La Reserva con mucha reserva
Dice el jefe del Comando General de la Reserva y Movilización Nacional (CGRMN), general Carlos Antonio Freites Reyes (a los militares les gusta ponerse todos los nombres, hasta el de los tatarabuelos) que en ese cuerpo han formalizado su inscripción cerca de un millón de personas, de las cuales “más de 200.000 mil se encuentran recibiendo adiestramiento en actividades relacionadas con defensa y resistencia”. Si estos dígitos son como el número de preinscritos en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PUS), que según fuentes oficiales llega a casi seis millones de venezolanos, no hay que creerle mucho al oficial. Con esas cifras de vértigo, pronto habrá más militantes en el PUS y más reservistas que habitantes en el país. Sin embargo, demos por buenos los números que suministra el general chavista, pues para el análisis poco importa que las cantidades reales sean más altas o más bajas que esos datos referenciales.
En primer lugar, como dice Teodoro Petkoff, habría que anotar que la Reserva y Guardia Territorial pasa a ser una Fuerza Armada paralela a la convencional, solo que más numerosa que los cuatro componentes que integran la Fuerza Armada Nacional (FAN), a saber: Ejército, Aviación, Marina y Guardia Nacional. En el nuevo organigrama de la FAN existen tres líneas de mando distintas: el Ministerio de la Defensa, que administra las cuatro fuerzas tradicionales; el Comando Estratégico Operacional (CEO), que diseña los planes de acción; y la Reserva y Guardia Territorial cuya misión pareciera prepararse para esa ficción llamada la guerra asimétrica. Con la RGT se pone en entredicho la naturaleza profesional, meritocrática y apolítica de la institución armada, y se pasa sin ninguna clase de empacho a la constitución de una milicia rojita rojita comprometida con el proyecto revolucionario socialista de Hugo Chávez.
Al general Freites Reyes no le parece que ese contingente que recibe entrenamiento para atacar, defenderse y reprimir, forme parte del proceso de militarización creciente que vive el país desde que Chávez asume el mando de la República. Nada de eso. Más bien se trata, según sus propias palabras, “de la apertura del mundo castrense ante la sociedad civil, y la incorporación activa de esta última en las funciones de defensa de la soberanía” La misión de los reservistas consiste en “resistir una invasión de los agentes externos”, léase el imperio norteamericano. Esta invasión, que el comandante Chávez desea con obsesión, luce poco probable, por no decir imposible, dado el enorme conflicto doméstico e internacional en el que se ha convertido para el gobierno norteamericano la guerra contra el fundamentalismo islámico en Irak.
Sin embargo, lo que más sorprende de las declaraciones del general Freites Reyes es su concepción de las “invasiones”. Señala el oficial: “hay invasiones de índole cultural” y por ello “los reservistas también deben estar preparados para resistir. Si la invasión fuese únicamente armada, se combatiría precisamente con armamento, pero actualmente hay otras formas de penetrar una nación”. Curiosa, aunque poco ingeniosa, esta manera de maquillar el verdadero espíritu del ejercito paralelo que representa la Reserva. Esta fuerza representa el verdadero brazo armado de la revolución bolivariana. Posee el mismo significado que la Guardia Roja durante la Revolución Cultural China. La GR fue el instrumento utilizado por Mao Ze Dong para eliminar sus adversarios internos dentro del Partido Comunista Chino y la disidencia que se había formado, después de casi dos décadas de estar gobernando de forma arbitraria, cruel e ineficiente a ese sufrido país asiático. Oír en labios del general Freites Reyes el argumento que apela a la cultura, inevitablemente nos lleva a evocar la nefasta época en la que los radicales del PCCh, liderados por Mao y la Banda de los Cuatro, sumieron a ese inmenso territorio en el caos, la barbarie oscurantista y el hambre atroz.
Para encarar las “invasiones culturales” están el sistema educativo, los medios de comunicación, los distintos foros culturales, como los ateneos, la familia y la religión. No es necesario crear un Comando de Reserva para tal fin, salvo que lo se busque en realidad sea implantar por la vía del adoctrinamiento, la coerción y el amedrentamiento a la población, un sistema socioeconómico y político como el socialismo, que fracasa en todos países del mundo, trayendo miseria y represión a los pueblos que lo padecen.
Esto último es, eliminada la hojarasca, lo que busca el CGRMN, finalidad que admite sin rubor el general Freites Reyes: “Observamos que se registran (en el Comando) gran cantidad de personas provenientes de una misma comunidad, y aprovechan para organizar cooperativas.”. Esas personas “más tarde podrían regresar a su comunidad convertidas en un Consejo Comunal”. Clarísimo, general. El CGRMN forma parte –junto con los Consejos Comunales, los Consejos Obreros y el PUS- del entramado organizativo diseñado por el régimen para copar todos los espacios de la sociedad civil y crear agrupaciones tuteladas por el Gobierno. Organizaciones estabularias, se les llama.
El giro revolucionario da otra vuelta con la Reserva. Al Ejército regular, en torno al cual Hugo Chávez tiene demasiadas reservas, se le crea en paralelo una milicia politizada, fanatizada, ciegamente comprometida con el delirante proyecto del socialismo del siglo XXI. Hay que recordarles a los chavistas las lecciones impartidas por Mao y Fidel Castro: los ejércitos conformados por milicianos sirven para combatir eventuales y remotos enemigos externos, pero sobre todo para aniquilar las resistencias que surgen dentro de las organizaciones que apoyan al líder, especialmente cuando estos quieren convertirse en monarcas eternos.