Opinión Nacional

La Magia de Oz

(%=Image(7380414,»R»)%) El Premio Goethe, otorgado cada tres años para honrar la contribución de artistas e intelectuales a la cultura y a la literatura y que cuenta entre sus laureados a personajes como Sigmund Freud, Thomas Mann, Mario Vargas Llosa y Octavio Paz, entre otros, fue recibido el 28 de Agosto, en la Iglesia de San Pablo de Frankfurt, por el israelí Amos Oz, considerado uno los grandes escritores de nuestros tiempos.

El hombre que asegura no ser “ni el profeta Amos, ni el Mago de Oz”, cuando le preguntan sobre el futuro del Medio Oriente, trata en su más reciente obra, Una historia de amor y oscuridad, una autobiografía en forma de novela, temas relacionados con los orígenes de su familia, la historia de su infancia y juventud, primero en Jerusalén y después en el kibbutz Hulda, la compleja vida de sus padres y de su generación – sobrevivientes de una Europa hostil – el trágico suicidio de su madre, y una descripción de la Jerusalén a partir de los años treinta: “una vieja ninfómana que exprime hasta el agotamiento antes de desembarazarse con un gran bostezo de una amante tras otro”, y de Tel Aviv, su reverso: “…había mar, y todo el mar estaba lleno de judíos bronceados que sabían nadar. ¿Quién había oído hablar nunca de judíos nadando? Tenían genes completamente distintos…”
Entre los escritores que han encontrado un equilibrio entre la Historia que ocurre con irremediable cotidianidad en su país, y las sencillas historias de la gente común, se encuentra Amos Oz, a quien le resulta obvio que para la mayoría de los judíos: “lo personal y lo histórico no son dos cosas tan diferentes…Cuando mi madre pasaba sus noches de insomnio, seguro que también se acordaba de su pueblo, en el que todos habían sido asesinados (durante la Segunda Guerra Mundial). Y ella, en Jerusalén, se acordaba de ellos. ¿Eso es histórico o personal?”

Un Diagnostico de Nuestros Tiempos

En 1946 Herman Hesse recibió el Premio Goethe y dijo en su discurso de agradecimiento que las dos grandes enfermedades espirituales de la humanidad, en ese entonces, eran el delirio de la técnica y del nacionalismo. Más de medio siglo después, Amos Oz, ya ha escrito en algunos de sus ensayos lo que considera la peor enfermedad de nuestros tiempos: el fanatismo, ese deseo de imponer a los demás que sean como nosotros que no solo se manifiesta en el terrorismo de grupos fundamentalistas o ideologías totalitarias que aun pululan entre sectores radicales de todo el mundo, sino también, a nivel individual. Todos tenemos el virus del fanatismo: “…el culto a la personalidad, la idealización de líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores, bien puede constituir otras formas extendidas de fanatismo” – expresó en un ensayo de 2001, añadiendo que junto a formas violentas de fundamentalismo y totalitarismo convive el peor aspecto de la globalización: la infantilización del género humano, ese, que en sus palabras idolatra a Bin Laden, a Madonna y Maradona.

¡Cuan acertadas son estas reflexiones en nuestros tiempos y en nuestras geografías! Los delirios por pasar a la Historia en lugar de hacer modestas contribuciones para mejorar la calidad de vida de nuestros semejantes, como hacen los escritores, es justamente parte de lo que la obra del mismo Goethe conlleva en su esencia, quien no por casualidad sentenció que “Nada es más difícil de soportar que una serie de días buenos”.

Difícil son los prolongados períodos de paz y tranquilidad en el mundo y en nuestras vidas personales, porque abundan quienes nos incitan a batallas por la gloria, el heroísmo y las revoluciones.

La Predicción de Amos

Resulta emblemático que un destacado pacifista israelí como Amos Oz reciba un galardón días después además de que su país cumplió con la traumática retirada unilateral de la franja de Gaza. En 1998, en una entrevista para La Jornada Semanal, casi predijo los actuales eventos: “Normalmente, comienzo el día con una rápida caminata por el desierto bajo cualquier clima, muy temprano, usualmente antes de que salga el sol. Camino durante 30 o 35 minutos. Esta caminata por el desierto me ayuda a poner las cosas en perspectiva. Cuando regreso a casa, al escuchar las noticias en la radio y a un político del momento que dice: «Por siempre» o «Por el resto de la eternidad» o «Nunca», sé que las piedras del desierto se están riendo del nunca de los políticos. Por cierto, el nunca del Medio Oriente normalmente significa entre seis y siete años.

