Opinión Nacional

La legitimidad de las alianzas

Comprendemos la reacción en contrario de parte de otros candidatos y partidos. Pero no respaldamos las fricciones y desencuentros que dichas reacciones provoquen. Mucho menos la pérdida de credibilidad en nuestras aspiraciones que podrían inducir. A fin de cuentas, habrá un solo ganador. Y a él deberemos brindarle todo nuestro respaldo. Sin olvidar jamás que el fin último de nuestros esfuerzos es reconquistar la libertad, la concordia y la reconciliación de nuestro pueblo. El adversario no cabildea entre nosotros. Acecha en las penumbras del totalitarismo, del otro lado de la cerca.

Por primera vez tras muchos años de devaneos y desaciertos, la oposición venezolana comienza a gozar de un sólido prestigio internacional. Primero fue el gran novelista mexicano Carlos Fuentes, quien destacó la seriedad de nuestro liderazgo. Ahora ha sido Álvaro Vargas Llosa, en un importante artículo de opinión publicado en el influyente cotidiano madrileño EL MUNDO, quien destaca el notable cambio que advierte en el comportamiento político de la oposición venezolana. Lo importante y trascendental de esas opiniones radica en su ámbito de influencias: los artículos de opinión de Vargas llosa hijo aparecen editados en muy importantes periódicos del continente. Carlos Fuentes disfruta de un muy bien ganado y merecido prestigio. Ambos poseen una gran resonancia.

            Quienes hemos dedicado gran parte de nuestros esfuerzos a tallar el respaldo de organizaciones de la sociedad civil, partidos, sindicatos, parlamentos, academias, universidades  y cancillerías del Hemisferio en el terreno de las relaciones internacionales sabemos cuán laborioso y difícil es lograr el prestigio del que comenzamos a disfrutar. Y cuán fácil, hélas, echar por la borda con un solo gesto y en un solo instante el trabajoso territorio ganado. De allí el orgullo, pero también la preocupación que nos embarga.

            Como bien lo ha destacado el último editorial de Venezuela Analítica, ese logro es resultado fehaciente de la Unidad que hemos logrado consolidar en estos difíciles meses precedentes. La unidad es un valor en sí no sólo para los propios protagonistas, sino para quienes la esperan ansiosamente del lado democrático de nuestros aliados internacionales. Es una prueba de sabiduría, pero también de experiencia; de solvencia intelectual y moral, pero también de pragmatismo y realismo.

            Mas no se crea que la Unidad es un gesto, un ademán, un maquillaje. Es una realidad válida en sí misma. La unidad corporiza la superación de las mezquindades, de las ambiciones, de las diferencias idiosincrásicas. Es la demostración palpable del supremo interés nacional hecho carne en la disposición de todos los protagonistas en darse la mano y juntos alcanzar la meta a que aspiran las inmensas mayorías de nuestro pueblo. En juego no están las parcialidades: está la Patria.

            No obstante, la unidad en democracia no exime ni anula el derecho a postular el beneficio del respaldo mayoritario para un partido, una corriente, una personalidad en particular. Dicho derecho es inalienable y debe ser respetado como primera demostración de la unidad que se predica y persigue. De allí que la decisión del precandidato Leopoldo López y de su partido Voluntad Popular de retirar su postulación y darle el respaldo consiguiente al gobernador Henrique Capriles nos parezca no sólo normal, sino encomiable: coadyuva a reducir la diseminación de las alternativas y refuerza una de las corrientes de opinión en liza.

            Comprendemos la reacción en contrario de parte de otros candidatos. Pero no respaldamos las fricciones y desencuentros que dichas reacciones provoquen. Mucho menos la pérdida de credibilidad en nuestras aspiraciones que podrían inducir. A fin de cuentas, habrá un solo ganador. Y a él deberemos brindarle todo nuestro respaldo. Sin olvidar jamás que el fin último de nuestros esfuerzos es reconquistar la libertad, la concordia y la reconciliación de nuestro pueblo. El adversario no sesiona entre nosotros. Acecha en las penumbras del totalitarismo, del otro lado de la cerca

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