La imposibilidad de indagar
Consabida la jornada, resulta inaceptable no sólo la tardanza en la emisión de los resultados comiciales, sino la propia de indagarlos contrastando la opinión de los principales titulares de los órganos del Poder Público. Proceso automatizado y mil veces ejemplificado, en una democracia participativa y protagónica, se hace inexcusable hábito el de esperar a altas horas de la madrugada para conocerlo, bajo el silencio capcioso de quienes más bulla hacen en la ciudadela política.
Un jefe de Estado que se tenga por tal, no emplea una red social para convocar a sus seguidores a Palacio, a menos que – nuevamente – diga de un “jaqueo” de su cuenta. Seguidores que, desalentados, conocedores a fondo de las cifras de sus tormentos, esperaban regresar a casa prontamente, como en efecto hicieron, desobedeciendo el llamado.
Ya diversos y contradictorios los análisis electorales en ciernes, aunque todos deben incluir el tiempo transcurrido desde el anuncio o la promesa hasta el de la noctámbula y efectiva divulgación de los resultados. Silencio absoluto en las cumbres del poder establecido, incertidumbre en los cuadros del oficialismo, nos referimos a un lapso que no estuvo libre de especulaciones, pues ¿hubo la tentación de darle un golpe a la voluntad popular?.
Nos referimos a la doble anomalía de un sistema que requiere de válvulas urgentes de corrección: no es posible la inmediata indagación de pareceres, opiniones o gestos decisivos, por ocurrentes que sean, como los de un bullicioso jefe de Estado, quien se aisló convirtiéndose casi en un extraordinario agente de la zozobra. Y también a la nada inocente circunstancia de una votación popular que no se refleja fielmente en la composición de las instituciones, diseñados artificialmente los circuitos para el favorecimiento del chavezato.
Por fortuna, la oposición democrática tiene el temple y la madurez necesarísimas para afrontar las circunstancias, como lo demostró. Y el futuro consenso tendrá que hacer los ajustes indispensables para que, por ejemplo, el poder legislativo, eminentemente poder popular, real y verdadero, refleje con absoluta fidelidad la voluntad de todos los venezolanos.