Opinión Nacional

La kalokagatsía de Steve Jobs

Pocas personas amontonan tanta atención a su muerte como Steve Jobs, sin contar la que retuvieron en vida. Porque no se trata de alguien a quien uno meramente admira, una gran escritora, un gran ingeniero, sino que además genera una relación afectiva hacia él y hacia lo que hace, su muerte ha dejado en sus seguidores un vacío que no es el de la muerte de un pariente o un amigo, sino de algo especial que solo él ha producido, porque no era un tipo simpático, ni amable, sino más bien implacable. Es parte de un concepto creado a causa de él: «El campo de distorsión de la realidad». Jobs producía esa distorsión, lo que demostró que no toda distorsión es perversa. Quien tiene un producto Apple tiene una relación especial con él, más allá del fetichismo de la mercancía. Es una declaración, una afiliación a algo, una invitación a pensar diferente, como llegó a decir una de sus campañas publicitarias. Y va más allá de las ideologías estéticas, políticas, sociales. Hay un club tácito de usuarios de Macintosh en todos los campos políticos.

Vaya por delante que Steve Jobs no inventó nada, pero lo cambió todo. O casi. Fue como el Abad Suger, quien tampoco hizo nada, pero cambió la faz de Europa urbana hasta hoy. A Suger se le quemó la iglesia. Hay accidentes felices, porque Suger aprovechó la percepción que tenía de que algo grande estaba pasando en los alrededores de París. Los alarifes estaban cambiando, los vitralistas estaban creando cosas inesperadas, los tallistas igual. Suger los organizó y creó el arte gótico, así como Jobs organizó a ingenieros, diseñadores, técnicos, nerds, artistas para producir lo que produjo.

Recontemos su recorrido profesional:

Contribuyó decisivamente al desarrollo de la computadora personal, pues los intentos que se habían hecho antes de la Apple I fueron bastante toscos y de baja utilidad. Tuvo desde ese primer diseño la idea prometeica de dar el fuego de los dioses a la humanidad. La computadora debía ser divertida, bella, fácil.

Luego vino la divulgación de la interfaz gráfica, que abrió mil caminos, la autoedición porque la computadora tenía tipografía con calidad de imprenta y salió con la primera impresora láser de precio asequible; la fotografía afirmó su rumbo digital; el diseño gráfico halló nuevos horizontes; la computación dejó de ser asunto de sesudos especialistas para ser de todos todos los días, “for the rest of us,” «para el resto de nosotros», que es traducción traidora, porque no es lo mismo aunque no hallo otra. Fue la Macintosh. La manzana era la fruta favorita de Jobs y Macintosh la especie que más apreciaba.

Entre otras cosas porque hizo posible a Internet, que misteriosamente se le pasó por alto a Jobs y a Apple en general, porque habían generado el más primer programa popular de hipertexto: HyperCard, hoy abandonado, pero que hubiera podido ser el primer navegador de Internet. Pero si no hubiese habido computadora personal, no hubiese habido Internet y sin interfaz ni NeXT no hubiera habido Web. Un físico inglés llamado Tim Berners Lee halló una computadora NeXT en el laboratorio CERN en Ginebra, el mismo que cree haber acelerado un neutrino a una velocidad mayor que la luz. Quiso desarrollar un lenguaje de computadora que permitiese hacer trabajos científicos con recursos de hipertexto, imágenes, etc., el HTML. La NeXT era una computadora excelente para programar. Luego esa NeXT fundió su sistema operativo NeXTSTEP con el actual de la Macintosh, el MacOS X, cuando Apple compró la empresa NeXT (‘la próxima’) que Jobs fundó cuando lo echaron de Apple.

Luego vino la revolución del diseño de computadoras con la iMac, de colores, transparente, audaz, loca, enloquecedora. Porque la utilidad de la interfaz de Macintosh está vinculada con su belleza, es la fusión griega entre útil y bello, la kalokagatsía, ‘lo que es bello porque es bueno y es bueno porque es bello’, como el Aula Magna de la UCV. La idea de los iconos, carpetas, etc., es utilísima para entender lo que está pasando en la caja negra de la computadora. Y es divertida, honor y gloria a Susan Kare, la diseñadora gráfica que creó o inspiró las interfaces visuales desde la Macintosh hasta Windows, pasando por NeXT.

Vino la Newton (siempre la manzana), predecesora de la iPad, que Jobs congeló por varios años.

El tándem iPod y iTunes revolucionó nuestro apego a la música. Lo facilitó, lo impulsó, lo volvió sencillo y divertido, porque el placer es parte integral de Apple. Me asignaron un teléfono Sony Ericsson del que me voy a vengar aquí porque es exactamente lo contrario de Apple, difícil, innecesariamente complicado, sádico, torpe. Es que Jobs me malcrió y cuando un producto no es bello, útil y divertido lo execro de inmediato. Ya me compraré un iPhone si alguna proveedora se pone a su altura. La industria de la música tomó un rumbo genial. ¿Cómo respondió Jobs a la copia no autorizada de música, la que llaman «piratería»? No amenazó con llamar a la policía ni limitar el acceso como hacen las torpes empresas disqueras, sino precisamente facilitarlo, vendiendo la música en forma digital a un precio aceptable. En vez de oponerse al curso de las aguas, se alió a él. El mismo fenómeno vale para lo audiovisual, tanto el cine como la televisión han recibido el mismo impacto, con los mismos instrumentos (ver «La llamada piratería» http://j.mp/neDByj).

El iPhone cambió el modo de hablar por teléfono, que es lo de menos, es un medio de comunicación formidable, de información, de articulación, de localización, de diversión, etc. Hay otros smartphones, el BlackBerry es el más famoso y no está mal, pero tiene la misma falta de gusto que Jobs le reprochaba a Microsoft.

Y ahora el iPad, en pleno desarrollo, porque aún no sabemos cuántas cosas va a cambiar ni cómo. Algo vislumbramos, la movilidad, la facilidad, etc. No compite con la computadora, más bien la complementa.

Algunos entonan elogios al capitalismo a propósito de Jobs, yo digo que llegó a donde llegó a pesar del capitalismo, que estuvo varias veces a punto de aplastar a Apple, hasta que la astucia de Jobs lo llevó a explotar al capitalismo en lugar de que lo explotase a él. Hoy Apple está en la cima del capitalismo, pero no del financiero de casino, sino del capitalismo que produce, que trabaja, que enriquece, del que hablaba Marx en el Manifiesto.

Jobs además ilumina esa vieja discusión del papel del individuo en la historia. Algunos sostienen que el individuo lo hace todo; otros que es el colectivo. Edgar Morin, otro genio que define nuestro tiempo, produjo una fórmula magistral: «El individuo está en lo social, como lo social en el individuo». No hay individuo sin sociedad ni sociedad sin individuos. Es más, si nadie sigue a Napoleón o a Bolívar la historia no hubiese tomado los rumbos que sabemos. Si nadie le hubiera comprado sus creaciones, Jobs sería acaso una curiosidad para eruditos (ver «¿Individuo vs. sociedad?» http://j.mp/kNVMAY).

Jobs fue, pues, uno de los genios emblemáticos, tal vez el mayor, de nuestro tiempo. iSad.

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