus representantes, conforme a un parlamento con abrumadora mayoría oposicionista o, en su defecto, convenga en “darle un palo a la lámpara” y desconozca los resultados electorales, dando motivo para la interpretación del Artículo 350 de la Constitución Nacional y abriendo todas las puertas necesarias para la victoria de una rebelión popular democrática.
Así de simple. Pero también hablamos de un “Tribunal de Honor”, de índole más moral que político, que ayudara a la MUD a escoger a los mejores candidatos, en función de la “unidad perfecta”. Y esto no es juego. Porque pensar que con una participación minoritaria en la AN, quienes nos oponemos al programa suicida de Chávez, vamos a tener una voz que lo frene, lo mitigue, lo limite, es no tener sentido de la velocidad con que el poder absorbe cada vez más poder y no entender que esta es la última oportunidad que tenemos para impedir la “cubanización” de Venezuela. El Tribunal de Honor al que nos referíamos, podríamos llamarlo ahora “La Segunda Mesa de la Unidad”, una herramienta indispensable para motivar y estremecer a los indecisos –más de Cinco Millones de ausentes, los cuales han venido absteniéndose de votar en los últimos procesos por diferentes razones, muchas de las cuales constituyen imputación moral a los llamados profesionales de la política— porque ahora todos tenemos mucho que perder y es Venezuela la que nos reclama, a todos, la decisiva participación electoral en los comicios del próximo septiembre. O sea, LA Segunda Mesa de la Unidad, como instancia superior, en el orden de la moral ciudadana, refrendaría lo hecho por la MUD y daría un importantísimo aval para la concurrencia electoral del caudal que requerimos, para vencer, abrumadoramente, las pretensiones expansivas del Régimen.
¿Y cómo se conformaría esa Segunda Mesa de la Unidad? Toda sociedad tiene sus “fuerzas vivas”, las cuales ejercen un poder de convocatoria y dirección en el comportamiento de sus ciudadanos. Son las fuerzas propias de la sociedad civil. Los Rectores de las universidades. públicas y privadas, responden por el pensamiento, por la Academia; los Presidentes o delegados especiales de los Colegios, Asociaciones y Gremios de profesionales (abogados, médicos, ingenieros, sociólogos, comunicadores, etc.); los que integran las inquietas asociaciones estudiantiles; los más directos representantes del sector laboral; los empresarios, en todas sus especialidades participativas del proceso de la producción nacional; la iglesia (¿por qué no?), la iglesia católica, la iglesia de la gran mayoría de los venezolanos, la cual ha tenido actuaciones decisivas en los últimos años; entre otras muchas congregaciones sociales, representativas de la civilidad y la cualidad ciudadana de los venezolanos de la sociedad civil. Y, repetimos, para nosotros, esta Segunda Mesa de la Unidad no “propondría” candidatos; no constituiría otra oportunidad para que los que se sientan “elegibles” y hayan sido dejados al margen por la MUD, vuelvan a “jugársela” en esta instancia superior. No. La Segunda Mesa “ayudaría” a la MUD a resolver los conflictos finales y a “retocar” el orden de los candidatos, cuyos nombres aparecerían en las listas definitivas a inscribirse ante el CNE y quienes se presentarían al electorado, bien caracterizados como adversarios del régimen totalitario y comunistoide que nos oprime. De eso se trata. Para que se extingan los episodios como el de Valencia, donde lo menos que se hizo fue mostrar las intenciones unitarias de los distintos grupos políticos, transformados en “politiqueros” y a quienes, probablemente, la selección final castigará.
Ojalá nos oigan y comencemos a prepararnos para el “round final”. Un muy antiguo refrán llanero dice “o me peyo o arranco la macolla”, muy apropiado para el caso. No podemos darnos el lujo de perder. Tenemos a la mano Diez Millones de voluntades, para vencer. Y si las motivamos, adecuada y oportunamente, tendremos las dos terceras partes de la Asamblea Nacional frenando el proceso castrista en Venezuela, cubanizándola, a través de la imagen de un perverso golpista fracasado, al cual una legión de “izquierdófilos” y militares sin escrúpulos, han escogido como su “fuhrer”. ¡Despertemos todos y salgamos a recorrer, alegres e inteligentes, el difícil y largo camino de la victoria!