La revolución que no fue, o cómo hacer para que la revolución no se revolucione
Al morir el profesor Nuñez Tenorio, nadie fue capaz en el Movimiento Quinta República, de seguir elaborando una ideología que tratara de explicar el «Proyecto» de los autoproclamados bolivarianos, robinsonianos y zamoranos. (¿Cómo se revolverán en sus respectivas tumbas Bolívar y S. Rodríguez?).
Nuñez, lamentablemente, cayó en los últimos años de su vida, debido a una lealtad malentendida, en el pragmatismo vil de Luis Miquilena, dejando de lado su posición marxista y transformándose sin más en un émulo de Pierce.
Tuve la necesidad de escribir un ensayo en tres partes titulado «Nuñez Tenorio y la Miseria de la Filosofía», para denunciar la perversión ideológica que significaba mezclar elementos del cristianismo, con el humanismo, el puritanismo, el socialismo, el pragmatismo y el fascismo como lo hizo el maestro al tratar de explicar el «árbol de las tres raíces» que propiciaba el líder del MVR. Nuñez Tenorio cayó, lamentablemente, y así se lo hice saber en mi trabajo, en la trampa en que nunca debe caer un intelectual: escribir y crear por encargo.
Como lo denuncié oportunamente, J.R. Nuñez Tenorio amoldó un mamotreto de proyecto ideológico con el solo fin de complacer el egocentrismo de Hugo Chávez y tratar de crear una ilusión revolucionaria para atraer al «chiripero marxista»* a las redes del Comandante Chávez. Pero, ¿por qué a Chávez le interesaba que en «su Proyecto», participaran los comunistas del PCV*, los «socialistas» del MAS**, del MEP+ y otros? – La razón es simple, Chávez necesitaba usar en la consolidación de su Proyecto Internacional (Es decir, en la implantación de su liderazgo, a como diera lugar, en la región) a Fidel Castro, usándolo como el «coco» en contra de Estados Unidos de América (EE.UU.), sin saberse aún con qué fines pues de hecho lo único que ha conseguido es que el gobierno del «Tío Sam» lo mire con mucha desconfianza, llegándose incluso al hecho de que la CIA, según fuertes rumores, tuvo que abortar en el Consejo Nacional Electoral la fecha de las Megaelecciones pautadas para el 28 de mayo para evitar un baño de sangre en el país y para abortar la toma del poder por parte de los chavistas en 14 gobernaciones del país.
Sin embargo, Fidel Castro quien sí es un estadista y un político de altos quilates, al poco tiempo se dio cuenta de la jugada y en dos ocasiones tomó clara distancia ideológica de Chávez. La primera vez fue durante una maratónica rueda de prensa en La Habana a fines de 1999 en donde durante diez horas le explicó a los periodistas venezolanos su posición sobre diversas cuestiones y su relación de «amistad» con Hugo Chávez, manifestando con meridiana claridad que el régimen de La habana era socialista y el de Caracas no lo era; que él respetaba el trabajo popular (no quiso decir populista) de su amigo venezolano pero que no permitía se tildara al gobierno de Chávez de socialista pues no lo era. Para que no hubiera dudas sobre esto, el Embajador de La Habana en Caracas, escribió en abril del 2000, en plena campaña electoral que «era una patraña» tildar de socialista y de procastrista al gobierno de Chávez. A pesar de todo esto, el «Chiripero» autocalificado de marxista, y supuesto defensor del socialismo y de Fidel Castro, no se dio por enterado; obviamente, los puestos burocráticos, para ellos, bien valen una pretendida revolución.
La táctica chavista para mantenerse en el poder sin que una izquierda medio trasnochada le cree problemas en la retaguardia, es tenerla a su lado con un discurso incoherente que a veces parece leninista pero que otras veces es fascistoide; discurso, por cierto, que pasa debajo de la mesa dada las ambiciones de la desplazada izquierda venezolana que por años tuvo que sufrir el desprecio de la burocracia lumpenburguesa gobernante que nunca le reconoció al PCV su trabajo en la lucha en contra de la dictadura franquista de Pérez Jiménez, quien además era gran admirador del justicialismo peronista como lo es Chávez en la actualidad.
