La mentira como instrumento de la Guerra Comunicacional
1º PARTE: Filosofía de la mentira política
En uno de mis ensayos sobre la Teoría del Caos Social (*) esgrimí la definición del Vórtice Social como un proceso cíclico, dinámico, producto de una realidad, irregular y discontinua que se puede explicitar en sub fases, y aseguré entonces que esas fases son cuatro: Controlentropía, fase entrópica, caos y negentropía. La primera fase, que es en esencia de auto organización social, está integrada por aquellos procesos que el sistema utiliza para controlar los mecanismos reductores de la entropía y su consecuencia: El caos.
Junto al miedo y al odio, la mentira se constituye en una de las herramientas más poderosas para la reducción de las entropías sociales, porque la mentira cohesiona a las poblaciones alrededor de un auto de Fe, en torno a las esperanzas manifiestas o tácitas que promueve un líder o la institucionalidad, y porque las masas siempre estarán más dispuestas a probar una y otra vez la miel empalagosa de una mentira que a tragarse el bocado seco de una verdad dolorosa.
PRECISANDO UN CONCEPTO:
¿Cómo se define una mentira? Veamos: una mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa o parcial, esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma parcial o total. Una cierta oración puede ser una mentira si el interlocutor piensa que es falsa o que oculta parcialmente la verdad. En función de la definición, una mentira puede ser una falsedad genuina o una verdad selectiva, exagerar una verdad o incluso la verdad, si la intención es engañar o causar una acción en contra de los intereses del oyente. Las ficciones, aunque falsas, no se consideran mentiras. Mentir es decir una mentira. A las personas que dicen una mentira, especialmente a aquellas que las dicen frecuentemente, se las califica de mentirosas. Por lo tanto, mentir implica un engaño intencionado, consciente, que estudios demuestran que involucra un esfuerzo intelectual porque el ser humano tarda más mintiendo que diciendo la verdad.
Pero también es mentira el acto de la simulación o el fingir, actos por demás comunes entre los líderes políticos, pues para mentir no se necesita decir palabra alguna. Ahora bien, mentir está en contra de los cánones morales de la casi totalidad de las sociedades y está específicamente prohibido, tachado como pecado o falta grave, en muchas religiones. La tradición ética y los filósofos están divididos sobre si se puede permitir a veces una mentira, pero la mayoría se manifiesta en contra, excepto… Excepto ¡Platón! Increíble ¿verdad? Platón decía que sí, que en determinadas circunstancias es válida una mentira, mientras que Aristóteles, san Agustín y Kant sostenían que nunca se puede permitir.
En función de este acercamiento conceptual, y tomando en cuenta las circunstancias, asumimos que mentir para proteger a personas de un opresor inmoral puede ser moralmente permisible. Sin embargo, mentir de una forma que intensifique un conflicto, en vez de atenuarlo, generalmente se considera la peor falta moral.
¿Y un mentiroso? Un mentiroso es una persona que tiene una tendencia sostenida y comprobable a decir mentiras. La tolerancia de la gente con los mentirosos habitualmente es muy pequeña, y a menudo sólo se necesita que se sorprenda a alguien en una mentira para que se le asigne la etiqueta de mentiroso y se le pierda para siempre la confianza. Esto, por supuesto, es moderado por la importancia del hecho al que se refiera la mentira.
Una mentira graciosa, conceptuada comúnmente como ‘engaño jocoso’ con propósito humorístico, cuando la falsedad se entiende, no se considera inmoral y es una práctica utilizada ampliamente por comediantes y humoristas, que es tangencialmente diferente a la ‘mentira estratégica’. El filósofo Leo Strauss acentuó la necesidad de mentir para ocultar una posición estratégica, o para ayudar a la diplomacia. Así lo hicieron también los representantes de la filosofía política, desde Maquiavelo hasta la «mentira noble» de Platón.
Sin embargo, es virtualmente imposible que las mentiras desaparezcan completamente del ámbito de la política, de la justicia, de la diplomacia, del periodismo y de otros muchos ámbitos de la vida social, tal y como no pueden ser excluidas de las guerras que éstas mismas actividades, supuestamente, deberían prevenir, porque pese a que las mentiras estén mal vistas, se ve como algo normal considerar que hay unas mentiras peores que otras.
