La izquierda después de la tormenta
La caída del bloque soviético y el derrumbe en escena del Muro de Berlín, significó para la izquierda más de una década de ocaso. Al empuje del programa de Gorbachov con su apertura, dada en llamar Glasnot y Perestroika, el hombre que supuestamente iba a reimpulsar el socialismo, el cual había sido petrificado desde la época de José Stalin; fue al contrario un paso hacia atrás para el potenciamiento de las luchas populares en contra el capitalismo. Gorbachov y el liberal que lo sustituyó en Moscú, Yeltsin, impusieron el modelo de economía liberal ante la risa de un Fukuyama con su Fin de la Historia y la eternización del sistema capitalista. Se hace necesario precisar estas ideas, para seguir exponiendo el cuadro que debe superar la izquierda; entendiendo por ésta aquella enraizada en el humanismo marxista, que se basa en el análisis concreto de cada realidad histórica y que con base en las correlaciones de fuerzas en la sociedad, debe liderar estrategias y tácticas a favor de los sectores mayoritarios, con un sentido productivo y con carácter liófilo, amantes de la vida, y no de la muerte como pregona el Nieto de Maisanta, con aquello de Patria, socialismo o muerte.
ASCENSO MORTUORIO Y CAÌDA DEL MAL LLAMADO SOCIALISMO EN LA UNIÒN SOVIÈTICA Los liberales en su apogeo y todavía hoy, en el caso de Venezuela desde su Centro de Orientación Económica, hablan de la caída por siempre del modelo comunista. La confusión ha sido tan buena para estos ideólogos, que la gente de izquierda no tuvo ni la hidalguía de refutar tamaña mentira. En el plano local de una entidad federal como el Estado Zulia, comunicadores sociales como los irreverentes de poses, Argenis D” Arienzo y el saltimbanqui, de Juan Carlos Fernández, horadaron las mentes de los sectores populares y medios, con aquello de Democracia sí, Comunismo no. Un aprendiz de economía política, no precisamente marxista, sabe que desde el modo de producción primitivo comunitario, ningún país del mundo tiene un sistema comunista; que significa en apretado resume una sociedad en que no existe la economía monetaria, la preeminencia es el valor de uso de los servicios y bienes, el estado apenas exista como estructura administrativa, no de poder de una clase o grupo sobre la mayoría, y las clases sociales como tales tienden a perder el carácter contradictorio violento de su cotidianidad. Nada de eso asoma por estos lares del Socialismo del Siglo XXI, de Chávez; y en el caso del Bloque Soviético, bien se sabe que la Nomenclatura, no fue más que la clase burguesa por otros medios. La desviación aparece en los primeros tiempos de la revolución de Octubre en Rusia, Lenin convaleciente entiende que el socialismo menos el comunismo se decretan; después de la guerra se encuentra con unos obreros diezmados, muchos integrados en el ejército y para colmo otros tantos acostumbrados a la vida de la burocracia; mientras el pequeño productor tanto agrícola como industrial yacen por el suelo.
El gran organizador tiende entonces a hacer alianza con Trotsky, ambos son del criterio de la necesidad que exige el momento histórico de implantar las técnicas administrativas del momento, reimpulsar la pequeña propiedad, desburocratizar a la masa trabajadora, en sí, planificar el socialismo posible con el monopolio del comercio exterior. La muerte de Lenin le abre camino a Stalin, quien con el asesinato diseñado de Trotsky en México, será el gestor del llamado social imperialismo ruso.
Las diferencias subsiguientes entre un Mao Tsetung y el Kremlin, no fueron más que escaramuzas ante una realidad escamoteada en ambos
mundos: El poder obrero como posibilidad cierta de creación de la sociedad utópica, fue en todo momento diferido; en pro de la casta de militares, burócratas, intelectuales y dirigentes del partido; que aunado a una carrera loca por competir con los mismos criterios del mundo capitalista, trajo décadas de zozobras ante una supuesta tercera guerra mundial. La humanidad dividida en gran medida en dos bloques con ojivas nucleares, conocería la crítica acomodada de una iglesia católica ante el totalitarismo ateo y el mercado deshumanizado. Un bloque autotiltulado socialista logra avances en la producción industrial, nuclear y científica-tecnológica concreta, que ante el costo creciente de un gasto militar imperial, daba como contraste un consumo popular en ascua. La apertura de Gorbachov significa tender un puente a la banca occidental, echar hacia atrás los caballos y hacer que Rusia y sus satélites sucumbieran ante el mercado como la panacea de los problemas sustantivos de esas sociedades; que se expresan en el desconocimiento que hubo de los nacionalismos y su expresión en las guerras que se desataron. No fue el fracaso del socialismo, fue al contrario la caída de un imperialismo sui generis, que impuso la dirigencia soviética en su bloque.
