La multiplicación de la oposición
En mis últimas columnas, he insistido que el objetivo principal de la oposición debe ser recuperar el favor de lo que he llamado la “tercera Venezuela”. Ese tercio del electorado, aproximadamente, que no es ni chavista ni antichavista y que en estos seis años ha oscilado entre el gobierno y la oposición.
Actualmente, aparece en las encuestas apoyando al gobierno. La oposición debe dejar de “hablarle” sólo a la Venezuela antichavista, concentrada básicamente en los sectores medios y urbanos, y ocuparse de las preocupaciones de la gran mayoría: pobreza, empleo e inseguridad. La oposición requiere manejar mejor los aspectos a-racionales de la política: las esperanzas, las emociones, las ilusiones, los mitos, los símbolos y la identidad del pueblo. La política no es sólo “razón” sino también “corazón”.
La oposición debe presentar una alternativa coherente y creíble al modelo fracasado y empobrecedor del militarismo estatista. No se trata de inventar una “unidad” artificial, tipo “de Bandera Roja a Fedecamaras”, que tuvo algún sentido en el referéndum. El vacío político, creado por la irresponsable atomización de la oposición, debe ser llenado por dos o tres alternativas, que deberían después coordinar su acción frente al chavismo, pero manteniendo su especificidad programática.
Hay que multiplicar la oposición, en cambio de dividirla. Un efecto multiplicador “supremamente” potente sería la “fundición” de los partidos afines del centro democrático. Los electorados de COPEI, PJ, PV y Convergencia son complementarios. PJ es fuerte en la Gran Caracas, mientras COPEI mantiene una relevante implantación nacional y 24 alcaldías, incluyendo San Cristóbal, San Francisco (Maracaibo), Porlamar y Lagunillas. PV y Convergencia aportarían los estados Carabobo y Yaracuy. Pero no se trata de sumar debilidades, la multiplicación vendría del impacto psicológico masivo, producido por la creación de un nuevo “punto de referencia” creíble. Venezuela y la comunidad democrática internacional lo están pidiendo a gritos.
El camino es difícil, pero necesario. Arístides Calvani decía que en política hay que hacer posible lo deseable, para eso están los dirigentes. Hay que estar a la altura del tiempo histórico. Con coraje y voluntad política, se superan las mezquindades y el vuelo rasante de las gallinetas, que no logran levantarse por encima de la maleza y otear el horizonte del futuro.