Opinión Nacional

La estúpida BBC

El programa maratónico “Aló, Presidente” que dirige Hugo Chávez se ha convertido en un estorbo para su régimen. Aquel entusiasmo que levantaba en sus inicios ha desaparecido. Hoy sólo es seguido por los funcionarios que están obligados a calarse semejante castigo y por los fanáticos chavistas que no tienen algo más divertido en su agenda dominical.

Quizás quienes se sientan allí por seis horas o más -como parte de su tarea burocrática- para aplaudir y reír, cuando el guión lo ordena, se repiten mentalmente, a manera de mantra, algo parecido a: “Todo sea por lo que estoy robando. Todo sea por lo que estoy robando”.

No hay otra explicación racional posible. En esas cuentas que saca la mente humana debe estar anotada como inversión la asistencia a la feria de los domingos. Convertirse en foca que aplaude a rabiar para gloria del caudillo debe traer su réditos.

Por más que queramos borrar a Chávez de nuestra vida, allí está, en el poder. Y el poder lo ejerce con la palabra, desde la televisión. Entonces, algunos deben sacrificarse para contarnos cuál fue su última “boutade” o instrucción (cómo le gusta llamar a sus ocurrencias, evitando decir que son simplemente órdenes que da un jefe militar a su tropa).

El diseño originario de “Aló, Presidente” buscaba un supuesto intercambio libre de información con el público oyente y televidente. Las llamadas telefónicas han ido desapareciendo y siempre han sido acordadas, todas. Nadie puede soñar con llamar al programa y ser atendido espontáneamente. Así, Chávez cerró una posibilidad de ser informado por el venezolano común de cómo va su administración.

Los periodistas extranjeros tienen mayores posibilidades de asistir al show. El mismo delirio ególatra que lo ha llevado a comprar 5.000 millones de dólares de deuda argentina para ser ungido su salvador financiero, lo hace enviar remesas a medios extranjeros complacientes como Le Monde Diplomatique o montar una televisora (Telesur) para promover los movimientos políticos hipotecables por la chequera que camina por América Latina. Pero también se ve obligado a recibir a contados periodistas que no han sido bien aleccionados por el Ministerio de Información y Comunicación, mejor conocido como de Propaganda.

A veces “Aló, Presidente” logra remontar su débil promedio de audiencia. Ocurre cuando el locutor deja de mostrarse dicharachero para revelarse energúmeno y le da por insultar a un camarógrafo, a algún ministro de su gabinete, a algún presidente latinoamericano, a Bush, a algún secretario general de la OEA o a un periodista. Es entonces cuando un aburrido televidente llama a sus amigos y les dice que prendan el televisor para que vean al hombre (actor consumado) “como está de bravo”.

Hace unos meses vejó a un periodista brasilero que le preguntó por la multa de 50.000 dólares impuesta al diario Tal Cual por un artículo humorístico. Ahora ha insultado a un periodista de la prestigiosa British Broadcasting Corporation (BBC) por hacerle una pregunta sencilla y hasta ingenua. John Swenney, después de haber visto una pequeña parte de los centenares de miles de viviendas precarias de Caracas, preguntó: “¿Por qué gasta el dinero del petróleo venezolano en el exterior y no en Venezuela?”. Chávez reaccionó destempladamente: “Esta pregunta sólo se le puede ocurrir a un estúpido”, para después rematar: “La pregunta es una estupidez y no voy a contestarla porque no contesto estupideces y si respondiera sería también un estúpido”.

Ese es el demócrata Chávez que desde hace años no se deja entrevistar por periodistas independientes venezolanos. Sólo da declaraciones a los del patio que no repregunten ni incomoden.

La BBC es paradigma de imparcialidad y con el fenómeno chavista ha sido en extremo cuidadosa. Cuando alguno de sus análisis no se muestra del todo aséptico es porque ha tenido alguna inclinación a favor del gobierno o las propuestas de Chávez. Nadie puede inculpar a los periodistas de la BBC de agentes del imperio, funcionarios de la CIA, mercenarios pagados con el inexistente dinero de la oposición o de cualquier otra de las falsas y repetitivas acusaciones que hacen Chávez y sus adulantes a quienes los enfrentan.

Quizás este insulto a un periodista que hizo una pregunta obvia ayude para que la prensa internacional observe con más detenimiento los verdaderos problemas de Venezuela. Que pueda ver la inseguridad personal, el desempleo, la inflación más alta de América, la destrucción de Pdvsa, la corrupción que carcome nuestro petroestado y no sólo la fraseología que, a pesar de su agresividad, logra aplacar la mala conciencia de antiguos colonizadores.

Que la opinión pública internacional, en especial la BBC, pueda enfocar la gravedad de la nueva Constitución que quiere imponer Chávez, violando todas las formalidades, mostrando su voluntad de destruir derechos fundamentales como la propiedad privada y de eliminar lo que queda de democracia.

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