Opinión Nacional

La globalización

El vocablo globalización se aplica de manera extendida a realidades y fenómenos de naturaleza distinta. En nuestro caso, vamos a referirnos a él como un proceso nuevo, aunque de viejas raíces históricas, de carácter fundamentalmente económico y que tiene su mayor expresión en dos dimensiones empresariales: la comercial y la productiva. En efecto, sólo en 1960, es que comenzamos a escuchar el término “multinacional” aplicado a aquellas empresas que, luego de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a expandir sus actividades productivas y comerciales en el exterior, invirtiendo de manera directa, creando en consecuencia, a lo largo de unos cuantos años, un conjunto de empresas filiales que era menester controlar y armonizar sus políticas dentro de una visión de conjunto que, inevitablemente, debía propiciar y provenir de sus respectivas casas matrices. Como bien lo precisan Miclethwait y Wooldrige; es a partir de los años 90 del siglo XX que:

“…las multinacionales comienzan a actuar como verdaderas organizaciones integradas, en lugar de una liga de compañías nacionales afiliadas que tenían en común, compartían, un mismo nombre”

Por su parte, más frecuentemente, el término globalización se refiere a la diseminación mundial de facilidades y procesos productivos que producen una nueva división internacional del trabajo. En este sentido, una nada despreciable cantidad de autores e investigadores de la globalización están de acuerdo en que la misma se aplica a la diversificación de las finanzas, inversiones, producción, gerencia, ventas, empleos, información y tecnología que cruza, atraviesa fronteras nacionales, y debido a su mayor eficiencia, los competidores que actúan en diferentes entornos, ponen en práctica variables y políticas económicas que tienden a transformarse en prácticas y normas globales de actuación en el ámbito empresarial. En este sentido, el controversial empresario Georges Soros no equipara a la Globalización con “el desarrollo de mercados mundiales y el crecimiento de corporaciones transnacionales con su creciente dominio sobre las economías nacionales”.

En una línea de crítica académica en contra de la actuación y conducta de las corporaciones globales, Jerry Mander, en un difundido artículo titulado The Rules of the Corporate Behavior, expresa lo siguiente:
“El principal factor que determina la conducta corporativa tiene que ver más con las estructuras que con la gente que trabaja…Las principales reglas o normas que rigen la conducta de las corporaciones globales están relacionadas con estos asuntos:

• La rentabilidad como imperativo.

• El crecimiento como requerimiento.

• Competencia y agresividad.

• Amoralidad.

• Jerarquía.

• Cuantificación linealidad y segmentación.

• Deshumanización.

• Explotación
• Efimeridad y movilidad.

• Oposición a la naturaleza.

• Homogeneización”.

Muchas de estas afirmaciones de Mander y de otros investigadores han convertido a las corporaciones o empresas globales, ejecutoras por demás de la Globalización comercial y productiva, en blanco de ataques y comentarios en contra de su manera de actuar y proceder, de una lógica empresarial que tiene como prioridad a la propia empresa, en detrimento de otros actores como pueden ser sus trabajadores, su país de origen o los países huéspedes de sus inversiones directas.

En este mismo orden de ideas, Sitiglitz confirma que:
“los críticos de la globalización acusan a los países occidentales de hipócritas, con razón: forzaron a los pobres a eliminar las barreras, pero ellos mantuvieron las suyas e impidieron a los países subdesarrollados exportar productos agrícolas, privándolos de una angustiosamente necesaria renta vía exportaciones…”

Durante la década de los setenta del siglo pasado se dedicaron innumerables estudios para denunciar los efectos económicos y políticos de las empresas multinacionales/globales. Desde entonces, algunas reglas de conducta han sido modificadas, otras, las fundamentales, continúan vigentes, ofreciendo un caldo de cultivo propicio para las criticas antiglobalizadoras .

En este sentido, como bien lo constatan Daniel Yergin y Joseph Stanislaw:

“La palabra Globalización, acuñada hace aproximadamente una década, se ha convertido en una descripción más que familiar del proceso de integración e internacionalización de las actividades y estrategias económicas. Sin embargo, el término ya ha sido superado por los hechos. Paulatinamente, veremos emerger una realidad. Éste no es proceso sino una condición, un estado: una globalidad, una economía mundial en la cual las fronteras tradicionales y conocidas son desbordadas o se tornan irrelevantes.”

Mucho menos tajante en sus apreciaciones sobre el carácter destinista, teleológico, de la Globalización es Michel Camdessus, ex–Presidente del Fondo Monetario Intenacional, (F.M.I), quien, en una entrevista realizada por la revista Foreign Policy y reproducida en El Nacional de Venezuela del 27 de Agosto de 2000, muy probablemente desde lo tanto visto y experimentando durante sus trece años en el F.M.I.,comenta :

“La Globalización no es el destino de la humanidad. Pero sí creo que el destino de la humanidad se desarrolla en sí mismo en el marco de esa prolongada tendencia de unificación del mundo. La Globalización es sólo la aceleración de ese proceso. Esto no es un artículo de mi fe religiosa; es una observación histórica que nos conduce a tomar muy en serio el fenómeno, con sus oportunidades y sus riesgos. Pero no ver en la Globalización oportunidades para unir más a la raza humana, trabajando unidos por la prosperidad común, es como boxear con una mano detrás de la espalda”.

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