La pregunta es perfecta
«NO» entiendo cuál es el rollo que se ha formado con una supuesta confusión a la que llevaría la pregunta para la enmienda redactada por Chávez a través de sus office boys, en ese su afán enfermizo de romperle la tráquea al país y derretir a Venezuela en las perpetuas diarreas de su YO.
Este galimatías puesto a andar desde las hincadas rodillas de sus fieles sirvientes de la Asamblea Nacional es -vaya paradoja- uno de los más prístinos en la historia gramatical del idioma en español. Nunca, óigase bien, se les ha presentado a los ciudadanos venezolanos, ya no solamente la exhibición a campo traviesa de la esencialidad de una vileza y una ambición incurables por detentar el poder y prohibirse así mismos soltarlo jamás, la tozudez y contundencia del agravio se ubica en tentar el ardid, en pretender esconder la carnada debajo de la cuerda, en fin, en tirarles huesos frescos a los ciudadanos a los que asocian a los tontos «perros» convertidos en presas usurpadas.
No hay literatura ni retórica sin conexiones con la vida real.
La pregunta se hace más transparente en el límite justo de lo que «NO» quiere decir, que termina diciéndolo y que lo hace a voz templada y cuya respuesta «NO» arrastrará a las mayorías a los equívocos de las sucias intenciones urdidas desde los laboratorios del disimulo.
Para los surrealistas lo real suele ocultarse tras una muralla de apariencias. La imaginación es túnel hacia un cielo y una materia que nuestros ojos no pueden advertir de manera inmediata. Pero el surrealismo era un arte que buscó la recuperación de la realidad como efusión creadora. El poder en Venezuela nada tiene que ver con la forma superior de arte que significó el surrealismo y si bien la casta en el poder del Estado intenta ocultar con apariencias el mundo real de sus intenciones, centrado en el propósito de arrebatarles el poder a los ciudadanos a perpetuidad, la forma en que asoma sus deseos expresados en la pregunta, no es una manifestación de arte sino burda fabricación de un crimen que se hace flagrante al enmascararlo de bien colectivo, sin presentir el despotismo indefinido que los ciudadanos venezolanos sabrán cobrarse, en su momento y en justa oportunidad, la felonía de su subestimación.
La pregunta nos resulta perfecta, como ya lo hemos dicho, a los fines de recuperar los valores de la democracia y la libertad. Se trata más que una pregunta de una estafa, delito demasiado avisado a las potenciales víctimas como para sorprenderlas.
Pero más allá de eso, con ineludible rigor se ha revelado en esta tentativa tiránica, con enorme fuerza pedagógica; esta vez, la naturaleza profundamente indigna, inmoral e incorregible de los hombres y mujeres que ocupan los poderes públicos y que institucionalmente están obligados a controlar el poder. Chávez sería nada sin ellos, pero ellos prefieren optar por creer que ellos son nada sin Chávez. Lo que les será inevitable para él y para los otros, aunque ellos no barajan ese día, será cuando tengan que entregar cuentas.
Con honradez confieso que NO quiero imaginármelo, una cuestión de mera compasión, nada más.