Opinión Nacional

La política socialista es el arte de lo imposible

El Socialismo se logra haciendo la política de lo imposible, buscando esa utopía que burgueses y burócratas -por igual- propagan irrealizable

“El sueño se hace a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes”

Silvio Rodríguez

No pocas veces, se ha visto repetir en los escritos de algunos compañeros la famosa frase: “la política es el arte de lo posible”. Habría que preguntar si todos los que la usan saben que fue Henry Kissinger, uno de los más sagaces estrategas de la imperial política exterior de EE.UU. en el Siglo XX, quien la hizo célebre.

También habría que indagar si quienes la usan saben de su esencia pragmática, proveniente de la filosofía Imperialista surgida en EE.UU. a fines del siglo XIX precisamente en plena expansión. No pretenderé explicar en detalles la filosofía del pragmatismo, pero al menos veamos su esencia: las políticas tienen valor por sus resultados esperados, de manera que no vale la pena iniciar algo que no conduzca a un resultado empírico de interés.

La lógica del pragmatismo reside en la naturaleza misma del capitalismo: todo lo que se hace tiene un fin lucrativo. Lo que no ofrezca una evidente perspectiva especulativa, dinero, dividendo en algún sentido, no vale la pena iniciarlo. El Pragmatismo imperialista tiene como gran limitante su sistema finito con objetivos muy claros: la ganancia. El Capital siempre busca la ganancia “posible” pues no se arriesga para perder.

Para nada tiene que ver semejante filosofía con el marxismo revolucionario. En Marx el objetivo a lograr era el comunismo, la utopía, con todas sus dificultades por medio, y la compleja lucha de la clase obrera por la abolición del trabajo asalariado, que debía ser inscrita en la bandera del proletariado como meta, para aspirar a librarse de la explotación capitalista.

Para Martí la política era: «un arte que lleve a los pueblos afligidos hacia el bien». : “Política es eso, el arte de ir levantando hacia la justicia la humanidad injusta, de conciliar la fiera egoísta con el Ángel generoso, de favorecer y de armonizar para el bien general, y con miras a la virtud los intereses…”

Una de las máximas del Che, absoluta y totalmente contrapuesta a la filosofía pragmática imperialista era: “Seamos realistas, hagamos lo imposible”

Y Marx nos enseño: “No se trata de conocer el mundo sino de transformarlo”.

“Los revolucionarios” que llaman a hacer el socialismo posible, jamás harán alguno, puesto que el socialismo se hace o no se hace: se socializan o no los medios de producción; se socializan o no las decisiones; se socializan o no los resultados del trabajo, el plustrabajo, las utilidades o ganancias, en fin que es avanza o no hacia la abolición del trabajo asalariado y se avanza o no hacia nueva forma de organización asociada del trabajo, base de una nueva sociedad.

Stalin solía afirmar que el estilo leninista en la labor del Partido y el estado, se caracterizaba por “la asociación del ímpetu revolucionario ruso con el sentido práctico norteamericano” (1), y fue precisamente esa concepción pragmática del “Leninismo” lo que en política interior y exterior, lo llevó a cometer graves errores y crímenes como aquellos de fusilar a seis de sus compañeros miembros del Buró Político por “traición” o el que condujo a la URSS a negociar el pacto Ribentrop-Molotov, con todo lo que implicó para Polonia, que muchos historiadores modernos consideran el más desastroso de sus errores en asuntos exteriores, porque, junto a otros factores, permitió a Hitler iniciar la II Guerra Mundial.

Ciertamente Stalin mismo Hbía advertido los riesgos de asumir ese pragmatismo al señalar: “el espíritu práctico norteamericano puede degenerar siempre en un empirismo mezquino y sin principios…”; pero al parecer, él lo olvidaba fácil y continuamente en su actividad “práctica” a la que no importaban cuan mezquinos y sin principios fueran los medios y métodos que usaba para conseguir sus fines.

Según el pragmático Stalin, la firma de ese pacto, le garantizaría a la URSS dividir las fuerzas del imperialismo y evitar que se unieran en un su frente anti-soviético. No comprendió su error hasta ver como el “nacional-socialismo” hitleriano alemán, envalentonado y fortalecido por sus triunfos en el Oeste, ya con la dividida Polonia y media Europa ocupada, en junio de 1941 se lanzaba contra el territorio de la URSS, dando comienzo a la Gran Guerra Patria que costó más de 20 millones de los mejores hijos del pueblo soviético.

En su famoso libro “Cuestiones del Leninismo”, biblia de los comunistas estalinistas, expresa:
“Unos dicen que el leninismo es la aplicación del marxismo a las condiciones peculiares de la situación rusa… (…)… Y sin embargo sabemos que el leninismo es un fenómeno internacional, que radica en todo el desarrollo internacional, y no un fenómeno exclusivamente ruso… (…)…El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria. O más exactamente: el leninismo es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular”. (2)

Fue con esta definición, como Stalin “inventó” “su Leninismo” que adosó al Marxismo -sí universal por dialéctico- y luego vendió el “Marxismo Leninismo” por nueva teoría revolucionaria en sus manuales a asumir por todos los revolucionarios so pena de ser excomulgados del comunismo. Fue Stalin quien identificó el quehacer de Lenin con el “espíritu práctico norteamericano”, el pragmatismo filosófico que surgía en el Norte revuelto y brutal… ese del arte de lo posible, quien quiso convertir la experiencia de la revolución rusa con todos sus aciertos y errores y en aquellas particulares condiciones, en dogma teórico para todo el movimiento revolucionario internacional.

