Opinión Nacional

La salida institucional

En la misma medida que el tiempo avanza se fortalece el movimiento de oposición al régimen autoritario y personalista que encabeza Hugo Chávez Frías y, por demás importante, se acentúa la corriente institucionalista que, a juzgar por las informaciones que recogen los diferentes medios de comunicación, se aleja definitivamente de cualquiera tentación proclive a favorecer una salida de fuerza para solucionar la profunda crisis que arropa al país en los más diversos órdenes, así como también para enfrentar el odio y la violencia que promueven las posturas oficialistas.

El panorama que se presenta con la posición adoptada por los varios factores que agrupa el movimiento opositor organizado, es francamente halagador y, desde ya, constituye el mejor desmentido para el esfuerzo propagandístico que, tanto en la esfera doméstica como en la foránea, despliega el régimen pretendiendo confundir a la opinión pública en esas dos áreas. Así, internamente en Venezuela nadie se llama a engaño sobre este particular y, el sambenito de golpista, con el que desde el oficialismo se ha pretendido identificar a la oposición no ha conocido mayores progresos. También, en el aspecto internacional, el pronunciamiento de la OEA reconociendo a la Coordinadora Democrática como representante legítima de la oposición, es un factor positivo que, en buena medida, contribuye a impulsar la distención y a promover el diálogo entre los dos sectores supuestamente irreconciliables que hoy dividen a la población venezolana.

Sin embargo, la salida institucional no se alcanzará con facilidad. Y no son precisamente las fuerzas de la oposición las que la entorpecen sino, por el contrario, las del llamado chavismo que, dividido y subdividido éste en fracciones a cual más agresiva, ofensiva y sectaria, impiden que prospere un acercamiento civilizado y democrático entre contrarios que debieran ser reconocidos como adversarios y no como enemigos.

De allí que se hace necesario convenir en que quienes se manifiestan favorecedores de una salida de fuerza y se alejan de toda fórmula de carácter institucional, lo hacen en gran medida, no tanto porque sean golpistas, sino porque están convencidos que Hugo Chávez Frías es alguien dispuesto a no ceder democráticamente el poder y que, antes bien, procurará mantenerse en el ejercicio del mismo contra toda norma, como lo ha venido anunciando en las más variadas intervenciones públicas, al punto que más de una vez se le ha escuchado decir con el mayor desparpajo que aspira a entregar la Presidencia en el 2013 o en el 2021.

Pero la constante pérdida de popularidad del jefe del Estado, amén de otros significativos factores, como el creciente deterioro económico, el aumento de los índices de pobreza, los niveles obscenos del desempleo, la irrefrenable corrupción y la incontrolable inseguridad ciudadana, por ejemplo, a lo que habría que añadir que en algo más de tres años el régimen no tiene obra alguna de importancia que exhibir, le está diciendo al país con la mayor contundencia que el “proceso de la revolución bolivariana, democrático y pacífico”, no pasa de ser una experiencia fracasada que ya es tiempo de confinar a las páginas de nuestra historia republicana como la peor de las pesadillas que hemos vivido.

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