Siete años después de estas palabras, Ariel Sharon, uno de los más recalcitrantes halcones de la política israelí, de aquellos que dicen “nunca”, dijo sí y ordenó desalojar a los colonos a quienes él mismo durante décadas estimuló a asentarse en Gaza. No es mago ni profeta, pero además de buen escritor, Oz sabe escuchar a los oráculos del desierto amen de conocer muy a fondo la idiosincrasia y el ser o no ser de su pueblo. En una reciente entrevista concedida al diario El País, con el mismo estilo de su última novela, el escritor nos conduce por senderos que entrelazan al judío e israelí, a la vez, hombre universal, con el ser humano único que él es, atrapado en su propia biografía:
“Israel es un sueño hecho realidad: un poco gris, un poco sucio, un poco raído, y a veces ni siquiera huele bien. Pero es lo que ocurre con cualquier sueño. Ocurre cuando uno escribe una novela. La novela que uno tiene en la cabeza es mucho mejor que la que acaba haciendo. O cuando se planta un jardín o se hace realidad una fantasía sexual. El sueño de mis padres era un sueño mesiánico: crear un paraíso ético, como el sueño de los profetas. Pero a la mañana siguiente hay problemas con el alcantarillado, y resulta que nuestro amante ronca cuando duerme. La diferencia entre mi madre y yo es que ella creció con un menú muy romántico: grandes sueños, un gran amor, una gran vida poética…Y esa dieta la mató. Es muy peligrosa, sobre todo cuando uno se vuelve adicto a diversos tipos de idealismo. Se puede morir por una sobredosis de sueños románticos. Son como una droga.”
Y se puede vivir cuando la sobredosis es de tolerancia, – esa que hace bienvenido a un judío israelí en tierras germanas, al recinto de una Iglesia y a la cuna donde el creador de Fausto nos alertó sobre la perversidad del ser humano.

Reflexiones de Amos Oz:

Sobre los Judíos en el Estado de Israel

Los paranoicos pueden tener verdaderos enemigos, igual que un hipocondríaco, a veces, puede estar enfermo, y un megalómano, ser un gran hombre. Israel tiene enemigos reales; no los palestinos, sino el Islam fundamentalista, Irán, una posible coalición de naciones islámicas fanáticas. Ese es el auténtico peligro para la vida de cada uno de nosotros. No los palestinos; ellos son una tragedia cercana, muy cercana, pero no son una amenaza contra Israel…Los europeos se centran sólo en Israel y Palestina. Cuando el primer ministro de Irán declara que hay que destruir Israel y expulsar o matar a los judíos, no hay ninguna manifestación en las calles de Madrid

Sobre la Sociedad Israelí

Aquélla sigue siendo la sociedad más discutidora del mundo. La gente discute sin cesar. Todo el mundo habla y nadie escucha. Yo escucho a veces porque vivo de ello; pero la gente habla, tiene ideas. Todo el mundo es un mesías, todo el mundo es un profeta. Esos son los genes de los primeros israelíes, aquellos europeos que escribían una carta a Stalin, con una copia para el Papa, llena de ideas sobre cómo transformar el mundo para que todos fueran felices. Esos sueños siguen existiendo en la sociedad israelí. Lean nuestra literatura y sabrán más sobre nosotros…Si leen nuestros libros y nosotros leemos los suyos, vamos a hablar sobre cosas profundas. La vida es demasiado corta para pasarla siempre en el mundo de la CNN.

Sobre el conflicto palestino-israelí:

Creo que sería más útil para Europa que en lugar de preguntar quiénes son los malos preguntaran: ¿podemos ayudar? Esto tal vez es el resultado de una diferencia filosófica entre mi y muchos intelectuales europeos, incluso desde la izquierda, ellos necesitan saber quién es el malo en todos los conflictos y estar muy enfadados y escribir posters en las paredes, Bush es un asesino, Sharon es un sanguinario… lo hacen y después se van a dormir. Yo estoy más en la escuela del doctor Chéjov, ver quién está sufriendo, cómo puedo evitarlo, extender la empatía hacia los buenos y en ocasiones también hacia los malos, no la indignación, y el shock y la ira, sino la empatía y la ayuda. Por eso me resulta mucho más fácil hablar con los palestinos que con los amigos de Palestina en Europa, porque cuando hablo con los palestinos pragmáticos hablamos como doctores que están en desacuerdo en el diagnóstico, incluso en el tratamiento, pero que están en el hospital intentando convencer al otro de cuál debe ser el paso correcto.
Fuente: Entrevista en el diario LA Vanguardia. 15/09/2004

Sobre cómo combatir el fanatismo:

Lo que hay que intentar hacer es lo que yo he intentado con esta novela: aproximarme al dolor con compasión, con humor, con empatía. La única manera de defenderte contra el gen fanático es tener sentido del humor, porque el humor, el relativismo, es un antídoto: la habilidad para poder ver las dos caras de un problema, de una disputa. Y leer buena literatura. Porque en la buena literatura siempre descubres que no todo es blanco o negro.
Fuente: Entrevista con Amos Oz. Europa y los judíos: historia de un amor traicionado
por Mercedes Monmany
Letras Libres nº 39 , diciembre 2004 Revistas Culturales. 8 de Agosto, 2005.

Amos Oz (Jerusalén, 1939)

Premio Israel de Literatura 1998, es uno de los mejores autores israelíes de nuestro tiempo, candidato al Premio Nóbel de Literatura y un reconocido intelectual comprometido con el proceso de paz del Oriente Próximo. Aparte de las novelas Mi marido Mikhael, Las mujeres de Yoel, Una pantera en el sótano, La caja negra, Soumchi, Tocar el agua, tocar el viento o La tercera condición, ha escrito numerosos ensayos, entre otros, Las voces de Israel y Contra el Fanatismo. Sus obras han sido traducidas y publicadas en Estados Unidos, Reino Unido, España, Francia, Alemania, Italia, Finlandia, Suecia, Grecia, Japón, Taiwan, Tailandia, Holanda, Noruega, Brasil, Estonia y Ucrania. Vive hoy en la ciudad de Arad, al sur de Israel.

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