TIPOS Y CLASES DE MENTIRAS, SEGÚN…
Según san Agustín, existen ocho tipos de mentiras: 1º.- Las mentiras en la enseñanza religiosa. 2.- Las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie. 3.- Las que hacen daño y sí ayudan a alguien. 4.- Las mentiras que surgen por el mero placer de mentir. 5.- Las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso. 6.- Las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien. 7.- Las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien. 8.- Las mentiras que no hacen daño y protegen la «pureza» de alguien. Pero san Agustín aclara que las «mentirillas», definidas como aquellas afirmaciones inocentes e inocuas que se dicen aún faltando total o parcialmente a la verdad, no considerarse ‘mentira-de-pecado’.
Otro que abordó la tipología de la mentira fue Tomás de Aquino. Distinguió tres tipos de mentiras: 1.- La útil. 2.- La humorística. 3.- La maliciosa. Según Tomás de Aquino, los tres tipos de mentira son pecados. Las mentiras útiles y humorísticas son pecados veniales, mientras que la mentira maliciosa es pecado mortal.
Ahora bien, el tipo más grave de mentira es la calumnia, ya que con esto se imputa a un inocente una falta no cometida en provecho malicioso. La calumnia es la imputación falsa a una persona de la comisión de un hecho que la ley califique como delito, a sabiendas de que éste no existe o de que el imputado no es el que lo cometió. La diferencia con la difamación es que el calumniador debe realizar la acusación formal ante un órgano jurisdiccional competente, ya que en caso de no existir denuncia, es una mera difamación.
La difamación carece del sustento legal que la falsa imputación atribuye a la calumnia, pero no por ello es menos perniciosa. De hecho, en algunos códices civiles y penales se considera peor que aquélla, porque su condición anónima pero pública hace que el mensaje falso se propale con mayor rapidez, intensificando la falsedad difamada con las constantes e inevitables tergiversaciones, respecto a la difamación original.
La difamación es, entonces, definida como la comunicación a una o más personas con ánimo de dañar, de una acusación que se hace a otra persona física o moral de un hecho cierto o falso, determinado o indeterminado, que pueda causar o cause a ésta una afectación en su honor, dignidad o reputación. En los orígenes del derecho anglosajón, la difamación está en la sección de los agravios, definidos como…”declaración dañosa en una forma transitoria, sobre todo de forma hablada” y en la sección de libelos, conceptuados éstos como “declaración dañosa en un medio fijo, sobre todo escrito pero también un cuadro, signo, o emisión electrónica”, cada uno de los cuales da un diferente derecho de acción.
Para el derecho anglosajón, la diferencia fundamental entre libelo y difamación está únicamente en la forma en la cual la materia difamatoria es publicada. Si el material ofensivo es publicado en alguna forma efímera, como en forma hablada o sonidos, dactilología, gestos y otros por el estilo, entonces esto es difamación. Si es publicado en una forma más duradera, por ejemplo en documentos, películas, discos compactos y otros por el estilo, entonces es considerado un libelo. Algo parecido sucede en el Derecho Romano, en el que la difamación es la calumnia oral y el libelo es la forma escriturada de la difamación.
LA FILOSOFÍA DE LA MENTIRA POLÍTICA
En una breve revisión de los inicios de la filosofía, se descubre el interés por la preocupación del conocimiento, interrogándonos sobre los aspectos fundamentales de la existencia y la experiencia. La filosofía propone ver que tan lejos es capaz de llevarnos la razón, preguntándonos sobre la naturaleza de la percepción, la experiencia y el entendimiento humano, es decir, la esencia última de todo aquello que existe, (Ontología) y cómo después de todo, podemos conocer, (Epistemología).
Pero es en la epistemología moral de las religiones (en este caso, de la religión católica, apostólica y romana) donde más se abunda en definiciones y acepciones de la mentira como concepto filosófico de la transgresión a la verdad y sinónimo de pecado. Aquí, la filosofía de la mentira transmuta en una moral de la verdad asociada a una particular categorización de la mentira, clasificación que hace referencias sostenidas a Santo Tomás y San Agustín.
