La institución del “loco”
Mi papá decía que una de las instituciones que más fuerza tiene en Venezuela es la del “loco”. A los “locos”, a cuenta de “locos”, se les perdona todo: “Ése es el loco fulano, no le hagas caso”, “aquél es el loco mengano”, “ésas son cosas del loco zutano”, son con frecuencia las frases que eximen de responsabilidad a los fulanos, menganos y zutanos “locos”, que luego de haberle hecho la vida imposible a sus congéneres, por lo general se salen con la suya porque la sociedad misma los exime de culpa.
Traigo a colación estas reflexiones porque hace un par de semanas viví la muy desagradable experiencia de toparme con uno de esos “locos” institucionalizados en un almuerzo de un grupo con el que colaboro: desagradable y patán, grosero y bocón. Su modus operandi es similar al de los exhibicionistas: pretende escandalizar con su conducta. Me imagino que eso debe causarle placer. Si uno lo ignora, cada vez arremete con más fuerza. No me queda duda de que si se le aplicara el dicho de “dime de lo que alardeas y te diré de qué careces”, saldría muy, pero muy mal parado en todos los aspectos. Y “todos” significa exactamente eso: “todos”.
A los pocos días del almuerzo recibí una carta de uno de los asistentes, un caballero en toda la extensión de la palabra, quien me escribió: “Tal como te lo manifestara personalmente, te reitero el sentimiento de incomodidad que vivimos ante las patanerías de un miembro de nuestro grupo, que ya ha convertido en costumbre esos excesos. El mismo viernes por la tarde llamé a “…” y le manifesté mi profunda indignación, solicitándole que la Dirección obre en consecuencia para evitar lamentables repeticiones”. Se desprende de la carta que el señor repetidamente ha sido protagonista de lamentables excesos y patanerías. ¿Hasta cuándo lo soportan?
El General Gómez tenía un excelente método para probar si alguien era en verdad loco. Sostenía que loco, así, sin comillas, era el que comía excrementos. Y si comía excrementos, no había otra salida que meterlo en el manicomio. Porque el lugar de los locos es el manicomio. Me pregunto si este “loco” a quien me refiero pasaría la prueba de comer excrementos. Estoy segura de que no. La prueba demostraría que está perfectamente lúcido. Entonces, se trata de un gran abusador que a cuenta de que ha vuelto su “locura” una institución, hace lo que le da la gana. Lo que es inadmisible es que se le siga invitando, se le siga tolerando, se le siga perdonando.
Nadie “normal” tiene el derecho de abusar de la paz y la paciencia de sus semejantes. Los mejores aliados que tienen esos “locos” es la sociedad que les permite actuar de esa manera. De modo que cuando se encuentre con uno de ellos, no se lo cale. Yo advierto desde ya que no estoy dispuesta a calármelo más nunca. ¡Apliquémosles sanción social a los “locos” institucionalizados!