Opinión Nacional

La revolución sin nombre

Todas las revoluciones tuvieron sus nombres unidos a un hecho histórico importante, o a través del tiempo se identificaron por  los cambios sociales que introdujeron. Hombres e ideas se desplazaron en los anales de la humanidad para dejar su huella indeleble. Contrariamente a lo que  acontece  en la Venezuela actual, donde ocurre una “revolución” sin nombre, farisea y llena de vicios. Sin movimiento popular que la acompañe, sin masa trabajadora que la equilibre, sin arraigo en los sectores estudiantiles y sin nada que aportar en el orden ideológico. Puras pamplinas, puro derroche y anarquía, eso es lo que apreciamos, además de mirar un país desolado por sus cuatro costados. Para la historia será un absurdo cuando esto termine,  habrá que ponerle unas cuantas páginas negras para cancelarla o tendremos a ulteriores, excelentes revelaciones sobre lo que fue el mayor ciclo de corrupción en Venezuela. Un período muy largo para el desdén y muy corto para  haber acabado con todo; los descubrimientos llegarán como llegaron siempre a posteriori, para confirmar la desgracia ocurrida con todos sus pormenores. Existirá  material suficiente para llenar páginas de narraciones que se confundirán con la ciencia ficción, con los imponderables rastreos de una situación totalmente irregular, sin nombre.

No se podrá identificar como el “socialismo del siglo XXI”  porque sería un denuesto al socialismo y  al propio siglo, tendrá un instigador pero no un realizador sin que dejara vestigio de algo concreto. Un asalto callejero, un secuestro o un robo no lo recoge la historia como tal sino las páginas de sucesos de los diarios. Un asalto a un país por supuesto que reviste trascendencia para castigar a muchos culpables, un secuestro a la población es un hecho más que punible pero no lo bastante para abortarlo en relatos de carácter científico.

Claro está se pondrá en evidencia que por muchos años en este país los hombres de ideas fueron proscriptos y quienes mandaron no tenían nada que aportar ni discernimiento. Así veremos cómo esta “revolución” sin lucha de clases y sin planteamiento alguno que se ajuste al marxismo, no logrará dejarnos un nombre importante que haya descollado en algo, ni uno sólo.  Así como sucede con las “obras” y mantenimientos del Estado, esto es un basurero, simplemente es eso; de torpeza infinita y de ocurrencias disipadas. Puras mentiras, un desierto de falsedades.

No habrá ni recuerdo que evocar ni siquiera de lo cotidiano, como decían algunos verbigracia, los mejores carnavales fueron los de la época de Pérez  Jiménez. Quien no se metía en política, Gómez tampoco se metía con él.

Es un suplicio vivir en la Venezuela presente, menoscabada, igual será un suplicio para la historia llenar este bache que no sabemos cuándo finalizará, pero que nunca anduvo por buen rumbo.

No sé por qué se empeñan en defender  tantos disparates, como hablar de burguesía y de clases dominantes, lucha de clase, clase obrera, cuando nada de eso existe en este mustio lugar. La tradición venezolana es resaltar como clase dominante o burguesía a los aventajados negociantes que viven del Estado, del Estado ruin o vigoroso, donde más ha prevalecido el primero. Eso es lo que se conoce para designar siempre la nueva burguesía que se alimenta del régimen de turno y que engorda a sus expensas. Mientras avanzan las fantasías o la peste revolucionaria que nos invade desde tierras antillanas siguiendo  la farsa mayor,  que haya podido tener  el comunismo y que seguramente Mark desde distante sitio debe estarles sacando la madre a tan incapaces “seguidores”. Pues así  son y serán los adictos de la revolución sin nombre: apostatas sin sensibilidad

Si esta “revolución” hubiese arrancado con gente de cierta preparación y nobleza, el desastre de Venezuela seria menor  y seguramente tendrían algo que mostrarle al mundo más que mentiras y corrupción. Igual ocurre en el campo de las ideas, existiría algún mensaje para creer en un proceso que pudo haberse perdido por  imposiciones de la oligarquía, y no inversamente ver la  realidad infecunda del país más rico de Suramérica. Así morimos  ante la intervención de mercenarios cubanos y complacientes  xenófobos  venezolanos hoy adheridos al “comunismo” y de manifiesta incapacidad

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