La muerte del Capitán
Es prácticamente imposible para el escritor lograr desprenderse y aislarse de lo cotidiano, del dolor, la alegría, los éxitos y derrotas y naturalmente de los hechos que rodean nuestro diario vivir signados por el afán, la tensión y demás estados que tienen una injerencia directa no sólo en nuestros hombres y mujeres, sino más aún en aquellos seres dedicados a la cultura, las humanidades y artes, quienes representan en una pintura, tallas, obras de teatro o escritos su actitud frente a la vida y su manera de evaluar un determinado hecho o fenómeno social, político o cultural.
En este sentido, nos corresponde hacer mención a nuestros escritores venezolanos, (sean estos dramaturgos, cuentistas, ensayistas o poetas) y particularmente al caso que hoy nos ocupa; nos referimos al último libro del profesor Stalin Gamarra, hombre de letras, autor de Arcalión, premiado por el CONAC y Genecalípticos, entre otros. En esta nueva obra, Stalin Gamarra de forma pulcra, categórica y también sugerente logra representar el drama de nuestros países latinoamericanos, los problemas y distorsiones que registran nuestras sociedades, estas últimas sumergidas en una lucha despiadada y reiterada de los hombres por el poder, movidos en muchos casos por el odio y demás sentimientos que lo reducen como persona y los deshumanizan.
Concretamente, La Muerte del Capitán, (Caracas, 2004, Comala) es una representación exquisita alrededor de seis personajes que son la expresión más acabada de la lucha por el poder, la envidia, la astucia, el proselitismo y la manera de conducirse y hacer política por parte de algunos personajes que abundan en el marco latinoaméricano.
De manera que su obra esta imbuída en una serie de episodios y entretelones donde sobresale la condición humana de dos personajes como Zoilo y Ambrosio, representantes de la astucia, el autoritarismo, la sumisión, la maldad y la irreverencia como rasgos definitorios y presentes, en estos personajes que sin escrúpulos encarnan ese animal que muchos tienen por dentro y que paradójicamente son la negación de nuestra esencia como seres humanos, como seres pensantes, racionales y sociables, y que peor aún, lejos de tener el rechazo de nuestra población, ha resultado favorecidos a partir de discursos vagos, emotivos y mesiánicos en contra del orden, los estamentos y la norma.
La Muerte del Capitán tiene además un personaje central, Magda, como expresión del dolor y la injusticia. Indudablemente estamos en presencia de una obra que nos dibuja el fraude y la intolerancia a los cuales han sido sometidos nuestros pueblos latinoamericanos y donde no hace falta nombrar a Venezuela, ni mucho menos a Hugo Chávez Frías como expresión malsana de la política ruin y baja que ha caracterizado nuestro devenir como sociedad en los últimos años.
Nuestros pueblos y ciudadanos deben ser más cautelosos, menos emotivos y más desconfiados de todo aquel líder que a partir del dolor ajeno y con una pose falsa dirige un discurso fabulado, marinado con la pureza y lo sacro, el renacimiento de la patria, junto a la exaltación de Bolívar, Jesucristo y Castro, y que en su esencia y accionar deja claro ser un discurso y se transforma en un accionar netamente profano, simulado, maniqueo y que termina siendo la quimera de nuestra gente desdichadas que espera por un cambio que nunca se materializa y unas esperanzas escurridas en el drama de cada día, donde la supuesta revolución de Chávez antes de envejecer ya perdió su lozanía y expectativas.