LA CAÌDA DE LA CORTINA DE HIERRO Y SU INCIDENCIA EN AMÈRICALATINA En América Latina las década de los ochenta y noventa significa la renegociación por parte de elementos que habían irrumpido con las armas, como mecanismo para acceder a un poder supuestamente revolucionario. En Centro América grupos como Frente Farabundo Martí, caso del Salvador, después de la masacre infringida por el grupo Arena con el apoyo de las misiones norteamericanas, pasando por los acuerdos de paz, llevan al partido ex guerrillero al poder, con unas propuestas medio liberales. En Nicaragua la guerra que impuso los Estados Unidos, desgasta al partido de Sandinista, que junto a su división; llevan al poder a opositores pro norteamericanos; perdiéndose en el tiempo el proyecto originario, aun hoy con la vuelta del Daniel Ortega al poder.
La ola liberal al calor de su ideología económica y sus congresos gerenciales, los centros de orientación económica y los Chicago Boys como paradigma del hombre y mujer organizador de la calidad en las empresas; nos lleva a la década del noventa caracterizada como década perdida, que significó la vuelta del populismo con careta de socialista.
El populismo comienza a expandirse en el subcontinente. Las medidas económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional, criticadas en exceso por cierta concepción ultrosa de entender el marxismo, dio cabida para el asalto al poder de personajes como Abdalá Bucarán en el Ecuador y el Hugo Chávez Frías en Venezuela. Las tanquetas hacen presencia en Miraflores, el revanchismo de un militar jocoso se hace moda en una población lacerada en su dignidad; el hombre trabaja en oscuridad, jugando con el lenguaje de la izquierda y trayéndose personajes que en el país se identificaron con ésta, caso de los difuntos Pedro Duno y Núñez Tenorio. Al juro de una constitución moribunda se comienza una era populista escenificada en Foros Sociales y Congresos de todo tipo en pro de la humanidad, financiados por la chequera loca de Miraflores. Del Bloque Soviético sólo quedaba las escenas de la furia de una población tumbando el mausoleo de Lenin, en Alemania gente martillando una gran pared, que fue el Muro de Berlín y en la China la masacre en la plaza Tainanmeng, para .loas del discurso democrático en Occidente. El mítico Fidel Castro se retraía en su hacienda, Cuba, imponiendo un plan de reajuste económico ante la pérdida de su financiador, los rusos; la guerrilla colombiana ante el aislamiento comienza a dar traspiés; mas estos dos elementos comienzan a tener cierto respiro con el auge petrolero venezolano, que le sirvió al Nieto de Maisanta para financiarse en sus andanzas.
En este cuadro la izquierda internacional, subregional y local viene de caídas, derrotas, mucho desviacionismo, alianzas improductivas, clara identificación con elementos contrarios al proyecto socialista y en la realidad venezolana se nota un partido comunista y otros, de supuesta orientación marxista en claro apoyo a un sujeto como Chávez Frías, quien no es más que un populista con ropaje de izquierda. Ante la escaramuza de la guerrilla latinoamericana, el reflote fallido de organizaciones como los No Alineados, la llegada al poder de liderazgo con marca supuesta socialista, que en la práctica no ha significado transformaciones sustantivas sin que ello implicara acabar con el sistema de economía de cambio; hace que la izquierda comience a diseñar su proyecto, que debe tener como premisa deslindar para diferenciarse. En el contexto venezolano leo a poco el Acuerdo de Mérida, jefaturado por Douglas Bravo y el flaco Francisco Prada, hombres que supieron dar pelea guerrillera en los años sesenta en el país. La crítica al proceso chavista se enmarca en la realidad; no se olvide que Bravo es uno de los teóricos del socialismo en Venezuela, que ha aterrizado. Como hombre ganado por una salida de la mentira liberal y el populismo de izquierda, pienso que la izquierda como ya se ha referido debe definir un proyecto con clara contrariedad a las posiciones seudo socialista de un Teodoro Petkoff y compañía y el Partido Socialista Unidos de Venezuela. Un país nadando en el excremento, donde la crisis toma ribetes que atentan incluso contra la propia identidad cultural, la tarea no es fácil. No puede ser el clásico enfoque de centro-periferia, de una colonia y un imperialismo eje, una lucha contra los Amos del Valle o Doce Apóstoles, desconociendo la Boliburguesía chavista; un clamor ciego a favor de los sectores populares, por desgracia inmersos en la tozudez, la ignorancia pero también en suma medida ganados por la indiferencia de su momento histórico. Mientras Diego Cisneros celebra sus 60 Años de su organización económica, el gobierno tapa los escándalos financieros, el sicariato toma vuelo, la invasión nacional por colombianos como geopolítica del Palacio de Nariño es un hecho; los cubanos expertos en crear feudos con sus misiones tienen un nicho en el mercado venezolano, por el otro lado los imperialismos rusos y chinos ganan terreno, sin que la balacera deje de detenerse en arenales, calles y urbanizaciones del país. Un socialismo posible debe ser la consigna para comenzar diseñar las estrategias; para ver cómo se vuelve a ganar afectos en una población hoy danzando con su botellita y su vallenato
PARA IR GANANDO LA ESTRATEGIA SOCIALISTA Una las críticas provenientes no sólo de los liberales sino hasta de supuestos socialistas, con el mote de democráticos; es la negación de la democracia que implica el sistema socialista. La práctica histórica al parecer demuestra que estos opositores tuvieran razón. Los ejemplos sobran en la figura de un Stalin, quien muere en el poder, sus seguidores como Nikita Kruschov y el Leoni Brezhnev compensando su libido con su flota de carros Mercedes Benz; en Rumania todavía las imágenes de un Cecessacau, el gobernante de ese país, con su bunker, especie de ciudad subterránea, diseñado para la vida de la familia presidencial y allegados, es una bofetada que infieren los de la acera del frente a los socialistas. En la actualidad el Kim Jon gil, quien a su vez heredó de su padre, Kim II, en Corea del Norte; planifica transmitir el poder a uno de sus hijos, mientras la teoría del Juche no pasa de ser letra muerta. En el Caribe, el mítico Fidel Castro, quien se recupera de su enfermedad, le da el poder a su hermano Raúl Castro. En todos estos casos, se demuestra que los llamados procesos revolucionarios desde su origen, trabajaron para desplazar la participación real y efectiva del pueblo, aislándolo en un mero constitucionalismo o en maratónicas concentraciones públicas. Pero la supuesta negación de la democracia en el socialismo no tiene peso. El desviacionismo explica en gran medida todo, sin descartar las tendencias sicopáticas de ciertos líderes, quienes en el poder finalizan autoproclamándose conductores eternos, refrendado en la carta magna.