En varios pasajes de las obras de Nietzsche[1], pero sobre todo, en su pequeño escrito “Sobre Verdad y Mentira En Sentido Extramoral” [2] (que vio la luz como texto póstumo en 1903), aclara que la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica sino en la imaginación. En la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, enigmas y modelos, y así, para Nietzsche, el edificio de la ciencia se alza sobre las arenas movedizas de ese origen.
“El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad”.
Aun cuando en los estudios de Derrida [3] y de Ricoeur [4] en torno a la metáfora y la interpretación apenas se insiste en Nietzsche, todo cuanto se piensa, se piensa a partir de él. La influencia que el pensamiento de Nietzsche ha producido en la mentalidad de Occidente es tan grande que ya no es posible filosofar sin contar con las impresiones causadas por su obra. Nietzsche fue el primero en sugerir explícitamente la exclusión de la idea de “conocer la verdad”, como si esta fuera algo ajeno a toda interpretación, como si pudiese darse una verdad purificada, aséptica, descomprometida de todo interés humano, ajena a toda voluntad de poder, puesta en ejercicio a través de la voluntad de ficción. Este “querer algo” es a lo que Nietzsche denomina “interpretar”. Si la voluntad de poder es voluntad de más poder, la interpretación es la operación concreta de la adquisición del dominio sobre las cosas.
Para Nietzsche puede haber errores necesarios: a veces necesitamos la ceguera y debemos permitir que ciertos errores y artículos de fe permanezcan intactos en nosotros mientras nos mantengan en vida.
“Hemos organizado un mundo en el que podamos vivir suponiendo cuerpos, líneas, superficies, causas y efectos, movimiento y reposo, forma y contenido; ¡sin estos artículos de fe nadie sería capaz de soportar la vida! Pero esto no significa que ya se ha aprobado algo. La vida no es argumento; pues el error podría ser una de las condiciones de la vida” [5]
Es precisamente por esa organización de mundo que el mito, en tanto y cuanto ‘postulado-error’ abarca una dimensión de la vida humana, que sería inaccesible a una postura epistemológica puramente objetiva. El que no podamos aprehender una historia exclusivamente objetiva, tiene su fundamento no en una necesidad de mistificación, o en un anhelo de posibles trasmundos, que actuarían en una dirección oculta, sino en que el propio sujeto está inserto en la historia y pretende desesperanzadamente acceder a la profundidad insondable del sentido, lo que equivaldrá siempre a querer penetrar en la profundidad de sí mismo. La constricción a la mentira se funda en la naturaleza de la propia verdad.
Pero para dar con la raíz de un referente filosófico sobre la mentira y el engaño, habría que remontarse hasta La paradoja de Epiménides [6] para luego dar un salto hasta Gödel [7] y su Teorema de la Incomplenitud. [8] Epiménides fue un legendario poeta filósofo del siglo VI a. C. a quien se le atribuye haber estado dormido durante cincuenta y siete años aunque Plutarco afirma que sólo fueron cincuenta. Se atribuye a Epiménides haber afirmado:
“Todos los cretenses son unos mentirosos”.
Sabiendo que él mismo era cretense, ¿Decía Epiménides la verdad? La paradoja de Epiménides, también puede sintetizarse en “Miento. Hablo” Así lo propone Foucault,[9] en «El pensamiento del afuera«. En este sentido, la ficción tal como la conocemos, también queda a prueba.
El resultado más revolucionario de la Lógica del siglo XX, por el que Kurt Gödel es especialmente famoso, es el teorema de incompletitud, publicado en 1931. El teorema de incompletitud de Gödel es bastante sencillo de entender una vez que hemos introducido la paradoja del mentiroso. [10] Gödel hizo manipulaciones para trasladar el lenguaje natural del mentiroso al lenguaje de las matemáticas. Lo que probó es comparable (isomorfo) a la afirmación «Este teorema no tiene demostración». ¡Lo sorprendente es que él probó el teorema! Diseñó su propio lenguaje lógico para esto. En definitiva, descubrió que existían afirmaciones verdaderas que no podían ser probadas dentro del sistema.
