Opinión Nacional

La lucha de siempre

No para nunca el hombre de luchar. Siempre se encuentra con resistencias que le impiden avanzar. Lucha perseverante para someter a la adversidad. Calamidad que busca disminuir su espíritu, atarlo de manos, quebrar la moral y liquidar sus sueños. A veces, la realidad implacable se impone y logra derrotarlo. Otras, aunque el obstáculo no triunfa, lo neutraliza, lo deja sin aliento haciéndolo claudicar. Pero, la mayor de las veces el hombre se impone y domina el infortunio, vence la fatalidad y derrota a las fuerzas que se le oponen.

Así ha sido en Venezuela. Si tomamos como punto de partida la instalación del régimen de la democracia representativa, el hombre del pueblo no ha parado de luchar. Suda y trabaja para alcanzar algo de lo que anhelaba. No todo, pero ha subsistido con los frutos habidos. Ya será la próxima generación la que prosiga con la búsqueda de la realización. Sin embargo, aparece la quinta República y proclama su autonomía. Pero, no llega tampoco la emancipación. Falta mucho trecho que andar todavía. Los antagonismos encontrados con quienes detentaban el poder impiden la normalización del nuevo sistema político. Por lo tanto, el pueblo tiene que seguir luchando para subsistir. Arar y no el mar, sino en su realidad concreta.

Hoy en día, los impuestos y el desempleo son dos de los factores que determinan sus pugnas. Ambos inciden en el costo de la vida y en la capacidad de ingresos para sustentarse. Nada nuevo por conocer, solo que el momento es más crítico. El gobierno libra su propia lucha para viabilizar la continuidad del «proceso». Los elementos reales de poder, que se oponen al régimen chavista, no activan mecanismos alternos para ayudar al colectivo. El mundo global no está creado para satisfacer las necesidades sociales de la pobreza. Las transnacionales solo miran sus cifras que le arrojan beneficios. Entonces, ¿qué se puede hacer? No queda más nada que seguir bregando solo. Sin esperar la mano de nadie. Continuar con su práctica histórica para resolver sus propias limitaciones, debilidades y desgracias.

Surgen, en consecuencia, iniciativas que emergen del talento popular para proseguir con la vida. En el mismo concepto de emancipación encontramos respuestas del cómo batallar solo. Una de ésas, es «la comunidad organizada». Sobreponerse a los despiadados impuestos y al desempleo demanda la estrategia de la organización comunitaria. Esto se concreta a nivel de los sectores populares, con la creación de las Unidades de Planificación Vecinal (UPV); y, para los sectores medios y profesionales, con el surgimiento de las Asociaciones Residenciales (AR). Ambas estructuras, innovación del «proceso», tienen que abocarse a la formación de cooperativas o agrupaciones similares. Modalidades alternativas para procurar la exoneración de los repudiados impuestos. Las UPV y las AR organizan cooperativas sociales para operar en el mercado. Estas cooperativas no pagan IVA, ni IDB, ni cualquier otro instrumento fiscal de similar índole. La nueva ley de Participación Ciudadana, que está en estudio todavía, tiene que privilegiar a la organización comunitaria. Los fines de la revolución están orientados a generar prosperidad al pueblo. Por ello, cabe demandar consecuencia con sus postulados. Las comunidades organizadas, y sus gestores inmediatos UPV y AR, cumplen un rol social de beneficio para el colectivo. No sólo desde el punto de vista material (producción e ingresos), sino también organizacional (fomento de la unidad comunitaria y del espíritu de cuerpo entre sus miembros), moral (cuido de los valores fundamentales del individuo y de la familia), político (preservación del patrimonio de bienes de la nación). En fin, son estructuras que buscan la elevación cultural del pueblo y la prosperidad de la sociedad. De manera que, las comunidades organizadas practicantes del bien común, tienen que ser exonerados del pago de impuestos.

Por otro lado, las UPV y las AR al ser receptoras de los recursos logísticos para definir el destino de sus comunidades -concepción estratégica de la democracia directa- estimularán los planes y proyectos dirigidos a alcanzar la prosperidad, tanto individual como colectiva. Hecho que incidirá en el empleo y en la racionalización del gasto de los dineros públicos. Así, con iniciativas autogestionarias y con base en el talento creador de la comunidad, el pueblo seguirá con sus contiendas de siempre. No hay otra solución. La «autosubsistencia» para luchar, vencer y jamás perecer. Para quienes se interesen en desarrollar esta propuesta, pongo a su disposición el conjunto de planteamientos teóricos y las líneas de acción para operacionalizarla.

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