Opinión Nacional

La resurrección

Lo sé; no estamos en semana santa para abordar este tema. Pero es que, son tantas las victimas mortales en Venezuela que a diario caen bajo el fuego directo o cruzado de los gatillos alegres, que a falta de una justicia humana, cada vez más precaria, la única esperanza válida para las madres, padres, hijos, y demás parientes y amigos de las victimas, es la promesa bíblica de la resurrección de los muertos.

Hay quienes en su desolación intentan comunicarse con sus muertos y acuden a esas sesiones donde invocan a los supuestos espíritus de las victimas. El intermediario o médium entre el fallecido y el pariente o amigo, se pone en trance y un espíritu lo toma y se deja escuchar una voz de ultratumba que habla y le hace sentir al oyente que el ser invocado sigue viviendo en otra dimensión desde donde lo observa y consuela. Esta práctica no es nueva. Hubo un rey de la antigua Israel (1.200 antes de Cristo) que consulta a una médium (hechicera) para que lo ponga en contacto con un profeta que había muerto, con el fin de que le aconsejara sobre qué hacer con su reino. Por lo visto Dios no aprueba esas practicas esotéricas, ya que el rey Saúl una vez que se entrevista con el supuesto profeta Samuel, paga con su propia vida su atrevimiento por haber desafiado a, y traspasado los linderos de lo oculto. Pero, bueno, ese no es el punto.

El hombre no muere, sino físicamente, ya que su espíritu siguen viviendo en algún lugar que Dios les tiene reservado: “el cuerpo vuelve a la tierra de donde fue tomado; y el espíritu regresa a Dios quien lo dio“ “En la casa de mi padre – decía Jesús a sus seguidores – muchos lugares hay; voy, pues, a preparar un lugar para vosotros, para que donde yo esté, vosotros también estéis“. No obstante, la resurrección de nuestros muertos es el mayor recurso válido que tenemos los mortales de fe cristiana para consolarnos ante semejante desgracia. Es tan desgarrante y profundo el dolor por la pérdida de un ser querido, que el propio Cristo promete en su revelación a Juan el apocalíptico, que el llanto y la muerte serán eliminadas total y radicalmente dentro del nuevo orden que establecerá en esta tierra o en otra una vez que desaparezca este sistema corrupto. El hombre no fue creado para morir, sino para vivir eternamente, puesto que fue creado a imagen y semejanza de los dioses; pero por causa de la maldad de algunos, le fueron acortados sus días aquí en la tierra. Por lo tanto, no me estoy refiriendo a la reencarnación que predican otros por allí, sino a la resurrección de nuestros muertos tal cual como les conocimos. A Jesús después de la crucifixión, se le vio, se le escuchó, y sus discípulos lo reconocieron y compartieron con El sus alimentos. Jesús resucita y asciende a los cielos con un cuerpo nuevo o glorificado, pero con su misma apariencia fisica. Con ese mismo tipo de cuerpo serán revestidos todos los que han muerto cuando sean resucitados. Pero, para resucitar, que es en definitiva lo que más nos despierta curiosidad, hay que morir primero. Entonces, a Dios, y a nuestros seres queridos transformados y rejuvenecidos, los veremos cara a cara.


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