LA MENTIRA POLÍTICA
(Entre Emmanuel Kant y Hanna Arendt)
La política viene, genealógicamente, de la guerra, de ahí que una política, sin antagonismos de ideas o intereses es absolutamente impensable. La política fue inventada, precisamente, para dar formato argumental al antagonismo violento. La política, en consecuencia, debe ser construida, paso a paso, a partir de las condiciones pre-políticas que no sólo la preceden, sino que además, la rodean. Esta es una tesis central de quien fuera uno de los primeros filósofos políticos de la modernidad: Emmanuel Kant. En su texto La Paz Perpetua,[11] desarrolla Kant ideas relativas, no sólo para terminar con las guerras y alcanzar la paz, sino que además, y sobre todo, para construir relaciones políticas desde el fondo mismo de la guerra.
Nietzsche, aclara en varios pasajes de sus obras, pero sobre todo en su pequeño escrito Sobre Verdad y Mentira en sentido extra moral [12](texto póstumo editado en 1903) que la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica sino en la imaginación. En la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, enigmas y modelos. El edificio de la ciencia se alza sobre las arenas movedizas de ese origen. Para confirmar esta apreciación basta con volcar la mirada hacia sus conceptos sobre la verdad:
“¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes.Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal[i]
Estos supuestos dan la clave de la respuesta de Nietzsche a la pregunta por el impulso a la verdad. El hombre es un animal social y ha adquirido el compromiso moral de «mentir gregariamente», pero con el tiempo y el uso inveterado…
“…se olvida […] de su situación […] por tanto miente inconscientemente y en virtud de hábitos seculares y precisamente en virtud de esta inconsciencia […] de este olvido, adquiere el sentimiento de verdad”[ii]
Con razón podemos constatar que hay mucho Kant en la epistemología de Nietzsche. Pero regresemos a Kant. Él, al igual que Hobbes, Rousseau y Locke, pertenece a una tradición política contractualista. La idea de un contrato, que no sólo ha de ser subscrita, según Kant, entre y por Estados, sino que en primer lugar entre los ciudadanos de una nación, significa establecer la primera marca que lleva, de la paz armada, que es la de los ejércitos, a la paz política, que es la de los ciudadanos. Ahora bien, para que exista un contrato, ya sea entre individuos, o entre éstos y un Estado, o entre aquéllos, es preciso dejar de lado las armas de la guerra. Y una de las principales armas de toda guerra, es la mentira. Es por esa razón que Kant opinaba, reiteradamente, que mentira y política son absolutamente incompatibles.
La consideración del tema del contractualismo social[13] como instancia previa primero, y complementaria después, al contractualismo político paraestatal, resulta por tanto indispensable en el análisis del texto La Paz Perpetua de Kant. Porque pese a sus múltiples alusiones a la naturaleza humana pre-social y pre-política que lleva a cabo Kant a lo largo de este libro, el punto de partida del texto, a diferencia de muchos otros textos suyos, no es antropológico, sino político. Esto quiere decir que la unidad central de referencia no es el individuo porque éste, en el texto ya se encuentra social y culturalmente organizado. Y lo está desde sus primeras líneas. Kant, por lo tanto, da por descontado en La Paz Perpetua, y sólo ahí, el proceso de civilización que lleva a la institucionalización del Derecho, pasando por múltiples y discontinuas fases de interiorización normativa.
Se constata una plena coherencia entre lo que podríamos llamar filosofía individual respecto a la filosofía política. Para Kant, ni a los individuos ni al Estado les está permitido mentir, si es que pretenden regular sus relaciones alguna vez. El no mentir, aun fuera del sustrato religioso de donde imperativamente proviene es, para Kant, un mandamiento, que aunque sea civil, es condición apriorística, tanto de la razón práctica como de la norma legal, y por cierto, base de todo arreglo pacífico.
Pero no se trata de que la mentira deba ser interdicha por ser un pecado sino porque, en primera línea, desfigura a la realidad, lo que dificulta la comunicación humana, base de toda política. En ese sentido distingue Kant en su Methaphysik der Sitten (1797)[14] tres tipos de mentiras. La primera, es la mentira interior, o a sí mismo porque – en este punto Kant es implacable – «lesiona la dignidad de la humanidad en la propia persona» (Ibíd. pág.516). La segunda es la mentira que no necesariamente va unida al engaño, como escribir al pie de las cartas «su seguro servidor», por ejemplo (Ibíd. pág.517). La tercera es la peor de las mentiras; es la cometida con el propósito expreso de engañar al otro (Ibíd. pág.519).
Para Kant, la mentira, o la no veracidad, deviene de una actitud pre-moral, correspondiente al estadio natural que es, a su vez, lo repite siempre, un estado de guerra. En las relaciones que llevan a la paz no está permitido mentir, del mismo modo que lo está en las relaciones que conducen a la guerra. Esto no lo dice Kant, pero se deduce del contexto, deducción que es, precisamente, uno de los motivos por los cuales Kant rechaza tan abiertamente toda posibilidad que lleve a introducir la lógica militar en materias morales o políticas. Pues en la guerra no sólo está permitido matar, sino que además, la mentira forma parte de la lógica del exterminio. Quien quiere aniquilar a un enemigo tiene necesariamente que mentir. La estratagema, la emboscada, el asalto por sorpresa, la difusión de falsas noticias, son partes inseparables del dudoso arte de la guerra. Un buen general, en tiempos de guerra, debe ser un gran mentiroso. Al enemigo siempre está permitido traicionarlo si es que se desea vencer. Porque la guerra no sólo no es política. Es, para Kant, la negación de la política; o el retroceso del ser humano a la era salvaje, cuando la única virtud posible era la violencia.
Según Arendt, habría una diferencia entre la verdad política y la verdad común. O, lo que es parecido, habría una razón, que se deriva de una moral de Estado que no es, ni puede ser la misma que la moral común. «Veracidad», decía, nunca se ha contado entre las virtudes de la política, y la mentira siempre ha sido considerada como un medio permitido en la política» (Arendt 1987 pág.8)
Hanna Arendt no se refería sólo a gobiernos totalitarios, sino también a aquellos representados por estadistas democráticos como Charles De Gaulle o Konrad Adenauer. Uno de los ejemplos de Hanna Arendt que muestran como la mentira forma parte de la política, fue la negación, durante decenios, de parte de los gobiernos alemanes, de que la ex RDA era un Estado independiente, como la reconocían la mayoría de los Estados del orbe. Esa mentira, admite Arendt, era incluso políticamente necesaria para la auto comprensión política de la República Federal Alemana.
Para Hanna Arendt, la mentira puede llegar a ser un medio permitido en la política. No obstante, antes de intentar contraponer Arendt a Kant, vale la pena tener en cuenta un detalle: al aceptar a la mentira como medio político, Arendt está hablando, incluso con sus ejemplos, de la política en tiempos de guerra, aunque esta guerra hubiera sido sólo fría Es decir, la que describe, es una política de guerra y en cierto modo subordinada a objetivos estratégicos e, incluso, abiertamente militares.
Kant no rechaza la política dentro de la guerra, porque en la guerra también hay un espacio político, es que es posible salir de las guerras. Pero, y este es el punto de vista preciso de Kant, en una política destinada a lograr la paz, es decir, subordinada al objetivo de la paz y no al de la guerra, la mentira no tiene nada que hacer. Mucho menos en los marcos de una política en tiempos de paz que, hay que reconocerlo, ni Arendt ni Kant pudieron vivir.
La veracidad kantiana es una prescripción primariamente moral y en este sentido Kant es, en relación al Estado, plenamente consecuente con la arquitectura filosófica de su pensamiento. No es el Derecho de por sí, la instancia que produce la moral, sino que a la inversa, es la moral que se deduce de la razón práctica la que lleva a la constitución del Derecho el que otorga, por lo mismo, fuerza legal a la moral. En este punto, establece Kant en su Crítica de la Razón Práctica (1788) un complejo juego de relaciones entre máximas, principios e imperativos morales, respecto al Derecho. Lo fundamental es que, para Kant, todo Estado es una instancia política en cuyo proceso de formación, sus representantes ya han atravesado los ríos morales y racionales que necesariamente lo preceden. Lo que no es posible exigir siempre a cada individuo por separado, hay que exigirlo sí de los estadistas, que se supone, son personas que han alcanzado plena condición política.