La manipulación estalinista de Lenin y sus escritos, queda descubierta con mayor claridad a partir de la obra de Lenin “Sobre la cooperativización” escrita en abril de 1923, un año antes de su muerte, donde planteó: “Ahora bien, el régimen de cooperativistas cultos, cuando existe la propiedad social sobre los medios de producción, y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía, es el régimen socialista….Ahora tenemos el derecho de afirmar que para nosotros, el simple desarrollo de la cooperación (cooperativización) se identifica…con el desarrollo del socialismo y al mismo tiempo nos vemos obligados a reconocer que se ha producido un cambio radical en todos nuestros puntos de vista sobre el socialismo.”

Esta “nimiedad” en la obra de Lenin, fue pasada por alto en todo aquel “leninismos” que Stalin propagaba en sus manuales, el cual, en verdad, no era más que un conjunto de esquemas prediseñados, su estalinismo disfrazado, que intentaba imponer a todo el movimiento comunista internacional. Es por toda esa manipulación estalinista, que muchos marxistas rechazan el “Leninismo”.

Es como si los cubanos quisiéramos que las revoluciones posteriores fueran iguales a la nuestra y las que no fueran hechas por una guerrilla de barbudos que tomaran el poder por las armas y no hicieran todo lo que hemos hecho y en la forma en que lo hemos hecho, no serían “verdaderas”.

Por suerte, de los que intentaron el socialismo en el Siglo XX, el proceso revolucionario cubano era el más herético de todos y aunque se proclamó marxista-leninista, por momentos tuvo más de lo primero que de lo segundo. Copiamos el sistema estatista asalariado del neo estalinismo y muchos de sus métodos de hacer política y gobierno, pero también es cierto que a la hora de enfrentar muchos aspectos de la política exterior y de la política interna, en la práctica concreta no siempre se han seguido los dogmas y estereotipos definidos como “leninistas” por el estalinismo. Ya se ha planteado en otras ocasiones.

Quizás, esa herejía presente en la propia historia de la Revolución Cubana desde sus orígenes, sea lo que explique en última instancia que hayamos llegado hasta aquí y que nuestro proceso no se haya ido con la resaca contrarrevolucionaria de fines del siglo pasado a pesar de errores y copias. Acaso sea también la explicación –o parte de ella- del por qué, todavía, muchos revolucionarios cubanos sigamos esperanzados en que será posible retomar el camino de la utopía.

Con el “arte de lo posible”, jamás habríamos tenido Moncada, Granma, insurrección contra Batista, ni 1ro de Enero. Por aquellos tiempos era común oír que la Revolución se hacía con el Ejército o sin el Ejército, pero no contra el Ejército. Los pragmáticos nunca se hubieran enfrentado al ejecito bien armado de Batista y entrenado por EE.UU., cualquier cálculo “pragmático” indicaba que era imposible ganar. Algunos “prácticos” se montaron en el carro de la Revolución cuando ya era claro que la misma iba a dar “dividendos”. No era su culpa, es lo que les enseñaron y aprendieron, hay que tratar de entenderlos.

Los cómputos pragmáticos hacen imposibles las Revoluciones que siempre se hacen contra todas las posibilidades de éxito, puesto que se inician desde la inferioridad en todo sentido. Solo que el análisis revolucionario no es pragmático, no parte del cotejo mercantil costo-beneficio; se basa en otros factores como la confianza en las masas, la capacidad de las fuerzas revolucionarias para provocar el vuelco, pero sobre todo en el convencimiento de la razón y la fuerza infinita de las ideas. Nada de eso se contabiliza en unidades físicas, como los dólares del capital o los cañones de los ejércitos.

Unos partidarios del “socialismo de estado”, utilizan la frase para argüir que “no es posible avanzar a las nuevas relaciones libres asociadas de producción porque no hay condiciones, sin explicarlas” y otros ni “estas” razones brindan, mientras terceros dicen que los “trabajadores no están preparados, no tienen conciencia de clase, son irresponsables, que muchos son ladrones, vagos y acomodados” y no faltan los que indican que, primero, hay que “desarrollar más el país, sin precisar hasta dónde”, es decir, seguir con la explotación asalariada indefinidamente, antes de hacer efectivo el control directo de los medios de producción por los trabajadores.

En verdad todo ese “pragmatismo de lo posible” esconde la oposición de la burocracia a entregar el poder real, el de la economía, a los trabajadores. Era por eso que el estalinismo era enemigo a muerte de la autogestión socialista. Todos saben que con los medios de producción directamente administrados por los colectivos de trabajadores, nadie sustraería nada, ni nadie podría recostarse del otro y la producción y la productividad aumentarían de inmediato, como se puede observar en las empresas recuperadas por los trabajadores argentinos, algo que trata de ignorar la izquierda burocrático-estatista.

No entienden, no pueden entender o no les conviene entender que los trabajadores ya no quieren ser más asalariados explotados, esclavos modernos; quieren participar de la propiedad, de la dirección, la gestión y de parte de las utilidades, quieren ser trabajadores asociados. Sí “socios en el negocio”, para decirlo en cubano callejero, no simples empleados mal pagados.

Lo que más preocupa en verdad a los burócratas pragmáticos, y con toda razón, es que cuando los medios de producción estén en manos de los colectivos de trabajadores, “los kratos” (poder en griego), es decir ellos, los burócratas, sobrarán como “capa” social, desaparecerían, diluyéndose entre los trabajadores asociados y perderían así sus privilegios.

Sí, efectivamente, el Socialismo se logrará haciendo la política de lo imposible, buscando esa utopía que burgueses y burócratas -por igual- propagan irrealizable.

Socialismo por la vida.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba