Opinión Nacional

La mirada del muerto

El socialismo ha sido por siempre una ideología necrófila. No puede existir sin que haya muertos, y generalmente necesita idealizar a un fallecido en particular. Los millares o millones de muertos ordinarios que la locura de su implantación ha requerido, tratan de ocultarlos, disimularlos o en último caso justificarlos con la mentirosa propaganda de la infaltable maquinaria publicitaria que utilizan para disfrazar sus recurrentes tropelías, arbitrariedades, fracasos e ineptitudes

La revolución bolchevique en sus inicios se cobijó tras el fantasma de Carlos Marx y glorificó la monstruosidad de convertir en cadáveres profanados a los miembros de la familia imperial. Luego exhibieron el cadáver de Lenin en un sarcófago de cristal, momificado cual si de un faraón se tratase. Sin embargo, con toda su locura y vesanía el sucesor de Lenin, Iosif Stalin logró establecer el estalinismo, que aun tiene seguidores a nivel mundial. Gente que disfruta de apabullar violenta y bárbaramente a quien se les oponga, sin mostrar escrúpulo alguno a la hora de usar los métodos más brutales para imponer su intolerante hegemonía.

Los estalinistas podrían definirse como enemigos de la civilización y del avance de la humanidad por su obtusa manera de comportarse para evitar a todo trance la convivencia pacífica entre bandos contrarios, el pluralismo y la solución de las diferencias mediante el diálogo civilizado.

Su amor por resolverlo todo por medio de la violencia, el apabullamiento, el uso sistemático del sectarismo, la mentira, la difamación y los infundios para desacreditar a los adversarios políticos es habitual en los socialistas trogloditas que por desgracia han resucitado en Venezuela para corroborar por enésima vez en el mundo que sólo sirven para sembrar el caos, dislocar y disociar a la sociedad con sus criterios errados, obsoletos y periclitados junto a las falacias comunitarias que usan para encubrir la asquerosa corrupción que anida en sus almas.

Los chinos enterraron a Mao Tse Tung literalmente. Su imagen sólo sirve como ícono decorativo. Mao si tuvo a alguien digno de llamarse sucesor, un hombre inteligente y de talento que, sin abandonar la cerril intolerancia política comunista supo echar al cesto de la basura todo el andamiaje ideológico que había provocado millones de muertes a causa del hambre y de la neurótica planificación central con sus torpezas económicas, y se decidió por el más lógico razonamiento: Para que China pudiera sobrevivir y avanzar fuerte y retadora como una potencia mundial debía producir todo y de todo; y para alcanzar ese fin solo podían usarse los métodos comprobadamente eficaces y desechar todo lo que se hubiese demostrado inútil e inservible para que un país avance.

Una decisión como esa sólo puede asumirla una dirigencia esclarecida, inteligente y no una banda de delincuentes descarados que en su escaso entendimiento piensan que la única posibilidad que tienen para evitar ser barridos y echados a patadas del poder sólo pueden refugiarse en la mirada del muerto.

@jorgeramfer

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