La religión desmantelada por la ciencia
Pocos se Resignan a Aceptarlo y Prefieren
Atacar a la ciencia y seguir en la superstición y la ignorancia
En las sociedades cristianas, la creencia en la existencia de un ser superior creador de todo lo que existe y responsable por nuestra existencia y nuestro destino—y quien es capaz de escuchar nuestros ruegos y ayudarnos en las dificultades de la vida diaria, está profundamente enraizada en la mente de las personas, quienes están seguras de poseer en su interior un alma dada por Dios.
Pero desde que el astrónomo polaco Nicolaus Copernicus (1473-1543), sentó las bases de la astronomía moderna, exponiendo en su obra titulada, Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestiales, un sistema sideral heliocéntrico (donde los planetas giran alrededor del Sol)—y después el físico, filósofo, astrónomo y astrólogo italiano Galileo Galilei (1564-1642), comprobó esa teoría de Copérnico luego de inventar el telescopio y exponer sus hallazgos en su famosa obra de 1632 obra titulada Diálogo Concerniente a los Dos Principales Sistemas del Mundo, Ptolemaico y Copernicano, los dogmas religiosos del cristianismo han ido siendo demolidos por la ciencia; uno por uno—En este caso, el dogma cristiano que afirmaba que la Tierra era plana y que todo el universo giraba alrededor de ella.
Copernicus Galileo
Los hallazgos de restos fósiles de criaturas que fueron antepasados de la especie humana: 1891: Homo Erectus (hombre de Java); 1924: Australopithecus africanus (bebé de Taung); 1929: Sinanthropus pekinensis (hombre de Pekín); 1934: Ramapithecus breviostris (Simio de Rama); 1959: Australopithecus boisei (hombre cascanueces); 1960: Homo habilis (hombre diestro); 1974: Australopitecus afarensis (Lucy); 1992: Ardipithecus ramidus (simio de las raíces); 1994: Australopithecus anamensis (hombre de Kanapoi); 1995: Australopithecus bahrelghazali (Abel); 1996: Ardipithecus kadabba (hombre de Awash); 2000: Orrorin tugenensis (Ancestro del milenio); y 2002: Sahelanthropus tchadensis (Toumaï), desmontaron el mito cristiano de que “el hombre había sido creado por Dios a su imagen y semejanza).
Esos hallazgos, constituyen pruebas irrebatibles de lo que es hoy la más sólida teoría científica sobre la vida en la tierra: la Teoría de la Evolución del naturalista británico Charles Darwin (1809-1882), expuesta en su obra de 1859, titulada: Sobre el Origen de las Especies Mediante la Selección Natural.
Darwin
La publicación en 2001 del Genoma Humano y en 2005 del Genoma del Chimpancé; no sólo ratificó la Teoría de la Evolución de Darwin, sino que comprobó que el chimpancé (Pan troglodytes) y el ser humano (homo sapiens), comparten exactamente el 96,1 % de los tres mil millones de pedacitos de su ADN.
Esos hallazgos científicos acumulados le permiten a la ciencia en 2006, determinar exactamente, cuáles son los genes que hacen que un ser humano, sea humano—en las palabras del Dr. Yoshiyuki Sakaki; Profesor de la Universidad de Tokio, líder del comité internacional de la Secuenciación del Genoma del Chimpacé, y Presidente de la Organización del Genoma Humano, decir que “al econtrar los genes que exactamente hacen diferente al cerebro humano del cerebro del chimpancé, en términos prácticos, se estará descubriendo cuáles son los genes que producen lo que el Vaticano llama el alma humana”—existiendo la posibilidad futura; usando las herramientas de la ingeniería genética, de incorporar esos genes en el genoma de un embrión de chimpancé, para que cuando ese embrión nazca como un chimpancé bebé, esté también “dotado de un alma”.
Y como los genes son simples códigos genéticos escritos digitalmente con bases químicas (Adenina, Citosina, Guanina y Timina) en el ADN, y 21 aminoácidos diferentes conforman las proteínas que esos genes ordenan producir—al morir un cuerpo humano, su alma (los genes que la componen), también muere—y en consecuencia no existe una vida más allá de la muerte—ni corpórea, ni espiritual.
Los científicos también tienen pistas del probable origen de otras leyendas y mitos cristianos; por ejemplo, los científicos llaman “Período Húmedo Africano”, a la era entre los años 13.000 y 3.500 antes de la era presente, cuando el actual desierto del Sahara era un exuberante bosque habitado por abundantes animales de muchas especies—y habitado también por el ser humano (Homo sapiens). Pero ese bosque fue convertido en el actual desierto por la influencia gravitacional del Planeta Júpiter sobre la órbita de la Tierra, como descubriera el geofísico y matemático serbio Milutin Milankovitch (1879-1958), obligando a los seres humanos a emigrar hacia el río Nilo, donde posteriormente fundarían a la antigua civilización egipcia que todavía nos asombra hoy.
Milankovitch
Esa forzada emigración, es probablemente el origen del mito cristiano de la expulsión del hombre del “Paraíso Terrenal”—porque el ser humano (como lo prueban los restos fósiles citados arriba), se originó en Africa, y todavía existen manuscritos antiguos de Evangelios cristianos escritos en lenguaje cóptico—y existen en 2006, cristanos cópticos en Egipto—y el culto a la diosa egipcia Isis, probablemente dio origen al culto cristiano a la Virgen María.
Diosa Isis Virgen de Coromoto
Los hallazgos de la ciencia, nos obligan a evitar encargar la educación de los niños, adolescentes y jóvenes adultos venezolanos, a los sacerdotes cristianos—o de cualquier otro culto—porque mantienen y defienden creecias, leyendas y mitos religiosos, que la ciencia ha comprobado que son falsos.
Si Venezuela aspira a un futuro de desarrollo y prosperidad, debe enfatizar el estudio de las ciencias a todos los niveles—y sacar a la religión fuera de los salones de clase de las escuelas, liceos y universidades públicas—pagadas con el dinero de todos los venezolanos—y si la iglesia católica quiere seguir enseñando sus dogmas, leyendas y mitos, pues que financie sus propias escuelas privadas, con su propio dinero—si es que algunos padres voluntariamente quieren que sus hijos vayan a esas escuelas donde no les enseñarán las herramientas científicas que los capacitaría para un mejor porvenir en este mundo globalizado y muy competitivo.