Opinión Nacional

La revolución y el socialismo vistos por Heinz Dieterich

No sé cuánta seriedad se le puede otorgar a alguien que escribe que el “Foro por la emancipación e identidad de América Latina, en 1988, . . . se opuso a los cínicos festejos del V Centenario del ‘Descubrimiento de América’ que la élite española, encabezada por el gobierno socialdemócrata de Felipe González (PSOE), organizaba mancomunadamente con los sectores neocoloniales criollos. Al llegar la verbena a su punto culminante, en 1992, ya estaba claro que la invasión de 1492 al hemisferio occidental había sido la primera globalización neoliberal de la naciente superpotencia europea.” (negritas TM). El descubrimiento de América “la primera globalización neoliberal”. ¡Habrase visto! Pero bueno, Dieterich –profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, sociólogo y marxista de arraigadas convicciones- desplazó, aunque sólo en apariencia, al neo fascista Norberto Ceresole de los afectos del comandante Hugo Chávez, y se convirtió en el nuevo Oráculo de Delfos de la revolución bolivariana. Las tesis del académico germano mexicano acerca del socialismo del siglo XXI tienen deslumbrado al Presidente venezolano, al punto que las convirtió en su carta de presentación tanto en Venezuela como más allá de nuestras fronteras.

Para HD “el proyecto de la revolución bolivariana (en su etapa actual) en el fondo no hace más que ponerse en condiciones del Primer Mundo, una economía que sirve para todos, un Estado de Derecho que funciona, una democracia compartida.” . A pesar de ser un asiduo visitante de nuestro país, parece que todavía el profesor de la UNAM no se ha dado cuenta de que Venezuela se aleja a velocidades siderales de cualquier posibilidad de parecerse al primer mundo. La miseria, el desempleo y la informalidad han crecido como la verdolaga, pero en sus cuadros estadísticos estas cifras no aparecen registradas. Lo del Estado de Derecho, viniendo de un universitario con más de 30 años de experiencia, suena a cruel ironía. Debería preguntarles al general Usón, al general Puggioli, a los comisarios Vivas, Forero y Simonovis, a los presos del estado Táchira, a los familiares de los jóvenes quemados en Fuerte Mara, a los deudos de los estudiantes de la Santamaría vilmente asesinados por un comando de la policía científica y la DIM, a los integrantes de Súmate y a los parientes de los reclusos que diariamente mueren en las cárceles, si piensan que el Estado de Derecho funciona tan bien como dice el ideólogo marxista. El trabajo de campo que debe hacer todo sociólogo para conseguir información primaria y fidedigna, no lo está haciendo este investigador de las ciencias sociales. Si lo hiciese encontraría algunas sorpresitas. Por ejemplo, que Venezuela es uno de los países con mayor inseguridad jurídica en todo el continente, ya de por sí inseguro. Lo de la “democracia compartida” también resulta un sarcasmo. HD debería reunirse con los diputados de la oposición y averiguar cuál es el trato que reciben del Presidente de la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro, o de diputadas con tanta figuración pública y peso dentro del Parlamento como Iris Varela y Cilia Flores. Podría darle una lectura veloz a la Ley Resorte o al Código Penal. Debería ver de vez en cuando Aló, Presidente, o revisar la historia de las actuaciones del CNE antes del referendo revocatorio y después que Jorge Rodríguez asumió la presidencia del organismo. Esta aproximación sin intermediarios le daría la dimensión exacta de la democracia bolivariana.

Las tesis del HD en torno al socialismo son también muy llamativas. Los errores cometidos por el “socialismo real” son atribuibles a los seres humanos concretos que dirigieron los países donde el modelo se implantó, en ningún caso se pueden imputar a la formulación teórica, que se mantiene incólume. El socialismo del siglo XXI, por lo tanto, deberá estar conducido por “hombres nuevos”, incorruptibles y virtuosos, capaces de resistir todas las tentaciones del capitalismo decadente. Imagino que HD no conoce casos como el del Plan Bolívar 2000, las sucesivas quiebras del Banco Industrial de Venezuela o las millonarias comisiones de los intermediarios de PDVSA. Cuando se entere de estos desbarajustes caerá en la cuenta de que más que una “revolución anticolonial burguesa” con “hombres nuevos” como la que propone, Venezuela lo que se necesita con urgencia son instituciones independientes y fuertes, como las instauradas por el capitalismo, capaces de controlar el gasto publico y sancionar a los responsables del saqueo.

Su proposición central en el área estratégica se resume en retornar a la “economía de equivalencias”, concepto original de Arno Peters que se basa en la teoría del valor de Karl Marx, específicamente en el valor de uso. La economía de equivalencias no opera sobre los precios de los bienes, sino sobre el valor, es decir, el tiempo invertido en la elaboración de un producto. De este modo la economía se pondrá al servicio del hombre y dejará de ser esa “maquina de ganancias” que es en el capitalismo. La economía de equivalencia sugiere un retorno a la comunidad primitiva, la abolición del dinero como valor de cambio y su sustitución por el trueque entre bienes que sean equivalentes desde el punto de vista del tiempo (valor) requerido para su producción. El planteamiento de HD conduce por el camino de la metafísica, abandonado incluso por los marxistas que, ante el desplome teórico de la teoría del valor, se han devanado los sesos tratando de rescatar del marxismo aquello que según ellos es su núcleo sano: la metodología para el análisis político. HD tampoco está enterado de este debate en el seno del propio marxismo, de allí que intelectuales de la propia izquierda, como James Petras, lo hayan calificado de “idiota total”.

Su visión del socialismo y la democracia ni siquiera innovan en el terreno del pensamiento revolucionario. Al contrario, representan una línea de retroceso, de la que, lamentablemente, habrá que estar atentos para volver sobre ella, pues por insólito que parezca la influencia perniciosa de este gurú en Chávez aumenta con el paso de los días.

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