Opinión Nacional

La hora de la autocrítica

Don Sebastián Francisco de Miranda, miembro por derecho propio del pentágono, pentaedro o pentagrama que junto a él conforman Andrés Bello, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y Simón Rodríguez, los cinco hombres más grandes de nuestra primera historia patria, fue quien con mayor acierto, precisión y consición logró definir la característica principal del ser venezolano: bochinche, bochinche y mas bochinche. Fue Miranda la víctima más conspicua de ello en los primeros años de nuestra emancipación. Y hoy, 195 años después de tan infausto sacrificio, los venezolanos continuamos inmersos en un soberano bochinche. No sabemos aun, y quizá nunca lo sabremos, cuanto nos costó el último capricho de la enferma mente de quien por voluntad de una circunstancial mayoría de bochincheros, desgobierna nuestro país desde 1999.

Aunque ésta afirmación enerve la susceptibilidad de mucha gente, quisiera que alguien me explique como puede llamárseles a quienes votaron en el 98 por Hugo Chávez, sí diez años después de haber asumido la Jefatura del Estado, de haberse relacionado con casi todos los mandatarios y dignatarios del mundo, de haber visitado mas de cien países, aun no es capaz de comportarse como una persona decente. ¿Cómo sería antes de recibir tan determinante experiencia de vida? Sólo se me ocurre que el hombre del neandertal sería el único elemento de comparación posible.

Por lo que, con el debido respeto para quienes pudiesen sentirse irrespetados por éste criterio que expreso aquí, no tengo la menor duda en calificar de bochincheros e irresponsables a quienes con una insensatez incuantificable votaron por él en 1998, y mucho mas a aquellos poderosos, que haciendo mal uso de los recursos de los que disponían, pusieron en sus manos todos los medios posibles para triunfar y se dedicaron a minar y desprestigiar el sistema político que con sangre, sudor y lágrimas nos legaron nuestros padres y abuelos a partir de 23 de Enero de 1958. La desmedida ambición de poder y dinero movió a muchos magnates a aupar a Chávez, y en poco tiempo, con amargo arrepentimiento pero con abultadísimas ganancias, han debido enfrentarse decididamente con el FRANKENSTEIN que ellos mismos construyeron.

El 2 de Diciembre de 2007, al igual que en la misma fecha 55 años antes, el bravo pueblo venezolano repitió su comportamiento y se pronunció contra la consolidación de una tiranía, ayer esa decisión pudo ser burlada, hoy no pudo serlo, aunque el empeño no cesa. Analistas bochincheros, de pacotilla o de agua dulce afirman que el gobierno ha sido derrotado y que la oposición ha obtenido una victoria clamorosa, y sin embargo omiten el hecho de que a pesar que gobierno y oposición han manifestado conformidad con los resultados electorales, una inmensa cantidad de venezolanos desconfía de las cifras que le han sido presentadas, porque de ser ellas reales, se cerniría una sombra de duda muy grande sobre las elecciones de Diciembre de 2006, ya que en nuestra historia política ningún gobierno ha perdido en el corto lapso de un año el 40 por ciento de su caudal electoral. 3 millones de votos o están desaparecidos en 2007 o fueron colocados artificialmente en 2006. Cuando digo que ni el gobierno perdió esa votación, ni la oposición la ganó, es sencillamente porque lo que estaba en juego allí era aprobar o rechazar una reforma constitucional ilegítima, grotesca, alucinada y alucinante que pretendía llevar a Venezuela a encadenarse, a sacrificar su libertad, a devolvernos a los tiempos de la guerra fría, del totalitarismo comunista, a una involución antihistórica inaceptable en tiempos de la globalización, y justo cuando el mundo moderno se acerca a la libertad ilimitada . Ese despropósito fue rechazado tanto por chavistas como por opositores, pero ni a los «analistas» ni al gobierno, ni a la oposición al parecer les interesa decir la verdad, y se pretende seguir en el bochinche donde el Presidente hace gala de sus escatológicos efluvios verbales y en la oposición presenciamos un aquelarre de cadáveres insepultos que pretenden cobrar una victoria que nadie les ha otorgado, y los nuevos actores, engolosinados por la borrachera que les causa la súbita fama, se creen tocados por la Divina Providencia y poseedores de la verdad y de la querencia del pueblo. En vez de continuar la orgía del bochinche, debemos decretar la hora de la autocrítica.

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