La llama de la esperanza
Desde el taxi que me transporta del aeropuerto al lugar donde estaré un tiempo en Shangai, reconozco el paisaje que se adorna con enormes vallas anunciando la llegada de los Juegos Olímpicos Especiales de Verano 2007. La ciudad, con su arquitectura espectacular siempre iluminada, parece vestir su mejor traje para recibir la Llama de la Esperanza encendida en Atenas. La pira ha recorrido diez ciudades del mundo escoltada por fuerzas de seguridad de varios países antes de llegar aquí y arder el pebetero en la ceremonia de apertura de los Juegos Mundiales 2007. En cada lugar ha habido un recibimiento para la esperanza en forma de fuego. Ciento sesenta y nueve países enviarán sus delegaciones de atletas con deficiencia intelectual a los juegos mundiales y, con toda seguridad, cada uno de ellos tendrá en el corazón una Llama de la Esperanza que le hará repetirse: «Sé que puedo».
«Sé que puedo» es el lema olímpico en esta oportunidad. La sonrisa tierna de una niña con Síndrome de Down le acompaña como invitándonos a verla participar en alguna de las 24 disciplinas entre los 7.000 atletas que vendrán.
Es ciertamente conmovedor leer otra reseña de estos Juegos Olímpicos: «No sé si ganaré pero voy a intentarlo». Esa convicción de que vale la pena colocar toda la voluntad y la fuerza que se tengan para lograr el mejor lugar, es ya en sí mismo admirable en todos estos jóvenes. Estos atletas especiales son entrenados para superar sus dificultades y demostrar con sus acciones que un cambio de actitud puede cambiar el mundo. Del 2 al 10 de octubre de 2007, los atletas con deficiencia intelectual ganarán el corazón de cada ciudadano, en cualquier parte del planeta, que crea que la convivencia y la aceptación de las diferencias son posibles sin excepciones.
Esos días son una oportunidad para comprender, con cada una de sus actuaciones, que no hay meta inalcanzable y que lo imposible sólo tiene cabida para quien no tiene la valentía de intentarlo. Son días en donde los protagonistas son estrellas que brillan con una luz especialísima, que llega al corazón y que nos hace agradecer la generosidad del amor que nos brindan. Son días de auténtico esfuerzo, de reto inocente y triunfo inmaculado. Pero, por sobre todas las cosas, son días de aprendizaje.
Las Olimpiadas Especiales nos enseñan que con determinación todo puede lograrse, que las fronteras se borran y se transforman en anillos de colores con un mismo fin: Jugar limpiamente.
China, esta vez, iluminará el planeta con los atletas que ganarán el corazón del mundo entero, con los jóvenes que nos brindan esa Llama de Esperanza que tanto necesitamos.