Opinión Nacional

La revancha

Como el boxeador que ha sido derrotado dos veces consecutivas pero no se resigna a perder, el teniente coronel presidente, quien no puede vivir sin tener alguien con quien pelear, busca ahora la revancha. El primer match lo perdió el 2 de diciembre de 2007. Luego volvió a ser derrotado el pasado 6 de diciembre cuando transformó las elecciones regionales en un plebiscito para que el pueblo votara a favor o en contra suya. En ambos casos cayó por knock out.

Confiado en aquello de que «a la tercera va la vencida» nos reta nuevamente y vuelve a proponerle a la ciudadanía que se pronuncie sobre algo que ya quedó definitivamente rechazado.

Dentro de la reforma constitucional que repelimos en diciembre de 2007 figuraba una propuesta de enmienda de la Constitución Nacional que, de ser aprobada le habría permitido permanecer en el poder indefinidamente.

Aquella enmienda consistía en sustituir el texto actual del artículo 230 de la CN, que dice textualmente «El período presidencial es de seis años. El Presidente o Presidenta de la República puede ser reelegido, de inmediato y por una sola vez, para un período adicional», por el siguiente: «El período presidencial es de siete años. El Presidente o Presidenta de la República puede ser reelegido o reelegida». Pretendía aumentar a 7 años el período presidencial e implantar la presidencia indefinida, vitalicia, perpetua.

La nueva propuesta de enmienda sobre la que tendremos que pronunciarnos en el referendo, muy probablemente en alguna fecha durante el primer trimestre del año próximo, consistirá en sustituir el texto ya transcrito del artículo 230 por el siguiente: «El período presidencial es de seis años. El Presidente o Presidenta de la República puede ser reelegido o reelegida».

¿No es este el mismo musiú con diferente cachimbo? O peor aún, ¿prácticamente con el mismo cachimbo?, porque ¿en qué se diferencia esta propuesta de la que ya repudiamos rotundamente? -Simplemente en que no se pide aumentar a 7 años el período presidencial, lo que resulta irrelevante puesto que dicho período se podrá prolongar «por una vez, dos veces, hasta 100 veces si queremos», como lo ha dicho el mismo teniente coronel. «Estaré en la presidencia hasta que Dios quiera y hasta que ustedes manden» dijo el domingo pasado desde el balcón del pueblo.

Para encubrir la trampa que envuelve la propuesta de enmienda utiliza el argumento de que como en todo caso habrá elecciones cada seis años, el pueblo podrá, si lo prefiere, elegir otro presidente. Pero en un país como el nuestro, donde todos los poderes públicos se encuentran secuestrados, incluido el Consejo Nacional Electoral que pretende ofrecer un rostro de objetividad e imparcialidad pero que a la hora de la verdad se postra ante los designios del jerarca; en un país donde el mandatario maneja los recursos del Estado a su antojo y los utiliza de manera abusiva para hacer proselitismo en todas las campañas electorales, la alternancia en el ejercicio de los cargos de elección popular que consagra el artículo 6º. de la CN se vuelve una quimera.

El teniente coronel presidente pretende convencer al pueblo de que él es insustituible porque sin él al frente el «proceso revolucionario» se perdería; porque la aprobación de la enmienda es el paso definitivo para la consolidación del «proceso»; y porque él es la única persona que le puede dar continuidad al «proceso».

¿Pero, de cual proceso revolucionario habla?

El domingo pasado este mismo diario publicó un enjundioso análisis (http://economia.eluniversal.com/2008/12/07/eco_art_la-economia-tiene-lo_1178656.shtml ) en el cual se demuestra que Venezuela confronta actualmente los mismos problemas que en 1998 cuando comenzó el fulano «proceso». En ese trabajo se presenta un balance de los 10 años de gestión del teniente coronel presidente y se llega a la conclusión de que las promesas que hizo al comienzo de su régimen no sólo no se han materializado sino que, por el contrario, la economía nacional adolece de los mismos -o peores- problemas estructurales que hace diez años.

En cualquier país democrático del mundo, donde funcionen eficientemente las instituciones, exista control del desempeño del gobierno y se pueda exigir rendición de cuentas, un mandatario como el que tenemos ya habría sido desbancado electoralmente no solamente por haber fracasado en su gestión económica sino por haber dilapidado los recursos del tesoro en la forma como lo ha hecho y por haber facilitado la corrupción galopante que impera entre en sus principales colaboradores.

Por estas razones, y muchas otras igualmente poderosas que no alcanzamos a exponer por limitaciones de espacio, tenemos que prepararnos desde ya para propinarle el tercer, definitivo y contundente knock out a este aspirante a monarca vitalicio y hereditario (ya anunció que está preparando a su hija para que lo suceda). El día del referendo volveremos a decirle ¡NO! con toda la fuerza de nuestras convicciones democráticas.

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