Ni Chávez, ni Miquilena, ni W. Lara, personajes que se las dan de izquierdistas, o en el peor de los casos de populistas, han entendido a Marx. De hecho pienso que ninguno de ellos a leído y menos estudiado «Das Kapital», porque si así fuera entendiesen que es lo que está sucediendo en el mundo contemporáneo. He escuchado en repetidas ocasiones, llegando a sentir vergüenza ajena, al Presidente hablando de «derrotar al imperialismo». Hasta los soviéticos habían desterrado esta expresión de su vocabulario moderno pues el rol del imperialismo mercantilista se acabó en Hiwojima y Nawasaki para dar paso al terror nuclear y a la revolución científico técnica que luego se transformaría en la globalización económica al ser derrotado el capitalismo de Estado de la Unión Soviética y sus satélites.
Algunos analistas piensan que la globalización es la fase superior de la concentración de los medios de producción en el ámbito universal por el capitalismo liberal; si bien eso es cierto, no es menos cierto que si el capitalismo de Estado soviético o chino se hubiesen consolidado hegemónicamente en lugar del capitalismo liberal, en su fase neoliberal, por sobre los demás «ismos», obviamente hubiese sido el capitalismo de Estado el ente globalizador y por lo tanto la globalización hubiera sido de carácter estatista.
¿Cuál es la razón de la aseveración anterior? – Simplemente el análisis efectuado por el propio Marx quien explica que los avances tecnológicos, en especial en los medios de transporte hacen posible la ampliación del comercio, la creación de un nuevo mercado mundial y la concentración de los medios de producción. El proceso de concentración se dio en el capitalismo, como lo previó Marx; pero, este pudo haberse dado, de acuerdo a ese criterio en su forma más burocrática que es en el capitalismo de Estado, como lo planteara Castoriadis (Ver a Cañestro) .
Para Castoriadis en la URSS, China, y los satélites sino-soviéticos no fueron otra cosa que sociedades burocráticas que «lejos de haber sido socialistas instalaron un nuevo sistema de opresión y de explotación» Los trabajadores en esa sociedad: obreros, campesinos, profesionales, técnicos, etc., fueron limitados a ejecutar órdenes y jamás dispusieron de los medios de producción con excepción de Yugoslavia de Tito y de Chile de Allende por lo que cayeron bajo el escrutinio crítico y enemistoso de las llamadas potencias socialistas. La URSS trató por todos los medios de destruir a Yugoslavia y ayudó indirectamente a la caída de Allende la cual pudo haber evitado así como había evitado la invasión a Cuba; pero, Allende y su gobierno eran malos ejemplos pues estaban demostrando una vía al socialismo diferente y democrático, amén de altamente participativa, en donde los medios de producción se estaban entregando al control de los trabajadores. Esto significaría a la larga, de haberse consolidado, la instalación de la primera sociedad verdaderamente socialista del mundo. No fue así, y la historia dispuso que tras el asesinato de Allende allí se instalara la primera sociedad neoliberal del mundo, hecho aplaudido por los chinos maoístas quienes dieron todo su apoyo a Pinochet.
Los trabajadores de los Estados totalitarios quedaron en una posición peor que la que existía en las llamadas «democracias occidentales», de tal forma que en la URSS, por ejemplo la KGB y la Nomenclatura controlaban policialmente todo posible brote de disidencia y de controversia con el régimen «del pueblo». Nos dice Cañestro que allí el régimen sometía a todos a una propaganda engañosa y mentirosa, que permitía al pueblo aceptar estoicamente al régimen, el cual expropiaba a los trabajadores materialmente a través de la plusvalía económica, pero además los explotaba por medio de la plusvalía ideológica, mediante un control «mental y psíquico» que se ejercía bajo la égida del partido único y del Estado. De tal forma, que Estado, partido único y sindicatos eran una sola cosa; en otras palabras estabamos ante una trinidad opresora que nada tenía de divina.
