La gravedad del momento
Andrés Velásquez ha prevenido respecto a la posibilidad inminente de un grave estallido social. Le asisten muy buenas razones. En Bolívar, estado que conoce posiblemente como nadie en el país, se agudizan las contradicciones hasta niveles insospechados. Lo mismo sucede en otras regiones del país. Ver a masas descontentas protestando a las puertas del Capitolio se ha convertido en folklore cotidiano. El precario ensamblaje del partido de gobierno estalla bajo las presiones de los diversos grupos que lo componen, y que van desde la ultraizquierda tupamara hasta oportunistas sin color político ni más ánimos que el aprovechamiento y el saqueo. La conformación de las listas de los candidatos a las próximas elecciones parlamentarias ha dejado una herida que nadie estará en capacidad de cicatrizar. Faltando una causa redentora a la que asirse y conscientes de los abusos, desmanes e iniquidades que acontecen en las altas esferas del gobierno, los postergados estarán rumiando su rencor y alimentarán, sin duda, el fuego de las disensiones. Si ello acontece en la esfera del oficialismo, en la de la oposición las cosas no marchan de mejor manera. A la profunda brecha que separa a los electores de los partidos que bien pueden ser calificados sin temor a equívocos de formar parte de una “oposición oficialista”, se unen las contradicciones intestinas entre los partidos mismos. La prepotencia de AD, COPEI y PJ empujó a la llamada Izquierda Democrática, a la Causa R y a Bandera Roja a los aledaños de la marginalidad. Proliferan las listas paralelas. La unidad es una esperanza rota. De allí que aunque en el trasfondo del país bullan los conflictos y crezca el descontento, no se vean perspectivas de cambio a una situación que estabiliza la disgregación y profundiza el caos. En la mente del caudillo debe rondar la idea del bonapartismo: surgir como el hombre por encima de las circunstancias, capaz de saltar al vacío sin temor a las posibles consecuencias. Es lo que permiten entrever las desquiciadas medidas expropiatorias, el asalto a la propiedad privada y la radicalización del proceso. Comienza a moverse de lleno en el terreno minado de los altos intereses económicos y ataca de manera irracional y aventurera el último bastión de la institucionalidad democrática. Procede siguiendo el viejo patrón de los asaltantes políticos de su especie: doblando la apuesta, estirando la cuerda, empujando hasta el acorralamiento. Arriesga así lo ganado por lo por venir, sin advertir que se adentra en lo oscuro. Pueda que de esa forma esté cavando su propio abismo, pues si bien las fuerzas políticas de una oposición decadente y pusilánime están exhaustas y las emergentes aún no están en capacidad de asumir el liderazgo que les corresponde, el país se sostiene sobre los sólidos cimientos de un empresariado que no va a entregar el fruto de un esfuerzo nacional al primer aventurero que se le ocurra apropiárselo. Es el mensaje que deja entrever la declaración del presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza. Es el lenguaje que demandan mayoritariamente los venezolanos. Puede ser el lenguaje del futuro.