Sostiene Jacques Derrida – (1930-2004) que para decir la verdad, para ser veraz, hay que poder mentir.
“Un ser que no puede mentir tampoco puede ser sincero o veraz. Esta noción de posibilidad es fundamental. Para Platón el mentiroso es alguien que es capaz de mentir. Para Aristóteles es alguien que decide mentir. … cuando se está programado para decir la verdad, no se es sincero. El condicionamiento de los seres que torna mecánica la verdad está en contradicción con la idea de intencionalidad, la condición misma de la mentira”.
Pero para Hannah Arendt, la extensión de la mentira se debe al fenómeno que ella denomina la “conspiración a plena luz”:
“Antes se mentía allí donde los ciudadanos no sabían, porque no podían saber; hoy se miente a los ciudadanos allí donde, en principio, pueden saberlo todo”.
Derrida afirma que la posibilidad de la mentira, precisamente esa que hoy se considera completa y definitiva, desconocida en épocas anteriores, es el peligro que nace de la manipulación moderna de los hechos. Incluso en el mundo libre, donde los gobiernos nacionales no han monopolizado el poder de decidir o de decir qué es o no es desde el punto de vista fáctico, gigantescas organizaciones de intereses han generalizado una especie de mentalidad de la «raison d’état» [razón de estado, escrito en francés, en todos los textos originales de Derrida] que antes se limitaba al tratamiento de los asuntos exteriores y, en sus peores excesos, a las situaciones de peligro claro y actual.
Para Hannah Arendt, se trata de un fenómeno relativamente reciente de la manipulación masiva de los hechos y de la opinión, que ella lo evidencia en la compulsión a la reescritura de la historia y en la prefabricación de imágenes, actividades ya comunes en la política de los gobiernos. Afirma tajantemente Arendt:
“La mentira política tradicional, tan saliente en la historia de la diplomacia y de la habilidad política, generalmente se refería a secretos auténticos, a datos que nunca se habían hecho públicos, o bien a intenciones que, de todos modos, no poseen el mismo grado de certidumbre que los hechos consumados. […] Las mentiras políticas modernas tratan eficazmente de cosas que de ningún modo son secretas, sino conocidas prácticamente por todo el mundo”.
MIENTO… LUEGO EXISTO
La locución latina Cogito ergo sum, que en español se traduce como Pienso, luego soy (o pienso, por lo tanto, existo), es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental, pero en honor a la verdad, «Cogito ergo sum» es una traducción al latín del planteamiento original de Descartes en francés: «Je pense, donc je suis», encontrado en su famoso Discurso del método. A modo de resumen podemos afirmar que mentir es la esencia de la comunicación política, que consiste primariamente en decir algo que no es verdadero, o algo que es parcialmente cierto de acuerdo con una porción muy pequeña de realidad que se elige para argumentar. Cuando intencionadamente una estrategia de comunicación se basa en este tipo de argumentos para persuadir, para construir relaciones, se falta conscientemente a la verdad por medio de la manipulación. Cuando la mentira se imbrica en el discurso político y es aceptada sin más oposición por los receptores del mensaje, estamos frente a una hipocresía cultural que convalida la mentira misma como estructura argumental.
En el proceso de las argumentaciones, asunto clave para enfrentar una Guerra Comunicacional, la información se despoja de su vestimenta ética y moralista para que el estratega, como veremos en la segunda parte de esta entrega, pueda utilizar cualquier información que tenga a su disposición para alcanzar los objetivos propuestos. La mentira, entonces, se transforma en otra versión de los hechos con similar peso y ‘autenticidad’ que la misma verdad, porque en cualquier conflagración comunicacional la realidad no ‘es’ como es, sino como sea percibida por el receptor y ello constituye el soporte de la 2º Ley Fundamental de la Guerra Comunicacional, la Ley de la Territorialidad, que en su sección Declarativa afirma: El campo de la batalla comunicacional está en la mente de los públicos”.
