La Noche de los Cuchillos Largos
Al enterarse uno de las sorpresivas acciones nocturnas del régimen en estos últimos días, encaminadas todas a cerrarle a la oposición las vías democráticas, tratando de impedir el referendo revocatorio, le vienen uno a la mente noches terribles del pasado. Seguramente, el pensamiento totalitario y fascistoide de Hugo Chávez y su banda quiso emular esas noches, aun a sabiendas de que no podía ejecutarlas del mismo modo en el siglo XXI.
En la noche del 29 y 30 de junio de 1934, Adolfo Hitler dirigió una purga mortífera en contra de quienes consideraba opositores suyos dentro del partido nacional socialista del trabajo: el importante contingente de la S.A., dirigido por Ernst Röhm. En una redada, en pocas horas, los secuaces de Hitler, según declaraciones de éste, ejecutaron a 61 personas y mataron a otras 13 que se habían resistido al arresto (según otras versiones fueron 400 los muertos). Después de que se había mantenido en secreto la masacre, en un discurso difundido el 13 de julio por cadena nacional de radio en toda Alemania Hitler le dio su nombre a la terrible purga: la Noche de los Cuchillos Largos. En su discurso, el Führer justificó que se hubiera procedido sin orden judicial. Sus palabras textuales fueron: “En esta hora era mía la responsabilidad por el destino del pueblo alemán y por esa razón me constituyo en el juez supremo del pueblo alemán. Yo di la orden de fusilar a los cabecillas en esta traición”.
Con la Noche de los Cuchillos Largos se le dio el vuelco definitivo a la historia de Alemania. Como decimos en el lenguaje criollo, Hitler “le dio la patada a la lámpara” y aclaró de una vez por todas que él era el jefe supremo de Alemania y que tenía derecho de ser juez y jurado, pudiendo decidir si alguien debía vivir o morir.
Poco después de la Noche de los Cuchillos Largos hubo otra noche terrorífica en Alemania: la Noche del Cristal Roto (Kristallnacht), el 9 de noviembre de 1938 se desataron toda una serie de pogromos contra los judíos de Alemania. En pocas horas se procedió al daño o a la destrucción de miles de sinagogas y de negocios propiedad de judíos. La noche fue calificada como de los Cristales Rotos, por la inmensa cantidad de vidrios que cubrían las calles después de que los nazis rompieron las vidrieras de los negocios judíos. El pretexto para esa terrible noche fue el asesinato en París de un diplomático alemán, Ernst vom Rath, perpetrado por un judío polaco, un adolescente llamado Herschel Grynzpan.
Durante la Noche de los Cristales Rotos, las tropas de la SS asesinaron a más de 90 judíos e hirieron a muchos más. Hubo arrestos masivos de judíos a quienes se llevó a campos de concentración. Se calcula que cerca de 30.000 judíos fueron enviados a los campos de concentración de Sacheshausen, Buchenwald y Dachau. Sólo se liberaba a los judíos que consentían en transferir sus bienes a arios.
Otro día y otra noche de terror en la historia de la humanidad, siglos antes, fueron los de la famosa masacre del día de San Bartolomé. El 24 de agosto de 1572, el día de san Bartolomé, bajo el reinado de Carlos IX, grupos católicos de Francia, bajo las órdenes del rey, azuzado por su madre, Catalina de Medicis, fueron asesinados en París miles de hombres, mujeres y niños por el solo hecho de ser hugonotes.
Aunque, es inconcebible, al menos por ahora, que el régimen que nos desgobierna pueda proceder a asesinatos masivos, uno se pregunta si las acciones de la DISIP, de la G.N. y del DIM en las últimas noches del mes de mayo no tienen similitudes con las terribles noches arriba citadas. Me atrevo a decir que tienen algo en común: no permitir la disidencia, no aceptar opiniones distintas a las del poder que se quiere absoluto, juzgarse todo poderoso para decidir sobre la suerte de los venezolanos, por encima de la ley y la justicia. La diferencia fundamental, fuera del grado de violencia homicida que no se ha alcanzado, está en el hecho de que Hitler contaba con un apoyo masivo de los alemanes que no habían abierto los ojos frente a lo que les deparaba el futuro y su ejercicio del poder absoluto se afianzaba cada vez más. En Venezuela, en cambio, la violencia ordenada y fomentada por el aprendiz de dictador es fruto del terror que tiene frente a la caída de su popularidad y la pérdida inminente del poder.
Las barbaridades del régimen militar venezolano, emuladoras de barbaridades del pasado, no son otra cosa que signos de debilidad. Afortunadamente. Hoy todo se sabe gracias a la “aldea universal”, lo que nos permite no estar solos y tener claramente una esperanza de que pronto vamos a salir de las tinieblas, no como los alemanes, por una guerra espantosa, sino por nuestra propia fuerza interior