Opinión Nacional

La noche que nos invadieron los PARAMARCIANOS

Pocos minutos después de las 8 de la noche del
domingo 6 de mayo de 2004, una voz sombría conectó
todos los canales de radio y televisión para advertir
a los venezolanos y al mundo: «Señoras y señores,
tengo que hacer un grave anuncio… »

Las palabras que siguieron, emitidas en un programa
dominguero que se difundía a través de la red oficial,
causó notables escenas de risa. Pues el grave anuncio
consistía en que los «paramarcianos» habían aterrizado
en una finca dentro de Venezuela, y estaban barriendo
toda la resistencia que se les oponía en una serie de
sangrientas batallas. «Hombres del espacio interior
que provenían del exterior ocupaban territorio muy
cercano a Caracas».

El anuncio formaba parte de una obra radioteatral algo
excéntrica, pero tan neorealista -como que estaba
producida por un genio del teatro y del fingimiento.

Aquel espacio había comenzado de una manera muy poco
dramática. A las 9 PM los oyentes escucharon: «La
Columbia Broadmaladring y a George Hugo Orson Chávez y
su Teatro Ayacucho MVR del Aire, en… «La guerra de
los Inmundos, de H. G. Fidells.

Luego, se oyó la impresionante voz de Hugo Orson
Chávez: «Ahora sabemos que, desde abril del 2002
nuestra «revolución vomita» está siendo acosada muy de
cerca por inteligencias malignas las del
supraimperialismo mucho más desarrolladas que la
nuestra en inhumanidad.Tomen en cuenta que nosotros
apenas estamos comenzando.

Hasta entonces,el teatrero no había hecho nada capaz
de causar alarma.

Después de centenares representaciones del Teatro
Ayacucho», los beneficiarios del histrión admitieron
rápidamente que sus series dramáticas no estaban
resultando un éxito. El Teatro Ayacucho MVR, obtenía
sólo el 3 por ciento de la audiencia. La mayor parte
de la gente sintonizaba la red CD el tema de la
nación, «El Revocatorio» a la par de» Los Quemados de
Fuerte Mara».

Por este motivo, Orson Chávez, preocupado por los
niveles de audiencia estaba jugándose el resto en La
guerra de los inmundos». Sabía que la CD respaldada
por una burlada mayoría de la población eliminaría su
programa para siempre.

Rangel, Carneiro y Cabello sus asociados junto al DIM
y el Teatro G2, habían trabajado en la serie,ensayando
y reescrito el guión. La noche anterior a la salida al
aire, los tres hombres habían escuchado la grabación.

Orson Hugo entre tanto les dijo : «Nuestra única
oportunidad es hacer este programa lo más realista
posible. Tendremos que utilizar todos los artilugios
que seamos capaces de imaginar.

El equipo estuvo toda la noche agregando al guión
retazos de noticias verosímiles. Al día siguiente,
Rangel trabajó en los efectos sonoros apropiados:
ruido de multitudes presas del pánico, disparos,
chillidos…

Lo que ocurrió después, durante las veinticuatro horas
siguientes, dio que hablar sobre el «Teatro Ayacucho»
y sobre nuestro Orson en particula, o nuestro
particular Orson(tómenlo como quieran).

También ganó oyentes al espectáculo sus admiradores,
pero tanto más la mayoría que estaban obstinados
cuando comenzaron a girar sus diales y captaron «La
guerra de los inmundos» después de que hubieran hecho
los anuncios preliminares. Disponían de todo los
indicios de que lo que estaban escuchando era una obra
radioteatral. Pero también sabían que estaban
ocurriendo cosas extrañas.

«Señoras y señores: tengo que hacer un grave anuncio.

El objeto que cayó esta tarde temprano en Grovers
Mills, Nueva Tacagua, no era un meteorito. Por
increíble que parezca, el objeto contiene seres
extraños que, según se cree, constituyen la vanguardia
de un ejército imperialista proveniente del planeta
Marte».

A continuación se oyó una música suave: un toque sutil
para colocar ansiosa a la gente, para mantenerla
incómoda, sobre ascuas.

¿Qué estaba ocurriendo? El locutor interrumpió la
música de nuevo. El tono de su voz denotaba que se
sentía nervioso, aterrorizado. Los Imperiomarcianos,
repugnantes criaturas de piel correosa, se estaban
desplegando. La Policía Metropolitana y la del Hatillo
Jersey se precipitaba a interceptarlos. Se oyó más
música, otros anuncios febriles, seguidos de silencios
escalofriantes. La gente estaba pegada a sus
receptores. Se llamaba a los vecinos para que también
oyeran. Se telefoneaba a los parientes para
alertarlos. A través de toda Venezuela la gente
comenzó a ser presa de unas carcajadas febriles,
burlescas, incontenibles.

Entonces, el locutor -nuevamente en el aire- balbuceó:
Compatriotas..¡¡COÑO!! cómo que nos se nos cagó la
vaina!!.

«Conectamos ahora para dar difusión a un mensaje de
emergencia nacional formulado por el secretario del
ministerio de interior». Se escuchó una voz solemne
tartamuda que incitaba a la población a no ceder al
pánico; pero con el mismo tono, se le decía que los
marcianos que aterrizaban habían dejado una sustancia
rara parecida a unos cachitos lusitanos, así como
también vehículos espaciales, igualito a unos buses de
la vía de los sin techo. Miles de civiles y de
soldados habían estado a punto de ser barridos por
alienígenas vestidos de boys scouts con armas de rayos
letales.

Se emitieron entrevistas con testigos oculares, muchas
de las cuales corrieron a cargo de brillantes actores.

Un testigo narraba cómo había visto aterrizar objetos
llameantes, de los que luego emergían repugnantes
seres; cómo instrumentos invisibles contentivos de los
rayos que arrasarían al presidente, cuarteles,
aeropuertos y miles de personas; y hasta qué punto los
extraños alienígenas resultaban indetenibles.

Uno de los actores de Orson , que desempeñaba el papel
de Canciller de la República Bolivariana quien
advierte al pueblo contra los peligros del pánico y
admitiendo que habían exagerado un poco.

El programa terminó con un Hugo Orson Chávez que,
desde la cúspide de Miraflores, gritaba que Venezuela
no podía ser invadida de reparos revocatorios que todo
eso era un miserable fraude.

Su enfermizo relato amenazó en transformarse, al
final, en un leco igualito al que pegan los ahogados.

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