La OEA, Súmate y la democracia
Indudablemente el tema de la democracia como ideal y como régimen político tiende cada vez más a ser debatido y ser objeto de discusión no solo en la academia nacional e internacional, sino además es centro y objeto de discusión en ámbitos más mundanos como el mercado, el club o e condominio o en ámbitos más formales como el PNUD, la ONU o la OEA.
El hecho de que la democracia sea centro del debate constituye un indicador fehaciente e irrebatible de que los ciudadanos de aquí y de alla, de Venezuela de otras latitudes no sólo hemos vivido en democracia, son más todavía hemos cultivado un cívico y hondo valor por la democracia, reconociendo precisamente las fallas y distorsiones, en las que muchas veces incurre el régimen democrático, que son explicables por su propia esencia de régimen de libertades, plural y de reconocimiento del otro. Lo cierto del caso es lo que debemos subrayar es que la democracia es perfectible, es mejorable y es cuantificable.
Esta última característica de ser en parte medible o cuantificable implica asumir en primer lugar que la democracia es como el hogar o el matrimonio, es decir no puede ser una condición o estadio per se, sino que se construyen, diseñan y redefinen de forma permanente. En segundo lugar, implica que de alguna manera podamos determinar, cuantificar o inferir cuando las cosas van or el camino del bien, de la prosperidad, de crecimiento, de progreso y desarrollo e todos los ordenes y cuando ocurre lo distinto.
Es en ese orden de ideas que observamos una legitima y natural preocupación por parte de algunos organismos, instituciones, organizaciones, ongs, partidos y gente común y corriente que expresa una preocupación porque algunos indicadores de la democracia comiencen a mostrar signos de decrecimiento o preocupación. La cuestión central, nodal y angular esta en asumir que la democracia al igual que un organismo puede crecer o decrecer, puede tener salud o padecer de ciertos males que de no ser corregidos acaban con la salud de la misma.
La Carta Democrática Interamericana refrendada por los jefes de Estado en Santo Domingo es categórica en su corto articulado de apoyar irrestrictamente todo gobierno electo popular, democrática y legítimamente, sin embargo, cuestiona, rechaza o condiciona todo gobierno que si bien es cierto ha sido electo popular y democráticamente menoscabe los derechos humanos y el régimen de libertades.
De manera que a nuestro parecer u óptica no nos preocupa o causa rechazo en lo más mínimo la preocupación que emane e cualquier organismo nacional o hemisférico por querer medir o monitorear nuestra democracia. Además, nos parece risible apelar a una concepción decimonónica y ahistórica de la soberanía en los términos de Jean Bodino. Sino no estoy incurso en delitos de ninguna especie porque ha de tener reparos en la sana preocupación de cualquier vecino.
La democracia en la región y hemisferio latinoamericano esta sometida a presiones que a nuestro juicio son mayormente de carácter interno que externo. Si la democracia concebida en la V República es “protagónica y participativa” que de malo tiene que otros actores tengan preocupación en la misma, y más todavía en medir el avance o deterioro que asume está última en países como el nuestro. Algo no podemos desconocer y es que el Estado de Derecho y el Régimen de Libertades en la Venezuela de la V República del Tcnel. Hugo Chávez esta indudablemente muy disminuido y esto es natural que cause preocupación a los demócratas, sean estos los ciudadanos de Caricuao, los de Súmate, los del interior de Venezuela o los visitantes de Fort Lauderdale.
(*) Politólogo