La gasolina sin plomo y el etanol
El tetraetilo de plomo fue el aditivo que proporcionó por muchos años el octanaje que requería la gasolina para evitar el común pistoneo, pero en los años setenta se descubrió que la inhalación de los gases de combustión con este componente tenía efectos negativos para la salud. Desde entonces se comenzó a reemplazarlo con otros aditivos que proporcionaran los niveles de octanaje requeridos sin los efectos negativos del uso del plomo. En Venezuela estamos llegando tarde, pero llegando al fin, al reemplazo del tetraetilo de plomo.
Los compuestos que proporcionaban estas características a las gasolinas eran los llamados oxigenados, entre los cuales el más popular fue el MTBE, el cual se produce mediante la reacción del metanol con isobutileno, pero también el ETBA y el TAME, todos ellos derivados del petróleo. En Venezuela, inclusive, producimos estos productos. Ésta fue la solución general hasta que, en los años noventa, se descubrió que el MTBE podría tener propiedades cancerígenas. Sin que esto se haya probado concluyentemente, la decisión más sabia resultaba tratar de reemplazarlo. Por ello los oxigenados han sido prohibidos en muchas partes, la vanguardia ha sido California y se ha extendido a más de la mitad de los Estados Unidos, y la tendencia es que estas prohibiciones aumenten hasta reemplazar totalmente su uso.
Sin entrar en la polémica sobre los oxigenados, quiero destacar que en la actualidad el producto de moda para brindar el octanaje requerido sin producir, hasta el momento, efectos nocivos para la salud es el etanol, el cual puede obtenerse tanto del etano, derivado del petróleo y el gas natural, como de la destilación de la glucosa contenida en muchos vegetales. Esto ha hecho que sea el combustible de moda, ya que se puede combinar su producción con planes de desarrollo agrícola. En particular en nuestros países tropicales se piensa en el desarrollo de la caña de azúcar. En tal sentido, hay proyectos para iniciar la producción de etanol a partir del azúcar al menos en Colombia, Perú, Ecuador, El Salvador y ahora en Venezuela.
Hay muchos antecedentes sobre el uso del etanol, pero entre ellos vale la pena destacar el caso de Brasil. En los años ochenta se inició en ese país un programa de sustitución de gasolina por alcohol, más para disminuir la dependencia del petróleo que para proporcionar el octanaje. Esto llevó al uso de un combustible llamado Proalcohol, con un alto contenido de etanol. Razones no energéticas, como usar la producción de azúcar para aumentar el empleo en el campo y frenar la migración rural-urbana, hicieron que Brasil mantuviera estos programas fuertemente subsidiados.
Pero en las últimas dos décadas Brasil ha aumentado su producción petrolera hasta casi eliminar la dependencia extranjera y, en paralelo, ha ido reduciendo el uso de etanol por razones económicas, ya que el etanol tenía un precio de mercado de más del doble de la gasolina.
Sin embargo, la nueva pasión por el etanol y el aumento de los precios del petróleo han revivido en Brasil los programas de etanol, en los cuales es toda una potencia. Líder mundial en su producción y en la del azúcar, con 350 millones de toneladas anuales (recuérdese tan sólo que la meta de la revolución cubana, que jamás logró, eran 10 millones). Brasil dispone de infraestructura para la producción, transporte y exportación de etanol, junto con un know how, que le permiten mantener la supremacía, si no mundial, al menos en la región.
Con estos antecedentes, sería conveniente que en Venezuela analizáramos con prudencia la conveniencia de lanzarnos a un programa extensivo de producción de azúcar y etanol, ya que no será fácil competir con una potencia como Brasil y podríamos estar creando una nueva dependencia, más cuando tenemos alternativas con derivados del petróleo que sí es nuestro fuerte.