La oposición debe elegir su candidato para enfrentar a Chávez
Para triunfar, se debe ejercer la democracia
(%=Image(7988370,»L»)%)Elegir a través de unas primarias al candidato de la oposición no es un ejercicio fútil, ni tampoco debe analizarse con la óptica tradicional de buscar la mejor oportunidad para hacerlo, como si las circunstancias en las que estamos viviendo fuesen normales. Lo que estaría haciendo la oposición al seleccionar a un candidato sería crear el vórtice de un movimiento expansivo que requiere que su impulso sea canalizado para que no se desparrame. La fuerza del colectivo venezolano crece día a día, pero lamentablemente no encuentra la manera de concretar la presión para forzar a Chávez a que termine de entrar por el callejón electoral. El presidente golpea a izquierda y derecha, arremete contra todos y asoma caramelos a algunos porque no hay un contentor definido que se le enfrente. Cada vez que dice o hace algo, salen a relucir las palabras de repulsa de decenas de líderes de la opinión pública. Eso, claro está, no es criticable, ya que la esencia de la democracia es el derecho de todos a expresarse de la manera que consideren más conveniente. Sin embargo, es difícil vencer a un adversario, más a uno como Chávez, sin el impulso que podría dar el que la oposición se hubiese unificado en torno a un candidato.
Estamos, lo queramos o no, en un conflicto crucial. No es una guerra, mas en algo se le parece. Líderes capaces de conducir a ese valeroso colectivo abundan y muchos de ellos ya han asomado su liderazgo. La Presidencia es sólo una de las posiciones importantes dentro del Estado y ésta deberá ser ocupada por aquel venezolano, en el sentido más amplio de la expresión, que reúna las condiciones para integrar a todos los connacionales en un proyecto de país que deberá reflejar el deseo de la mayoría de los venezolanos a vivir en paz, con una verdadera justicia social y con la posibilidad de generar condiciones viables para el desarrollo económico de la nación. El candidato de la oposición debería ser el producto de una consulta popular. El presidente de la República en una verdadera democracia, es un primus inter pares y no un absolutista.
La democracia es el ejercicio del poder por los representantes del colectivo y no la sustitución de éste por una vanguardia revolucionaria o por la convicción mesiánica de un hombre. Todas las funciones en la conducción de un estado democrático son de igual importancia, ya que acarrean la responsabilidad de responderle al pueblo por sus actos. Es cierto que en un sistema presidencialista como el que contempla nuestra Constitución, la Primera Magistratura tiene un especial relieve, pero de igual manera son esenciales para el funcionamiento de una democracia las personas que asumirán las responsabilidades de Fiscal, Contralor, Defensor del Pueblo, y cada uno de los miembros del Tribunal Supremo, y del Consejo Nacional Electoral. Lo mismo puede decirse de los representantes de los estados a la Asamblea Nacional y de los gobernadores y alcaldes. Todas estas personas representan al pueblo en la conducción del Estado y no pueden ser reemplazadas por una versión tropical del Rey Sol.
La democracia es una eterna búsqueda de consenso para lograr, al menor costo posible para la sociedad, las mejores soluciones para alcanzar un desarrollo social y económico sostenible en el tiempo. Venezuela arrastra, desafortunadamente, en su inconsciente colectivo un espejismo de caudillismo y despotismo. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado ha luchado por erradicar esa visión de país que tantos males ha causado en el curso de nuestra historia. En Venezuela han existido ensayos importantes de corregir ese fatalismo del hombre providencial. Basta mencionar a algunos que han intentado darle un curso diferente a la historia y entre quienes destacan, para mencionar sólo a algunos de ellos,(%=Link(«http://www.venezuelatuya.com/biografias/vargas.htm»,»José María Vargas,»)%) (%=Link(«http://www.venezuelatuya.com/biografias/medina.htm»,»Isaías Medina Angarita,»)%) y (%=Link(«http://analitica.com/va/bitblioteca/rbetancourt/default.asp»,»Rómulo Betancourt.»)%)
Ahora podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estamos viviendo una época estelar de nuestra reafirmación como nación. El pueblo venezolano ha madurado a través de su lucha por resguardar a la democracia como el mejor sistema para la convivencia social. Es hora que tengamos confianza en su capacidad para lograr la selección efectiva de sus representantes, minimizando la interferencia de los cenáculos.
Cuando propusimos en el editorial de (%=Link(«http://analitica.com/va/editorial/6854267.asp»,»Analítica»)%) la necesidad de aprovechar la fuerza demostrada por la sociedad civil en “El Firmazo” para seleccionar al candidato de la oposición para enfrentar a Chávez, no lo hicimos pensando solamente en las próximas elecciones, sino sobre todo en la necesidad de comenzar a darle rostro a esa poderosa oposición que ha mostrado su fuerza en las calles. En esa ocasión señalamos que era necesario actuar independientemente de las fechas en las que se realizara la salida electoral para asegurar la unidad de mando de la oposición. Tenemos que tener nuestro propio proyecto de país en el que se requiere no sólo el nombre de un candidato a la Presidencia de la República, sino de buena parte del equipo que lo acompañará.
En la tarea de reconstruir al país no hay función carezca de importancia. También sostuvimos que no basta configurar un equipo sino que además debe plantearse al país qué es lo que tiene que hacerse para lograr la reconciliación nacional y presentar las soluciones requeridas para enfrentar la crisis política, social y económica que amenaza con destruir a la Venezuela que todos hemos soñado.
Por eso creemos que hay que darle rostro a la oposición y nada mejor que proceder democráticamente a seleccionar el candidato presidencial. Tenemos el mecanismo para lograrlo, ¿Qué esperamos para empezar a transitar, sin miedo, ese camino? Para triunfar, se debe ejercer la democracia.