La justicia de Capriles Radonski
Terminado su cuarto de hora de celebridad, sin discurso social o político alguno, sin trayectoria ni credenciales para mantener un sitial en la palestra nacional, Henrique Capriles Radonsky se aferra obsesivamente a la travesura más morbosa que propiamente infantil de apuntarse presos y muertos-morales en su cuenta para concitar sobre sí las luces de la televisión y el centímetraje de la prensa.
En un artículo publicado en estas mismas páginas, el joven Capriles envía el siguiente mensaje al Fiscal General de la República: Encarcele a Ixora Rojas o diré que usted no combate la corrupción… suerte de chantaje idéntico al que manuvo con la opinión pública entre los tribunales penales de Caracas, la Contraloría General, la Policía Técnica Judicial, la comisión bicameral del Congreso y la propia Fiscalía, organismos a los que consideró como obligados a ejecutoriar inapelablemente su condenatoria apriorística, caprichosa y personalísima en mi contra.
Su cantaleta ignora o esconde otras verdades. Que el tribunal que revisó sus 47 expedientes, sus seiscientos kilos de papeles, que declaró a todos los testigos y ante el cual se movieron todos sus abogados consideró al final que se trataba de una solicitud de investigación, no de un juicio en estricto sentido. Que la Contraloría General de la República, en dos dictámenes de diferentes fechas, lo desmintió a él, pública y formalmente, cuando verificó que en la tesorería de Diputados no faltaba ni un bolívar, contrario a los ciento y tantos millones que él se cansó de decir que estaban perdidos. Que nunca hubo indicios de corrupción, mucho menos de delito de salvaguarda, en todas las instancias administrativas, políticas y jurisdiccionales en las cuales se examinó hasta los litros de agua que se consumieron durante mi gestión como presidenta de la Cámara.
Como abogada con veinticinco años de experiencia, parlamentaria de larga figuración que tiene una extensa lista de leyes y proyectos redactados, yo entendí el drama existencial de Caprilito. El llegó inesperadamente a Diputados, abogado recién graduado, sin experiencia profesional ni docente alguna y por elemental desconocimiento no podía proponer ni redactar ni revisar ley alguna. Pero obnubilado por el poder, quiso fabricar de sí mismo un personaje noticioso, imitando a muchos denunciantes de oficio de otras épocas.
De igual a igual
Desde el principio de su sainete le estuve pidiendo que se despojara de su investidura para que nos viésemos de igual a igual en un proceso penal y civil. El debió constituirse en acusador pvidado cualquier momento del año precedente, pero mandaba interpuestos y contrataba abogados por cuenta del Congreso, sin atreverse a dar la cara. Yo le exigí hasta en una sesión bicameral y con el país de testigo, que me acusara directamente, para poderlo contrademandar en lo penal y civil en cuanto la verdad de las cosas saliera a la luz.
Si Ixora Rojas hubiese cobrado un solo cheque, si hubiera utilizado indebidamente un solo viático, si me hubiera llevado aunque fuese una engrapadora para mi casa, Caprilito lo hubiera publicado hasta en The Washington Post . Si de verás él cursó Derecho Procesal Penal o Derecho Administrativo, ha debido saber que nada de lo que especuló, tergiversó y manipuló durante un año estaba ni está ni estará tipificado como delito de la legislación venezolana.
Pero él pretendió enjuiciarme, condenarme y ejecutarme una sentencia a muerte política y a destrucción moral, constituido él mismo en juez y parte, en un proceso de opinión pública. Artículos, noticias y reportajes de prensa (toda una oficina consagrada a ello en todos los medios del país) y un show que semana a semana presentaba ante diversos escenarios, llegando al extremo de sustraer documentos de los archivos de Diputados para presentar a la prensa los pagos sin su respectivo soporte administrativo.
Partía de la sencilla premisa que él ingresaría triunfalmente a la Quinta República con un historial de presos, cual sheriff heroico del lejano oeste. ¡Demasiada televisión y poco conocimiento jurídico, jovencito! Usted es expresión pura de lo peor que hicimos en la Cuarta República: encaramar gente sin méritos, privilegiar el poder económico sobre la trayectoria humana, irrespetar el liderazgo regional importando diputados, encumbrar nulidades engreídas y pensar que a realazos se podía comprar todo.
En su obsesión, que muestra curiosos síntomas de un complejo de género. Capriles Radonski destruyó la vida de numerosos trabajadores, profesionales y técnicos, a quien él irresponsablemente expuso al escenario y rechazo social, porque el verdadero daño fue a la gente sin capacidad de respuesta, que quedó ‘rayada’ entre familiares y amigos, por las travesuras del niño que quería ser político.
Lo peor es que semejante desubicación le impidió ocuparse de sus verdaderas responsabilidades. Capriles Radonski cargará hasta su muerte con una cuota de responsabilidad personal por la voluntaria rendición del Congreso venezolano. Cuando más falta hizo liderazgo, capacidad de concertación y respuesta él vivía huyendo de los diputados, armando conspiraciones, montando ‘bluffs’ como la demanda ante la Corte y llegó al extremo de negarse a presidir las sesiones extraordinarias del Congreso convocadas en agosto pasado. Ni decir de todos los recursos logísticos de la Cámara que despilfarró en su vendetta personal.
La continuación de su obsesión se explica por la nueva campaña que ahora emprende. Impactado por la probabilística de los juegos de azar (piensa que otro ‘batacazo’ lo puede convertir en alcalde de Baruta) Capriles prosigue ahora su performance. Esta vez piensa llevarse por delante todo el liderazgo social y civil de Baruta y como no tiene ni la mínima idea de lo que es el municipio y sus problemas, arranca el show relanzando la canallada estéril que cantó frenéticamente. Pero el arribismo, en ninguna república, logra presionar a la razón ni al Derecho. Como no da la cara en tribunales, será entonces en los barrios y urbanizaciones de Baruta, junto a la gente auténtica que ha construido ese municipio, allí nos veremos.