El accidente histórico, según Troski que hizo aparecer con tanta fuerza a la burocracia soviética, se parece irremediablemente al aparente accidente histórico venezolano, guardando tiempo, lugar y espacio y las distancias correspondientes pues ni Chávez es Lenin, ni Miquilena es Trosky, ni Tarek William Saab es Stalin, ni William Lara es Beria. Este accidente genético de la revolución bolchevique es explicado por la inmensa economía de pobreza existente en ese entonces; recordemos que la Revolución de Octubre ocurrió en plena Primera Guerra Mundial que tenía a los países en ruinas y a sus masas muriéndose de hambre.
Casteriodis, según cita Cañestro, entendía que en medio de ese mar de pobreza, en el cual todos querían acaparar bienes para sobrevivir, obviamente, quienes estaban en mejor posición «revolucionaria» se atrincherarían en sus cotos de poder y no los entregarían por ningún motivo, creando una fuerte casta político-burocrática que gobernaría en nombre de la masa hambrienta, a la cual tendría controlada por medios policiales y mediáticos.
Sin embargo, para Castoriadis la tesis del «accidente histórico» es muy simplista para explicar la desviación de la Revolución, y manifiesta que el problema era esencialmente político pues el partido bolchevique era de naturaleza altamente autoritaria por su propia formación: clandestinidad, militarismo, etc., cuestión que vemos, aquí en Venezuela, en la esencia medio fascistoide de los componentes y miembros del MVR, en especial en su alta dirigencia que no acepta ningún tipo de disidencia, no acepta elecciones por la base, sino que todos sus miembros directivos son nombrados a dedo por la Nomenclatura, y además, tomaron por asalto el Poder total del Estado Venezolano mediante una figura ilegítima de transitoriedad que permitió copar todos los espacios políticos y administrativos.
El control de todos los Poderes del Estado por parte del MVR ha permitido a Chávez y sus socios consolidarse en el poder con una escasa representatividad al haber logrado neutralizar a la oposición mediante el miedo usando un discurso altisonante que a estas alturas de la evolución humana solo debería asustar a los muchachitos; sin embargo, quien más o quien menos, en la política nacional tiene sus pecadillos y sus pecadotes, luego piensan que habrá suficiente elementos para sacarlos del juego y pretenden pasar desapercibidos, en el mejor de los casos, o lisa y llanamente enquistarse en el «aparatik» chavista, como de hecho lo han hecho calderistas, adecos, copeyanos, masistas, ex banqueros prófugos de la (in)justicia, etc..
Otra de las situaciones que se da en la «revolución» chavista digna de ser comparadas al fracaso revolucionario soviético, además del dogmatismo del «chiripero», es la situación de atraso en que vive la humanidad y en especial el país. Para nadie es un secreto que el ciclo económico que se inició en 1950 tuvo su pico entre 1970 y 1975, comenzando la regresión o caída de las economías capitalistas con el advenimiento del neoliberalismo tras el asesinato de Allende en Chile en 1973, está tocando fondo y comenzará nuevamente un alza progresiva-histórica de un nuevo ciclo económico cuyo hito sin duda será la desaparición del neoliberalismo para dar paso a otro modelo económico capitalista hasta el agotamiento del sistema dentro del ciclo que recién comienza y que deberá terminar en 2050. A los soviéticos les tocó vivir su propio período de atraso; ese ciclo económico mundial duró hasta 1950 y daría paso a la sociedad de consumo más grande que haya logrado el capitalismo gracias a las políticas keynesianas. La prosperidad iniciada en los cincuenta, jamás será vuelta a ver por el sistema, el cual, si bien es cierto experimentará un nuevo ciclo de expansión no recuperará lo perdido porque los índices de crecimiento y de expansión serán siempre insuficientes para lograr alcanzar los índices económicos positivos del pasado.
Un «eslogan» chavista dice «Con Chávez Gobierna el Pueblo»; el «eslogan de Mussolini era: » Mussolini ha sempre regione»; Lenin decía: «Todo el Poder para el partido», mientras Trosky planteaba: «Todo el Poder para los soviets», en todos los casos los líderes adoptaban actitudes completamente contrarias a su propaganda; cuestión que vemos diariamente en Chávez y compañía». En este punto es bueno recordar cuando Chávez vendía la idea de la constituyente; él decía creemos mil, dos mil 25 mil constituyentes para que participe el pueblo. «Todo el Poder para el pueblo por 25 años» decía el candidato Chávez.
