La Libertad en la revolución autista
Para cualquier visitante que arribe a Venezuela debe resultar muy difícil entender las protestas solicitando libertad de expresión. Verá a su alrededor a todo el mundo protestando y quejándose de la autoridad; al abrir un periódico comprobará que casi todos los articulistas critican al gobierno; si enciende la televisión la cosa cambia un poco, ya que quedan muy pocos canales que critiquen algo, pero si el control remoto lo lleva a Globovisión comprobará que aun en la televisión se manifiesta la libertad de reclamar ¿Por qué tanta gente protesta por la libertad de expresión cuando su propia protesta los contradice?, se preguntará, ¿Por qué los estudiantes se ponen un parche en la boca si nadie les impide manifestar?
En verdad es difícil que un visitante entienda por qué está en peligro la libertad en el país y por qué mucha gente lucha por defenderla. Tal vez sería más fácil hacer entender la preocupación si en vez de luchar por el derecho a expresarse el reclamo se orientará a defender el derecho a ser escuchado. Porque lo que realmente ocurre en el país es que ninguna expresión que se aparte, aunque sea un poquito, de la luminosa dirección que la revolución ha trazado para liberarnos y hacernos felices, será escuchada. “El socialismo, ―dice nuestro Líder― ese es el camino”, y de ahí en adelante te la calas. Tienes derecho a pataleo, puedes gritar todo lo que quieras, pero nuestro proyecto no te va a escuchar. El futuro ya lo tenemos trazado y será cooperativo, solidario y humanista. El hombre nuevo llenará fábricas y plazas viviendo en hermandad bajo la sabía dirección de nuestro Guía infalible.
Así se puede protestar por el cierre de RCTV, pero teniendo la seguridad de que la medida no será revocada. Protesten, quéjense, hagan lo que les de la gana pero con orden, sin desestabilizar, que de todos modos no los vamos a escuchar. Todas las medidas de la revolución vienen acompañadas por una motivación celestial, una fuerza ética que está por encima del bien y del mal y les otorga una justificación superior. Así, a RCTV no se le renueva la concesión por golpista y la medida se convierte en liberadora “Ahora si habrá libertad de expresión de verdad, la misma que tuvo acaparada una empresa oligarca por 53 años”. Su libertad, ciudadano, se la impongo yo.
Pasa lo mismo en todos los ámbitos de la vida nacional. Si usted grita contra la inseguridad, usted es un desestabilizador; para crear una corporación eléctrica se designa un cogollo con una formación superior; verdaderamente revolucionaria; la política petrolera se define por un pequeño grupo y cada nueva medida viene acompañada de su coletilla “mientras en el pasado se entregaba el país al imperio”; si se elabora una nueva constitución para todos los venezolanos sus artículos se discuten en cenáculos y nuestro Paladín se permite decir, leyendo el borrador: “le arreglé una cosita por aquí”. El país esta gobernado por seres superiores y como tales no escuchan.
La revolución se defiende pasando un rasero ante cualquier queja. Si unos estudiantes protestan por algo, no importa, aquí hay otros que están de acuerdo; si los transportistas se indignan porque les inventan una empresa a sus espaldas, no pasa nada, traemos a otros transportistas verdaderamente dignos que sí están de acuerdo. La ética superior siempre viene en auxilio de la revolución.
Por eso es que la inconformidad, que cada vez gana más adeptos, debería canalizarse hacia la defensa del derecho a ser escuchado. Yo no quiero libertad de expresión, yo quiero intervenir en el debate sobre lo que me conviene, quiero decidir sobre mi vida, quiero inclusive tener el derecho a equivocarme.
Si ese visitante que no entiende se quedará un tiempito con nosotros, entendería que la libertad de expresión en Venezuela significa hablarle a la pared, que en nuestro país se impone una revolución autista.