La pobreza de las naciones
Escuchar el feroz histrionismo del Presidente Chàvez y
el caradurismo de su doble moral en el show que
presentò en la ONU ha instigado las reflexiones de
esta entrega. Pero no deseamos ir a la materia sin
dejar de señalar también que tan condenable fue el
acto del trapecista como de todos
aquellos -especialmente el gobierno de los EEUU- que
cayeron en la trampa que les tendió el actor
terminando por salirse con la suya .
El llamado “Tercer Mundo” la dirigencia populista ha
exagerado tendenciosamente la influencia de los
factores externos sobre sus procesos económicos; la
vieja tesis de la dependencia hoy con el nombre de
“Globalización”.
Correlativa a la teoría de que la pobreza del mundo
subdesarrollado es consecuencia de la explotación de
los países industrializados, está la de minimizar la
incidencia de los factores domésticos, motivo, no
único, pero si esencial en la compresión de las
desigualdades y del atraso.
Este chantaje ideológico ha sido una forma lamentable
de legitimar nuestras irresponsabilidades, falaces
excusas para expiar culpas y eximirnos de fracasos.
Ello no implica, desconocer las influencias negativas
del sistema económico internacional y de las naciones
desarrolladas cuyas motivaciones exceden los límites
de la codicia. Pero seguirnos atribuyendo el ser una
victima oprimida de la economía capitalista con el
objeto de eludir nuestro pobre desempeño como
naciones, es insostenible. ¿Entonces cómo podríamos
explicarnos que en buena parte del mundo individuos,
comunidades y naciones que recibieron el impacto del
algún tipo de colonialismo o careciendo de recursos
naturales han vencido la pobreza y alcanzado un
respetable progreso material?
Son las creencias y modos de conducta hostiles al
desarrollo material y la falta de interés en el
progreso económico en combinación con la resignación
ante la pobreza elementos principales a considerar
como causa doméstica de nuestros males. De tal modo,
que al referirse al desarrollo, necesariamente debe
aludirse a factores relacionados con las ideas,
conductas, actitudes, tradiciones y formas de
organización que son las que sustentarán o no el
progreso material.
En el caso concreto de Venezuela, que no tenido
mayores problemas de recursos ni financiamiento
resulta risible acusar a la unipolaridad o al
imperialismo de los traumas en el desarrollo nacional.
La difundida mentalidad populista presente en la
población y en los dirigentes -hoy repotenciada hasta
los martirios-, y no razones exógenas el lugar donde
debemos mirar para observar de verdad las causas del
estancamiento. Claro, lo fácil ha sido siempre
invocar responsabilidades externas.
Se ha dicho mucho, pero debemos repetirlo con
obstinación; es la mentalidad rentista, el deseo de
riqueza rápida, la escasa propensión al ahorro, la
irresponsabilidad, el paternalismo del Estado, el
autoritarismo, la trasgresión y desconfianza en las
instituciones jurídicas y políticas, el clientelismo,
el mesianismo y la corrupción administrativa los que
constituyen los genuinos invasores de la soberanía. El
crear el marco institucional para reducirlos sin el
uso de la violencia, será materia pendiente y decisiva
que habrá que emprender luego de este paso en falso
del Chavismo.