Así como en la URSS y sus satélites no gobernó el pueblo, ni hubo libertad; así también no terminó con el sistema de explotación sino que más bien lo exacerbó; así aquí vemos como se ataca al neoliberalismo, mientras las megacorporaciones van engulléndose a la burguesía criolla, la cual debería ser defendida por el régimen; éste, sin embargo, mira para otro lado cuando de transnacionales y de monopolios globalizadores se trata.
Uno de los grandes errores de nuestros «analistas» políticos es no aprender de la historia. Cuando de historia se trata se tornan en meros Napoleones o Hitler y se olvidan de la fuerza del frío… Así como en los países mal llamados socialistas (en el futuro deberá llamárseles lo que fueron: «países de capitalismo de Estado»), el poder total estaba (y aún está: China, Cuba, Vietnam, Corea del Norte) en manos del partido único, en Venezuela ese partido único existe en el MVR, el cual es una perversión aún más dogmática y canallesca que los partidos manejados por la Nomenclatura, pues al menos en la URSS y en China hay miles de elementos políticos que ejercen su derecho de elegir y ser elegidos como miembros de esa Nomenclatura. En nuestro criollo «aparatik» nadie más que Chávez y Miquilena nombran a los dirigentes nacionales y locales.
El partido es la perversión del atraso; no hay manera de contrarrestar su poder y acabarlo requiere de un proceso revolucionario. Así como en la URSS se necesitaba de una nueva revolución para devolver el Poder a los soviets, en Venezuela se necesitará de una gran dosis de audacia, de lucha, y de ganas de hacer cambios para contrarrestar la fuerza del «aparatik» del MVR que se adueñó del poder total.
Para los «emeverristas», solo ellos tienen una clara conciencia de cambios; solo ellos son los revolucionarios; solo ellos son los honestos; solo ellos son los patriotas. Seguramente mañana dirán que solo ellos piensan y lo querrán hacer por los demás; aunque de hecho, eso ya ocurre en muchos lugares del territorio nacional. El partido de las camisas negras de Mussolini, tenía exactamente el mismo discurso; los camisas pardas de Hitler, lo mismo, los de Patria y libertad de Pinochet eran los dueños de «Dios, Patria y Libertad». Son siempre los puros, los impolutos, los no contaminados, y por sobre todo los únicos patriotas. Los Nazis comenzaron por asesinar locos, luego siguieron con los gitanos, más tarde con los comunistas y finalmente con los judíos; nuestros Nazis criollos comenzaron con palizas (los otros también); ya van por el asesinato y masacre de gallinas; por las amenazas telefónicas a los opositores, por la denigración, … ¿y después?…
El materialismo histórico, si bien es cierto no es futurología, nos permite comprender la evolución de los procesos históricos. Las ideologías van y vienen mientras la historia avanza inexorablemente. El propio Napoleón Bonaparte no creía mucho en las ideologías como instrumentos de cambio; la verdad sea dicha, no lo son. La ideologías son más bien los instrumentos que nos permiten entender el curso de la historia y ayudar a los cambios. Por eso, al carecer el chavismo de una verdadera ideología se encuentra envuelto en medio de la pobreza intelectual que le obliga a tomar para si lo que cree es más afín a su forma de entender la historia; en este caso, la concepciones neofascistas le caen como anillo al dedo; Perón lo hizo y fue exitoso; tan exitoso que el peronismo sobrevivió a su mentor. El cocktail ideológico del chavismo cumple con las reglas del decálogo nazi-fascista: 1° Gobernar para controlar el Poder total; 2° Pactar con las clases dominantes pues ellas son dueñas del Poder Económico (léase Fedecámaras, Consecomercio, Monopolios); 3° Atraer a los grupúsculos políticos que buscan la venganza social y hacerlos aliados para que controlen sindicatos, ONG’s, y en general la ideología de masas; 4° Ofrecer al pueblo todo lo que le ha sido negado por años; 5° Al no poder satisfacer las demandas populares buscar al «chivo expiatorio» a quien echarle la culpa de las carencias: léase puntofijismo, imperialismo, globalización, capitalismo salvaje (cuando no lo ha sido), oposición, Iglesia, etc.;6° hacer una política internacional meridianamente independiente para demostrarle a las masas al interior del país que los fracasos se deben a una confabulación desde el exterior; 7° crear leyes represivas que permitan coartar cualquier brote importante de oposición por medio del «terrorismo legal»: nueva Ley de Comunicaciones, nueva Ley de Inteligencia, etc. 8°.- Hacer luchar a la oposición entre ella para neutralizarla y en último lugar «comprarla» para que no mine las bases del poder omnímodo; 9°.- Politizar a las Fuerzas Armadas de tal manera que estas se sientan comprometidas con el régimen y agradecidas con el líder; y 10°.- establecer un fuerte culto a la personalidad en donde el líder aparezca por sobre el bien y el mal. Los malos son los otros, siempre…
En la retórica del MVR nosotros encontramos una especie de conceptismo, (con el perdón de Góngora), que trata de afinar el discurso con una artificialidad formal a través de la metáfora, la adjetivación, el hipérbaton forzado o los efectos del lenguaje; Chávez, por ejemplo, siempre está comparándose a algún héroe; algunas veces es Maisanta, otras El Libertador, otras se siente Neruda, algunas veces se siente perseguido y atacado como Jesús, y finalmente apela en forma constante a metáforas sacadas de los almanaques o de los libros de citas famosas o del «Selecciones del Reader Digest», revista perteneciente, por cierto, a la CIA. También quisiera ser comparado con Fidel castro, pero solo en el liderazgo latinoamericano porque de hecho Chávez se confiesa anticomunista; de hecho no se sabe si él mismo o el Coronel Dávila siente más desprecio y asco por el comunismo, asunto que nos preocupa pues los líderes del PCV no entienden que el día de mañana les puede pasar lo mismo que a Dimitrov, pues Chávez, Dávila, Miquilena, Lara, Saab, Mezza, y tantos otros neofascistas pueden crearle al PCV su propio incendio del Reichtang, cuando la coyuntura exija un chivo expiatorio para el populacho.
Los pseudo revolucionarios son voluntariosos, creen que solo por querer una cosa o pensarla esta tiene que realizarse. Ellos quieren guiar a al historia en lugar de empujar su carro. Se creen Mesías y Profetas que traen los nuevos paradigmas que deben ser seguidos por «los fieles» del nuevo culto. No se dan cuenta que en los tiempos actuales le están haciendo el juego a los capitales de las megacorporaciones, preparando el terreno para la embestida de éstas en contra de la burguesía nacional. Los cambios en las formas de producción, en los modos de producción e incluso en algunas relaciones de producción los tiene sin cuidado porque no lo entienden. Son animales salvajes de la política que se rinden ante la buena mesa, los buenos vinos y en especial ante las consejas. Les gusta por sobre todo la adulación y el ser tratados con guante blanco. Aprenden que el whisky no se revuelve con el dedo y que el mantel de la mesa no es para sonarse, así como aprenden a usar la servilleta y los cubiertos, a distinguir las copas y a conversar como seres humanos. Les gusta vivir como los burgueses a quienes desprecian tanto como desprecian la mala suerte de haber sido pardos, mulatos o mestizos mientras los amos son blancos y wasps.
Nuestros revolucionarios de pacotilla no duermen más de cuatro hora. No puede pues temen a la oscuridad más que a la conciencia. Temen ser eliminados y en el fondo le tienen asco y temor al populacho que dicen proteger pues saben que actúan y son farsantes que usan al lumpen como a los trabajadores menos iluminados por la sabiduría y la educación como pivotes de apoyo de sus ansias de poder omnímodo. Por eso temen acabar como Benito y Clara colgados de un farol y cubiertos de los escupos del odio. Temen nuestros satrapitas que su «revolución» se les revolucione y se les acabe el sueño versallezco. Temen perder «El Reino de Este Mundo» como un Henri Christophe cualquiera.