La paja bolivariana
¡No vaya a creer sorprendido amigo del proceso que se trata de una nueva forma de amor propio del Socialismo del Siglo XXI que todo lo cambia y altera! Nada más alejado de la ingle, la paja bolivariana está a nivel de boca y labios, es un ejercicio de bemba, un operativo de saliva, una actuación de revolucionarios bocazas que no lleva a ningún lado y no conduce a ninguna parte.
Razón tienen otra vez nuestros imaginativos estudiantes cuando se atreven a confirmar – con hechos y no con palabras – que el parlamento es un establo, un corral, una caballeriza, un aprisco, un redil, donde pastan a sus anchas los rumiantes sagrados del proceso, vacas bien nutridas, bien pagadas, bien instaladas, requiriendo sí, su buena porción de pienso, no de pensamiento, sino de hierba, de forraje, de paja pues, para ser acompañada con revolucionarias consignas con el escocés de 18 años y el hielo de rigor.
La paja bolivariana asume muchas formas: programa semanal televisivo, paseo en bicicleta persa, interpelación complaciente de correligionarios angélicos, cadena fastidiosa, anuncio con bombas y misiles de logros inexistentes, reiteración de proyectos inconclusos y ya iniciados, primeras piedras que se quedan en chucutos pedruscos, cifras huecas, láminas sin contenido, en fin, ilusiones negadas.
La paja bolivariana es más un asunto de hocico que de gobierno o de legislación. La paja bolivariana, en tanto que aspaviento de rabiosos belfos, es un manifiesto ejemplo de nuestro bolivariano desgobierno.