En la próxima entrega veremos las concomitancias tácticas de la Guerra Comunicacional con la guerra psicológica, no sólo en el campo de batalla tradicional (para el cual la guerra psicológica fue concebida) sino en los escenarios más sutiles de la persuasión de las masas. Ahí es donde la mentira se convierte en argumento y la desinformación y el rumor, técnicas antiguas pero vigentes para dividir la opinión en los conglomerados, en los instrumentos para generar y aún para defender posiciones en la mente de los públicos frente al caos informativo. Analizaremos cómo la mentira se utiliza como instrumento de la ‘insinuación gráfica’ en la propaganda subliminal; cómo se estructura la desinformación focalizada; y cuál es la importancia de los símbolos asociativos y disruptivos. Éstos y otros elementos más serán analizados en el próximo análisis de la mentira como instrumento de la Guerra Comunicacional.
[1] Friedrich Wilhelm Nietzsche (IPA ˈfʁi¢°dʁɪç ˈvɪlhəlm ˈni¢°tsʃə) (Röcken, cerca de Lützen, 15 de octubre de 1844 – Weimar, 25 de agosto de 1900) filósofo, poeta y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores modernos más influyentes del siglo XIX.
[2] Sobre verdad y mentira en sentido extra moral (Über Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne en alemán) es un libro que forma parte de la obra filosófica de Friedrich Wilhelm Nietzsche que data del 1873. Nietzsche es considerado uno de los tres «Maestros de la sospecha» (según la conocida expresión de Paul Ricoeur), junto a Karl Marx y Sigmund Freud.
[3] Jacques Derrida (El-Biar 15 de julio de 1930 — París 8 de octubre de 2004), ciudadano francés nacido en Argelia, es considerado uno de los más influyentes pensadores y filósofos contemporáneos. Su trabajo ha sido conocido popularmente como pensamiento de la deconstrucción, aunque dicho término no ocupaba en su obra un lugar excepcional. «Lo revolucionario de su trabajo ha hecho que sea considerado como el Nuevo Emmanuel Kant por el pensador Emmanuel Lévinas y el Nuevo Friedrich Nietzsche según Richard Rorty». Es, acaso, el pensador de finales del siglo XX que más polémica ha levantado y que más se ha hecho acreedor al concepto de Iconoclasta.
[4] Paul Ricoeur (Valence, 27 de febrero de 1913 – Châtenay-Malabry, 20 de mayo de 2005) fue un filósofo y antropólogo francés conocido por su intento de combinar la descripción fenomenológica con la interpretación hermenéutica.
[5] VAIHINGER, Hans, La voluntad de ilusión en Nietzsche. En Revista Teorema, 1980, 2
[6] La Paradoja de Epiménides es una incongruencia relacionada con la filosofía y la lógica. Pertenece al grupo de las paradojas falsídicas, ya que aparenta auto-contradecirse si se sigue un razonamiento, pero se puede mostrar que dicho razonamiento no es correcto.
[7] Kurt Gödel ([kuɹtˈgø¢°dl]) (28 de abril, 1906 Brno (Brünn), Austria-Hungría (ahora República Checa) – 14 de enero, 1978 Princeton, New Jersey) fue un lógico, matemático y filósofo austriaco-estadounidense. Reconocido como uno de los más importantes lógicos de todos los tiempos, el trabajo de Gödel ha tenido un impacto inmenso en el pensamiento científico y filosófico del siglo XX.
[8] Los teoremas de la incompletitud de Gödel son dos célebres teoremas demostrados por Kurt Gödel en 1930. Simplificando, el primer teorema afirma: En cualquier formalización consistente de las matemáticas que sea lo bastante fuerte para definir el concepto de números naturales, se puede construir una afirmación que ni se puede demostrar ni se puede refutar dentro de ese sistema. El segundo teorema de la incompletitud afirma: Ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo.
[9] Michel Foucault (Poitiers, 15 de octubre de 1926 – París, 25 de junio de 1984), fue un filósofo, sociólogo e historiador francés, profesor en varias universidades francesas y americanas y de la cátedra Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France (1970-1984). Su trabajo ha influido en las más importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades.
