Opinión Nacional

La llamada República electrónica

«República Electrónica» es el título del libro de Lawrence K. Grossman (ex-presidente de ‘Public Broadcasting System’ y de ‘NBC News’), publicado por Viking, New York, en 1995, donde analiza el redimensionamiento de la democracia en la era de la información.

¿Será posible que esta era de los ‘bits’, tal como la describe Nicholas Negroponte (profesor del M.I.T.) en su libro ‘Being Digital’ (Alfred A. Knopf, New York, 1995) pueda llegar hasta una transformación profunda del quehacer de la política como expone Grossman en su libro?

La interacción ya existente y prevista entre los diferentes medios de comunicación (periódicos, revistas, televisión, radio, teléfono, correo electrónico, INTERNET, multimedia, etc.) están teniendo y van a tener una profunda influencia en la manera como se entiende y se practica la política.

No se trata tan sólo de lo que representan estos medios para informar y educar a las grandes masas, sino de la profunda e irreversible transformación que determinarán en la manera de entender y ejercer la política.

Ya existen algunos ejemplos que nos permiten vislumbrar lo que ha de suceder inexorablemente en el futuro, y que la clásica política del conciliábulo cerrado de los dirigentes de los partidos, estará cada vez más influido por grupos de presión que a través del correo electrónico e INTERNET pueden integrarse de manera súbita, frente a lo que consideran una agresión a sus derechos por parte de los políticos y legisladores.

Uno de ellos, citado en el libro de Grossman se refiere a una nueva legislación sobre la educación en los Estados Unidos, donde se incluía una regulación que permitía la enseñanza de los niños tan sólo a maestros graduados, calificados y registrados como tales. Alguien se apercibió de la amenaza que ello representaba para aquellos padres que se han auto-asignado tal tarea, y que dispersos como estaban en el territorio norteamericano, hubieran tenido muy poca oportunidad en épocas anteriores de expresar su desaprobación a tal medida. Mediante el correo electrónico pudieron montar un ‘lobby’ de tal magnitud e importancia que el Congreso desistió de inmediato en introducir semejante regulación.

Hace unos meses leí la noticia en la prensa que un país de nuestra región iba a adquirir unos aviones militares de sofisticada tecnología. A los pocos días apareció en mi ‘buzón electrónico’ una carta de un técnico de la misma nacionalidad, que trabaja en ese sector, explicando que la tecnología que utilizaban ya era ‘fiambre’, y que además nunca funcionaría adecuadamente si no se adquirían ciertos equipos de tierra, muy costosos pero indispensables. Me imagino que esta comunicación habrá ‘matado al nacer’ la operación de compra, que de hecho se hacía altamente riesgosa para quienes tomaran la decisión a sabiendas de sus grandes limitaciones.

En 1957 de visita turística en el Parlamento de Finlandia pude observar el avance tecnológico que significaba el conteo electrónico de los votos. Los diputados introducían la mano dentro de su pupitre individual y allí presionaban uno de tres botones: afirmativo, negativo o abstención. El resultado se leía instáneamente en una pantalla en frente del hemiciclo. Voto secreto. Imposible imponer disciplina partidista. Cada diputado vota «de acuerdo con su conciencia». Tal sistema no se ha impuesto nunca en la mayoría de los países. Aún en Gran Bretaña, la madre de todos los Parlamentos, no sólo cada voto es perfectamente identificable, sino que existen los llamados «whips» que son diputados encargados de vigilar que sus colegas voten efectivamente dentro de la línea de su partido. ¿Qué sistema es mejor? ¿Porqué los británicos no han cambiado el sistema? ¿Cuáles son sus ventajas y cuáles sus inconvenientes?

Es presumible que estos cambios sean vistos con desconfianza y hasta con recelo por parte de las estructuras políticas consagradas y bien atrincheradas por la tradición, pero es poco probable -como siempre ha sucedido en el pasado- que estas innovaciones no se impongan con todas sus posibles consecuencias, por ello es útil plantearnos cuáles son esas consecuencias, tanto positivas como negativas, pues la moneda tiene siempre dos caras, y es más que aconsejable mirarlas con igual atención.

Esa influencia y sus posibles consecuencias (tanto positivas como negativas) se comienzan a observar en aquellos países, como los Estados Unidos, donde las tecnologías mencionadas han tenido mayor desarrollo, y progresivamente se extenderán a otros países, según su voluntad, modelo de desarrollo y posibilidades económicas.

Mucho se ha escrito recientemente sobre los efectos de las nuevas posibilidades de comunicación y su interacción, especialmente en lo que se refiere a la «democratización» de la participación ciudadana en la toma de decisiones, que se ha producido gracias al correo electrónico e INTERNET, y es indudable que estos medios de comunicación cada vez de uso más generalizado, permiten -casi instantáneamente- crear movimientos de opinión poderosos, que no pueden ser ignorados por los políticos.

