La Hora Once
1.-
Hace diez horas se fue la luz.
La semana pasada el presidente Chávez se curó en salud del mal de las
nacionalizaciones––el deterioro indefectible y galopante de los
servicios––, denunciando por adelantado los planes saboteadores que
los organismos de seguridad ya han detectado en la Cantv.
Imagino que se refería a una falla que durante Semana Santa incomunicó
selectivamente el teléfono de mi oficina y el de mi casa. Llamabas
desde la casa a mi oficina y sonaba ocupado; llamabas desde mi
oficina a la casa, y también sonaba ocupado.
El resto de los teléfonos estaban accesibles, menos los que más
interesan a la familia. Al llamar a atención al público––¿tan rápido
se han reconvertido en saboteadores al servicio del Imperio?–– te
decían que se trataba de una «problema en la plataforma.»
En el más mejor estilo del burócrata cuya ineptitud no sabe qué
decirte y te arroja una oscura expresión «tecnicosa»– una tecniquería,
las llamaba Unamuno–– a manera de tenteallá. Para acallarte. Sólo el
lunes pasado dieron con la solución al problema. Pero volvamos a la
advertencia que hizo el Máximo Líder.
Desde luego, lo de los saboteadores es una engañifa más que procura
que, si al alzar el auricular escucha usted ruido de interfencia, un
mariachi de arañitas cantoras o algo así como un reggaeton lejano que
se mezcla a una indiscernible y perezosa conversación de salón de
belleza, no culpe usted, como ya se hace por ahí, a la nacionalización
de la energía eléctrica, sector estratégico donde los haya, sino a los
infatigables enemigos, extranjeros y domésticos, de esta revolución
pacífica pero armada.
Hace diez horas se fue la energía en nuestro sector de Colinas de
Bello Monte y, aunque parezca una impertinente propensión
intelectualista, decidí volver a llamar la atención del lector––en
especial del chavista que se dice ilustrado, si es que todavía tengo
lectores así––sobre un húngaro admirable llamado Janos Kornai.
Normalmente, en estos casos, uno abre la nevera y constata, después de
diez horas, que el servicio de luz y fuerza sigue interrumpido y,
pavlovianamente, profiere una ecuménica mentada de madre. A mí, que
soy un individualista pequeñoburgués que se piensa liberal de centro
derecha, me da por pensar en Janos Kornai.
Janos Kornai no es un electricista ni está al frente de área alguna de
la nacionalizada compañía de energía eléctrica. No es nadie a quien
pueda llamar para quejarme o solicitar el envío urgente de una
cuadrilla de ténicos. Más abajo , espero, si la batería de mi laptop
da para ello, poder asomarle al lector quién fue Janos Kornai.
2.-
Por lo pronto, a todos en este hogar nos preocupa qué diablos va a
pasar con lo que hay en el freezer. El pescado, por ejemplo. Qué va a
pasar con los filetes de dorado, comprados a precio de oro, que
atesoramos desde antes de Viernes santo como si de las joyas de la
novia de Príamo se tratase.
Mi esposa, que es mujer de talante indoblegable, ha salido a caminar
como lo hace muy temprano todas las mañanas. Pero hoy ha tenido que
añadir varios pisos de escaleras a su ruta diaria porque hace diez
horas se fue la luz y los ascensores no funcionan.
Una mesa de perforación petrolera funciona con energía que, cuando yo
era niño, era provista por una planta eléctrica alimentada con gasoil;
hoy las mesas de perforación son relativamente sofisticados ingenios
que operan con energía eléctrica de alta tensión. Lo mismo pasa con
las llamadas «casas de producción», con los oleductos, con las
refinerías. Por supuesto, cada unidad tiene mecanismos de alimentación
de emergencia, pero no puedes saber si funcionarán hasta que no se va
la luz.
En todo ello pienso esta mañana al cumplir diez horas sin energía
eléctrica. Se trata de una experiencia inequívocamente cubana, como
turnarse con miembros de nla familia en la cola de media libra de
tasajo de caballo mensual por hogar.
Usted dirá que soy un amarguete y un pesimista y que tengo un cerebo
que funciona como el de Stephen King, pero desde que mi mujer me
informó al rayar el alba que todavía no había regresado el servicio
viene a mi mente a cada rato una de las peores pesadillas que he
vivido en estado de vigilia:la interrupción del servicio eléctrico
mientras me hallaba a bordo de un elevador a cielo abierto, en San
Salvador de Bahia. Nueve horas llevaba mirando alternativamente el
Atlántico sur, las puertas, la «guaya» y el cabestrante trabados del
añoso elevador concebido por monsieur Gustave Eiffel. Los helicópteros
de los bomberos y la prensa mosconeaban alrrededor cuando una tormenta
eléctrica se formó en horizonte y avanzó hacia el elevador. Dejo en
suspenso el final; otro día les cuento cómo es que estoy vivo y aquí.
3.-
Pienso también en los quirófanos de las muy expropiables clínicas
privadas; pienso con malsano regocijo en alguien del alto gobierno que
esté siendo sometido a un cateterismo–– una angioplastia, por
ejemplo–– y se va la luz y el servomecanismo suplidor de emergencia no
arranca. Pienso en el metro, en la red de semáforos. Pienso en cosas
así.
Hago una pausa para hacer pipí. Al regreso, maquinalmente, abro la
nevera para servirme un vasito de jugo de naranja y constato que ya no
es propio hablar de diez, sino de once horas sin servicio eléctrico.
Menos mal que la cocina funciona a gas y puedo colar café, mientras no
falte el gas.
Recuerdo ahora otro anuncio espeluznante y es el de que la industria
petrolera va a estar ahora en mano de «cooperativas» como las que se
les ofrece constituir a los trabajadores de Cantv y, quizá
probablemente, también a los de la empresa de energía eléctrica. Toda
la imaginería de formas de producción autogestionaria «alternativa»
que embobece a esa izquierda pelele del militarismo chavista y que el
director de este diario bautizó atinadamente como «borbónica» comienza
a materializarse.
Hora de explicar, al cabo ya de varias semanas en Tal Cual, porqué
este espacio se llama «distopias». Pero, ¡ay!, entre tanto divagar con
lo de las once horas sin luz, he agotado también el espacio para el
camarada Kornai. Quede para la semana que viene. Distopias o Kornai,
lo que ocurra primero.
Si hay luz; desde luego, y no se nos va el gas.