Descartado este argumento fallido de los opositores al socialismo, también se trilla el discurso del fracaso de la revolución permanente.
En este punto es necesario recalcar la gran discusión que todavía deben plantearse los teóricos y seguidores del socialismo, de cómo implantarlo en lo concreto. Bien se sabe que el asambleísmo en nada construye, pero que la burocratización de un proceso que se tilda de revolución socialista, de igual modo es la negación del socialismo.
Pienso que los dirigentes socialistas deben pasar de la sustanciosa formación ideológica-política y programática, a la formación en gerencia pública. Una cosa es la tribuna, y otra el día a día de cómo se arma un estado y una comunidad, que quieran dejar en la prehistoria cualquier economía basada en el valor de cambio.
Las arengas contra el capitalismo en el actual contexto, aunque pueden tener su efecto; no puede ser sólo afrenta, especie de manual a lo Marta Hanecker. La confusión mental del hombre y mujer de nuestras sociales es mortuoria. Los valores son los representados por personajes como un Ricky Martin o un Cerati, versión postmoderna de los drop out, los llamados hippies, que bien criticara el filósofo Herbert Marcuse. Un mundo en que el reality show es la moda, una juventud más que boba, indiferente a todo que no sea su celular, su música rapera y regatoniana, consumiendo alcohol en dosis letales y muchos por los caminos de la droga. Juventud en el caso de los varones, que pareciesen que tienen las testoronas perdidas, mientras las chicas, optan por su consumo de vitrina; no es el escenario precisamente para ofertar el socialismo como opción. Donde el trabajo, el estudio, la responsabilidad y la ética, no prima; la propuesta para enamorar un colectivo se hace harto difícil. El escapismo es la nota, jóvenes corriendo a la tarima del cantante del momento, ya en cierta edad madura o en crisis personal, la opción es poblar las iglesias evangélicas y negar la realidad del mundo en espera del apocalipsis según ellos. Enfrentar con creatividad e ingenios ese panorama es otro de los retos de quienes deseen liderar un proyecto socialista.
Creo que el conocimiento de causa para reemprender la utopía socialista en ningún momento debe negar un contexto en que las humanidades son inexistentes, la religión toma negocio en sus diversas modalidades, desde un feng shu e iglesias como Para de sufrir. Una población que encuentra- realidad venezolana- una familia de intelectuales en apariencia de izquierda, que defienden y usan su capital intelectual, para que el aberrado de uno de sus hijos no vaya a prisión, cuando es de todos conocidos que el individuo es un sicópata, que casi mata a una joven meretriz; un cura que muere en un hotel asesinado por su efebo, y hasta un siquiatra, ex candidato presidencial de la república, quien lideró referencia en materia de salud mental del venezolano, resulta que el muy condenado no era más que otro aberrado sexual, quien mata a una de sus pacientes. Una sociedad en vida anómica, en que hasta cosas elementales como la urbanidad y etiqueta son burla y el espacio público está privatizado so pretexto de un desempleo creciente, trae como consecuencia la anarquía de ciudades y pueblos con crudeza, aunado a un presidente con rasgos evidentes de infantilismo, clara inmadurez para gobernar; pero que no es más reflejo de una sociedad enferma, es el reto para los socialista que quieren reemprender la utopía estancada. Por lo que creo que la iniciativa de los integrantes del Acuerdo de Mérida, si bien son un alerta más de que nos estamos hundiendo en el Excremento del Diablo, como lo diría de nuevo, el difunto Don Pablo Pérez Alfonso, noto en ese papel de trabajo el abordaje de lo venezolano con un tinte mesiánico, centrado sólo en la figura de Chávez, generalizaciones sobre una burguesía; sin que se radiografíen actores, procesos y dinámicas concretas, herramientas fundamentales para comenzar a reiniciar la utopía, desde décadas de capa caída