Cada vez que se ha inventado e introducido una nueva tecnología, se han creado grandes expectativas acerca de su posible avasalladora influencia futura, que luego no ha correspondido a la realidad. Tal sucedió con el telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión. De modo que una palabra de prudencia es menester en un ejercicio de futurología como es éste. Sin embargo, es bastante obvio que no estamos hablando tan sólo de lo que representa el mensaje hablado o escrito (con imagen o sin ella) a través del computador, mediante las líneas telefónicas o los satélites, como lo realizan el correo electrónico e INTERNET, sino la fusión e interacción de todos estos medios mediante la tecnología digital, lo que hace posible el envío y recepción de una enorme variedad de información en forma casi instantánea a cualquier destino en nuestro planeta y a costos cada vez más reducidos.

Estamos en el umbral de la «revolución de la información», y lo que deseamos tratar en este artículo es acerca de la interpretación de los hechos en diferentes ambientes y países, pues es evidente que quienes entiendan correctamente esta realidad serán quienes más y más tempranamente se beneficiarán de su gran potencial.

En Latino América ya tenemos el caso de Costa Rica, que ha logrado atraer la construcción en su territorio de una gran planta para fabricar micro-procesadores de INTEL (con una inversión millardaria y creación de miles de puestos de trabajo) , gracias a una política educativa inteligente, que llevó los computadores a cada aula del país, puesta en vigencia hace más de diez años.

La India, genuinamente preocupada por la fuga de sus cerebros, resolvió otorgar los incentivos necesarios para que se crease una especie de ‘Silicon Valley’ en Bangalore, dándole muchos beneficios fiscales y de otro orden a las nuevas compañías fabricantes de programas de computación que allí se instalaran. Lo que pocos saben en otras partes del mundo, es que muchos de los programas que actualmente utilizan, con nombres patentados de firmas americanas, japonesas, o europeas, son en realidad producidos en Bangalore por ingenieros de sistemas hindúes.

La carrera en esa dirección -de crear un mundo familiarizado con el adecuado manejo de las computadoras («computer literate»)- es frenética, pues son excepciones quienes no creen en su beneficio real, pero lo cierto del caso es que quienes más podemos ganar con estas nuevas tecnologías -los países subdesarrollados- son los que precisamente estamos más despreocupados por tomar la delantera.

Y digo, que somos los países subdesarrollados los que más tenemos que ganar, porque en sustancia con electricidad, un computador, un modem y una línea telefónica (con cables o celular) podemos obtener toda la información que necesitamos. De modo que podemos dar el gran salto hacia el desarrollo sin grandes y costosas bibliotecas, sin el cableado a las áreas más remotas de un país (gracias a los satélites), podemos obtener casi en forma instantánea toda la información que podamos necesitar. Ya no existen excusas válidas para justificar la ignorancia crónica en que hemos estado sumidos.

El deber ineludible de nuestros gobiernos es proporcionar a nuestra juventud los conocimientos necesarios para utilizar estas tecnologías de punta. No han faltado los críticos que nos hablan y especifican con detalles todo lo negativo de la información que fluye las 24 horas del día por INTERNET, pero debemos recordar que INTERNET no es sino un medio y no un fin, y por lo tanto ajeno a la utilización adecuada o contraproducente que podamos darle.

Si la Universidad Abierta ha sido una conquista importante del pasado, podemos imaginar lo que será la Universidad Virtual del futuro, con los mejores profesores reclutados en cualquier parte del mundo.

Enterados de la iniciativa del Dr. Juan Marcano, Presidente de la Universidad Nueva Esparta, de establecer un curso de postgrado virtual, ya hemos entrado en contacto con él, con el objeto de encontrar vías de colaboración con esta importantísima iniciativa, y ver de que manera los cientos de «expertos» venezolanos residenciados en el exterior y registrados por el Programa TALVEN de la Delegación de Venezuela ante la UNESCO, pueden colaborar activamente en este ambicioso experimento docente en educación superior.

Vale la pena estar alertas e informados de todo lo que pasa en los varios sectores de la cibernética y apoyar todas las iniciativas que se desarrollan en estos momentos en nuestro propio medio, como son ésta de la Universidad Nueva Esparta, y la muy loable de los trujillanos, encabezados y orientados por el Dr. Eladio Muchacho Unda, sobre las micro-empresas de programas de computación en el Valle del Momboy (entre La Puerta y la Mesa de Esnujaque en el Estado Trujillo), con el apoyo de la recién creada universidad del mismo nombre.

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