Opinión Nacional

La mentira, política de Estado

Es difícil prever el comportamiento de una persona quien se mueve entre la mentira y la verdad manipulada, que acuse trastornos de personalidad y haga dogma de sus obsesiones. Es el caso de Esteban. Su repetida estrategia de los dos pasos adelante y uno atrás dejan como saldo doce años de destrucción de la modernidad alcanzada por Venezuela en el siglo XX, si la reducimos al agua blanca, la canalización de aguas servidas, el uso de electricidad y el aprecio por la ilustración.

Entre tanto, es fácil prever el comportamiento de los venezolanos quienes en defensa de la libertad descubren la virtud de la unidad. Ella les da frutos tangibles después de una onerosa jornada de lucha por la dignidad, sembrada de experiencias y de errores derivados del sometimiento que aún vive el país por obra de la corrupción y el terror, como políticas de Estado.

No por azar, desde el día inaugural, el 19 de Abril de 1810, en Venezuela se reconoce que el hábito del sometimiento relaja los muelles de la moral, de donde la divisa nacional es la libertad.

La victoria del pasado 26S es el inicio de un compromiso para los venezolanos anhelantes de la democracia como experiencia de vida. Es un acto de fe, si se quiere, pero no suficiente para contener los embates de la perversidad instalada en el seno del Estado militar y cubano que aún nos domina.

Urge tener presente y hacer buena la idea que el mismo Esteban deja correr el día primero de su Gobierno, cuando luego de jurar en falso dice sobre la necesidad de construir el futuro mirando al pasado como Jano. ¡Y es que en tal fecha aquél predica que buscar consensos con los que se oponen a los cambios -a sus cambios- es una traición!

Los reconstructores de Venezuela no deben olvidar nunca que los deseos de quienes aspiran a la concordia nacional, al cese de la violencia, al logro del sustento vital sin prostituirse, están ausentes en el decálogo de su contraparte, quien -traicionada por el subconsciente- afirma el 2 de febrero de 1999 no ser «una obra maléfica de Satanás que nació en Barinas de nuevo y anda por Venezuela oloroso a azufre».

En la acción pendiente para recuperar al cuerpo de la nación es importante contar con los soldados de la memoria, no sea que la rutina del Parlamento a instalarse obvie la gravosa circunstancia personal de quien es la mentira hecha carne y a quien urge controlar sin concesiones.

Dadas las personalidades varias que dominan al interior de su mente, es capaz de negar lo declarado el último abril por su minoritario PSUV, que se descubre marxista y afirma, a renglón seguido, que «el enemigo principal de la Revolución Bolivariana es el imperialismo capitalista, sus monopolios transnacionales, en particular los del sector financiero, tecnológico, militar, económico y mediático, por una parte, y por la otra, la alta jerarquía eclesiástica contrarrevolucionaria, la oligarquía, las burguesías apátridas, así como todo sector social que, al igual que aquéllos, le sirva de base social al imperialismo».

Es capaz, incluso, de repetir el ejemplo de su maestro, quien el 2 de diciembre de 1961 afirma que «si hubiéramos dicho que éramos comunistas, aun estaríamos en la Sierra Maestra». Puede reiterar, sin temor a la vergüenza, el contenido de su propio discurso ante el Congreso que lo jura como gobernante el último año del siglo pasado: «El gobierno que yo empiezo a dirigir hoy es un gobierno serio que respetará los acuerdos que se firmen y las inversiones», pues «estamos buscando un punto intermedio, tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible».

Las lluvias por venir y pendientes no serán menos tormentosas que las conocidas. Cabe a todos estar prevenidos ante los desafíos más difíciles que nos esperan, antes exorcizar a Venezuela de Esteban y los suyos. La armonía prometida al pueblo, desde las aceras del credo democrático, es con el pueblo y no el Gobierno.

Aquí, de nuevo, la memoria se impone sobre la mentira. Antes de darnos nuestra primera Constitución, el Congreso constituyente de 1811, en su Declaratoria de los Derechos del Pueblo, recuerda para siempre y dentro de éstos que «los delitos de los representantes y agentes de la República no deben quedar nunca impunes, pues ninguno tiene derecho a hacerse más inviolable que otro».

Los diputados de la oposición democrática, en suma y como lo reclama el padre de nuestra República civil, Rómulo Betancourt, harán labor de patria si limpian sus memorias y leen y estudian, antes de ejercer, la historia de González Guinán.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba