La palabra megalomanía
La definición que de la palabra megalomanía registra el DRAE es demasiado escueta e imprecisa: “Manía o delirio de grandeza”. Lo que dice es válido, por supuesto, pero no suficiente; en la práctica ese vocablo es mucho más rico en significados. Los diccionarios de uso recogen mejor esa riqueza semántica. Doña María Moliner, por ejemplo, en su monumental Diccionario de uso del español (1975), dice: “megalomanía. Trastorno mental que consiste en la ilusión de poseer riqueza o elevada posición, que acompaña, por ejemplo, a la parálisis progresiva. En lenguaje corriente, actitud de la persona que tiende a hablar u obrar como si tuviese una posición económica o social muy superiores a las reales”. También el magnífico y muy moderno Diccionario CLAVE de uso del español actual (1996) es muy preciso: “megalomanía. Actitud o manía enfermiza de las personas que se creen muy importantes o muy ricas, o que desean serlo: La magalomanía del dictador llevó a su país a una guerra perdida de antemano”. Y también el igualmente moderno y muy buen Diccionario de uso del español de América y España VOX (2002): “Trastorno mental que padece la persona que se cree socialmente muy importante, poseedora de enormes riquezas y capaz de hacer grandes cosas. 2. Actitud que tiene la persona que se comporta como si tuviera una posición social y económica muy superiores a las reales”.
Llama la atención que en todas estas definiciones se advierte sobre el carácter patológico de la megalomanía. El DRAE mismo la califica explícita y redundantemente de “manía”, lo que presupone una anormalidad psíquica. María Moliner habla expresamente de “trastorno mental”. El Diccionario CLAVE se refiere a una “actitud o manía enfermiza”, y el Diccionario VOX vuelve al calificativo de “trastorno mental”.
Asimismo coinciden casi todos los diccionarios en señalar como síntoma de megalomanía el creerse inmensamente rico, así como también el carácter delirante y fantasioso de quien padece de megalomanía. En el poseedor de grandes riquezas, propias o confiadas a su cuidado, la megalomanía conduce muchas veces al despilfarro desenfrenado y a una supuesta magnanimidad.
María Moliner señala asimismo algo sumamente interesante, como es que la megalomanía suele acompañar a una “parálisis progresiva”, aludiendo a que, efectivamente, con frecuencia el megalómano emprende, o simula emprender grandes tareas, que, o son ilusorias, o se quedan en el camino apenas comenzadas.
Generalmente la megalomanía va acompañada de otras formas de conducta que también suelen ser patológicas, como el narcisismo, el egocentrismo, el mesianismo, la paranoia, la mitomanía, el culto a la personalidad, etc.
La historia conoce grandes megalómanos. Dos de ellos particularmente conspicuos fueron Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler. Sin embargo, Napoleón se diferencia de Hitler en que, más allá de su delirio de grandeza su labor de gobernante produjo algunos efectos positivos muy importantes, que han subsistido hasta hoy. Hitler, en cambio, no dejó nada como no fuese miseria y horror. Todavía se perciben restos humeantes de su inmenso fracaso.
Megalomanía viene de un vocablo griego compuesto de las raíces mega– (grande) y manía (locura).
(*): Oiga de lunes a viernes, a las 11,30 a.m., el micro CON LA LENGUA EN ONDA, por la emisora ONDA 107.9 FM, en el programa de Mari Montes.