[10] Paradoja del mentiroso: Hay una antigua afirmación paradójica, llamada paradoja del mentiroso, que puede ayudarnos a ilustrar el tema: «Esta afirmación es falsa.» Pasemos a analizar tal afirmación. Si esta es verdadera, esto significa que la afirmación es falsa, lo cual contradice nuestra primera hipótesis. Por otra parte, si la afirmación es falsa, la afirmación debe de ser verdadera, lo cual nos lleva de nuevo a una contradicción. Una versión aun más simple de esta paradoja (como señaló Lewis Carrol) es la afirmación siguiente: «Yo estoy mintiendo.» En estas afirmaciones se presenta el fenómeno llamado bucle extraño. Cualquier suposición inicial que se haga conduce a una refutación de ésta. Muchas de las ilusiones ópticas del arte de M. C. Escher están basadas en este concepto.
[11] La paz perpetua (Zum ewigen Frieden, ein philosophischer Entwurf) (1795). es una obra política escrita por Immanuel Kant en 1795. Como se intuye por el título (también traducible por «Para la paz perpetua»), el objetivo de este tratado es encontrar una estructura mundial y una perspectiva de gobierno para cada uno de los estados en particular que favorezca la paz. El proyecto kantiano es un proyecto jurídico y no ético: Kant no espera que los hombres puedan volverse más buenos, sino que cree posible construir un orden jurídico tal, que coloque la guerra como algo ilegal, como ocurre dentro de los estados federales. La obra se compone de 6 artículos preliminares y 3 artículos definitivos y 2 suplementos alrededor de los cuales se desarrolla la reflexión.
[12] Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (Über Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne en alemán) es un libro que forma parte de la obra filosófica de Friedrich Wilhelm Nietzsche que data del 1873. Nietzsche es considerado uno de los tres «Maestros de la sospecha» (según la conocida expresión de Paul Ricoeur), junto a Karl Marx y Sigmund Freud. En el texto se critica al cientifismo y, por consiguiente, al positivismo, ya que este último defiende la postura cientifista. La postura cientifista afirma que el universo es puramente matemático, preciso y regular, regido por las leyes de la física y de las matemáticas. Esta forma de juzgar la realidad entra dentro del método científico técnico. Por otro lado, el positivismo defiende este método científico-técnico como la única forma certera de ver el mundo. Ante estas dos corrientes, Nietzsche hace una crítica de ellas en el texto.
[13] El contractualismo contemporáneo ya no centra sus investigaciones en el proceso histórico que supone un hipotético nacimiento de la sociedad. Influidos por el formalismo kantiano y por la filosofía del lenguaje, el interés de estos pensadores es analizar la lógica interna de los procesos de toma de decisiones y los procesos de resolución de conflictos. No se centran tanto en el contenido del contrato, sino en la forma en que ese contrato se elabora. John Rawls, por ejemplo, se centra en la posición ideal de los contratantes (un velo de ignorancia), posición desde la cual no pueden saber qué lugar van a ocupar con posterioridad al contrato mismo, y que facilita tomas de decisiones justas. Jürgen Habermas, por otro lado, se centra en lo que él llama “condiciones ideales de diálogo”, o postulados imprescindibles para la comunicación social, y por tanto, política. Estos postulados se refieren a las condiciones mínimas necesarias para llegar a un acuerdo, como por ejemplo, el postulado de no violencia (según el cual el proceso de debate deja de ser racional cuando se hace bajo amenaza), el postulado de igualdad (según el cual los actores del debate deben tener igual acceso a la información pertinente para el diálogo) y el postulado de seriedad (según el cual el objetivo del debate ha de ser llegar a un acuerdo).
[14] Metaphysik der Sitten (Metafísica de las costumbres) 1797. Traducción al español: La metafísica de las costumbres. Madrid, Tecnos, 1989, 1994 {ISBN 84-309-1686-5}. Traducción parcial (de la Rechtslehre solamente): Principios metafísicos de la doctrina del derecho. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Colección Nuestros Clásicos. 1977
[i] Vaihinger, La voluntad de ilusión en Nietzsche, en: «Teorema», 1980.
[ii] Ibid., pág 2.