Opinión Nacional

La independencia no es negociable

Venezuela es un país independiente porque así lo
quisieron sus habitantes. Es un país libre porque así
lo quisieron sus ciudadanos y, por lo tanto, es un
país que debe mantener las formas democráticas porque
así lo demanda la mayoría. Cuando hablamos de formas
democráticas no hablamos de la unidad de poderes sino
que, precisamente, de todo lo contrario, de la
separación de ellos, los cuales no pueden ni deben
influirse los unos a los otros; la unidad de la nación
se basa, precisamente, en esta premisa de Rousseau
quien manifiesta que la separación de los poderes
públicos garantizan la unidad territorial y la unidad
política de una nación. Veamos el caso del Reino
Unido: allí conviven galeses, escoceses, ingleses,
maneses e irlandeses del norte bajo una bandera y un
parlamento, una monarquía constitucional (más que nada
simbólica pero que representa la unidad del reino) y
todos, absolutamente todos representan la
independencia de los poderes constituidos. Es más,
allí no existe una constitución y el país se norma, se
rige, por medio del derecho consuetudinario; en otras
palabras allí «la Ley es la ley porque es la Ley» y
ésta puede ser solo revertida o cambiada por decisión
judicial o de la Cámara de lo Lores (véase el caso
Pinochet).

En Venezuela, existe el derecho escrito y normado a
través de una Constitución, la cual en muchos casos es
letra muerta (juicios amañados, persecución contra la
libertad de expresión, irrespeto a las normas del
Banco Central, irrespeto a los derechos humanos, etc.

Aquí se prepara una monarquía «constitucional» por
medio del alargamiento del «mandato presidencial
hasta que la muerte lo separe del cargo (así son las
monarquías republicanas de Siria, Libia, Corea del
Norte, Cuba, etc., lo malo de esto es que en Venezuela
la Constitución no lo permite; pero, ¿a quien le
importa?
Estas aberraciones son vistas en el extranjero como
muestras de debilidad jurídica y de corrupción legal.

Eso permite que el país sea atacado por flancos que se
consideran débiles, tales como la compra de
armamentos. ¿Acaso Venezuela se mete en la compra de
armamentos de otras naciones? Por ejemplo, Chile es el
país que más armas compra en Sudamérica ¿alguien lo
critica?
Debemos reconocer, moros y cristianos, oficialistas y
opositores que el país está en su derechos de elegir a
sus amigos en el plano internacional, a armarse como
le dé la gana mientras no pase por sobre el tratado de
Tlatelolco; es decir, mientras no caiga en la
tentación de fabricar bombas atómicas o ayudar a otros
países a hacerlo.

En materia de relaciones exteriores, si bien es cierto
que muchos amigos están considerados por la ONU como
naciones o países terroristas, no es menos cierto que
el terrorismo tiene varias caras. Por ejemplo, las
FARC son terroristas y son atacadas por EE.UU. y la
Unión Europea; pero, el IRA irlandés también lo es y
¿quiénes lo financian?
Aquí la cuestión es más bien ética. Qué es mejor
comprar cañones o mantequilla. Ese ha sido siempre el
dilema de la economía y por lo tanto se crea otra
interrogante ¿Son los cañones usados para el control
de la población? (Ver a Maltusse); es la mantequilla
para alimentar y hacer que la población viva más.

La cuestión no es moral porque en política exterior
eso no se usa. Si así fuera, no habría guerras, ni
zancadillas, ni insultos. La cuestión es simplemente
ética: ¿armas u hospitales? ¿Armas o pan? ¿Armas o
educación? Esos son los dilemas, pero eso lo
solucionan los venezolanos y nadie más ni EE.UU., ni
Cuba.

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