Opinión Nacional

La espada de Bolívar y el AK-47

1. El obsequio protocolar favorito de Hugo Chávez es la llamada «espada de Bolívar», a su vez un obsequio protocolar que el Congreso Constituyente del Perú confirió al Libertador por el tiempo en que este comandaba un ejército colombovenezolano de ocupación de la subregión andina. El vicario de Bolívar entre los mortales, Hugo Chávez, la ha concedido a gente impresentable y malhechora como pueden serlo Robert Mugabe y Muammar Gaddafi. El último reconocimiento ha sido para el general Mijáil Timofévitch Kalashnikov, con motivo de sus noventa años. El buenazo Kalahsnikov es el inventor del fusil de asalto AK-47, el más exitoso del siglo veinte. Un catastro muy respetado del número de armas de guerra que andan rodando por el planeta es el que regularmente hace el Small Arms Survey, publicado por la Oxford University Press.

Dicho catastro estimaba hace ocho años la circulación mundial de armas de guerra de la llamada «familia Uzi», de patente israelí, en unos diez millones.

La de la familia FN-FAL, de origen belga, en un orden que iba de los 5 a los 7 millones de unidades.

La de la famillia H&K (HecklerKoch), notablemente su fusil de asalto «G3», en unos 7 millones y, finalmente, las de la familia M-16, estadounidense, también en unos 7 millones.

(Lo de «familia» es una convención referida al hecho de que parte del negocio «legítimo» está en licenciar patentes para la fabricación de armas.) Con esas cifras en mente, considérese que el máximo estimado de fusiles AK-47 en circulación en todo el planeta para aquella fecha rozaba las ¡100 millones de unidades! Y el mínimo andaba por los 70 millones. Una fracción muy elevada de esa circulación se debe al comercio ilícito, practicado no sólo por particulares, sino también por los gobiernos de muchos países.

2.

En 1941 se libraban fieras batallas entre la Wehrmacht alemana y el Ejército Rojo soviético. En octubre de aquel año, un joven sargento de blindados, egresado de una escuela de mecánica automotriz para tanquistas, fue gravemente herido en el curso de sangrientos combates ocurridos en la región de Bryansk. El joven sargento era el hoy recipendario de la espada de Bolívar.

Durante una licencia de seis meses que le fue concedida para su recuperación, Kalashnikov dio en diseñar un «sub-metralladora» cuyo prototipo fabricó él mismo en diversos talleres y depósitos del Ejército Rojo, contando siempre con el apoyo de sus superiores.

Hagamos de un cuento largo uno corto: los sucesivos prototipos del arma automática ligera ideados por un sargento «todero» llamaron la atención de A.A. Blaganorov, un tecnólogo de la era soviética, especialista en el campo de las armas de fuego.

Blaganorov se las apañó para sacar del servicio activo al sargento autodidacta y, a partir de 1942, lo puso a trabajar a tiempo completo y en las mejores condiciones posibles, en un laboratorio de desarrollo de armamento. Le habían impresionado vivamente la inventiva innata del Kalashnikov y el modo en que había resuelto por sí solo complejísimos problemas técnicos.

En 1947 estuvo listo el modelo básico definitivo el AK-47, por «Avtomat Kalashnikov», año 47 que siguen los cien millones de fusiles que, con o sin licencia, han sido fabricados por millones hasta la fecha.

Desde 1949 se convirtió en el fusil reglamentario del Ejército Rojo. Kalashnikov llegó a ser, andando el tiempo, general del Ejército Rojo y Diseñador General de Armas Cortas del Ejército Soviético.

3.

El colapso de la Unión Soviética no significó el colapso de Mijáil Kalazhnikov, quien ha vivido desde 1949 en Izhevsk, su pueblo natal bielorruso, muy cerca de donde están las primeras fábricas de armas que llevaron su nombre.

Del mismo modo que el colapso soviético no representó el fin del mundo para el antiguo oficial de la KGB Vladimir Putin, el nonagenario pero todavía vivaz Héroe del Trabajo Socialista, antiguo sargento tanquista, ocupa un puesto en el directorio de un poderoso consorcio de asquerosas empresas capitalistas.

Al desplomarse la economía socialista en Rusia, el negocio de los armamentos ha visto disputas legales tan feroces como las que pudiera promover Wall Street por la posesión de patentes. En 2002, Kalashnikov tuvo que querellarse en tribunales rusos contra dos fabricantes locales por la patente original que, al cabo, le fue reconocida a Izhmash, la empresa en cuyo directorio Kalashnikov tiene un lugar prominente. Inmediatamente después, Izhmash se puso al frente de una campaña legal en todo el mundo, pues su prototipo se fabrica desde hace 30 años en docenas de países, pero sólo unos pocos han adquirido la licencia.

La India, por ejemplo, cuya industria estatal de armamentos produce millones de fusiles AK-47, motivó una demanda de Izhmash que aún está en litigio. Izhmash calcula las regalías burladas por la India en 18 millones de dólares.

Hace pocos años, Kalashnikov en persona contrató un «pool» de los más sagaces abogados de Washington para intentar una demanda contra el gobierno gringo: la «Autoridad Provisional» en Irak, apoyada por EEUU, estaba comprando AK-47 «copiados» para el ejército iraquí, sin pagar regalías.

Recientemente, el gobierno ruso abrió concurso para dotar de un nuevo fusil a su ejercito. Las empresas Izhmash no ganaron la licitación y ,en lo sucesivo, el fusil reglamentario ha sido el AN-94.

Pero el AK-47 sigue siendo el favorito de las guerrillas y de los grupos irregulares trabados en guerras «de baja intensidad» en todo el mundo. La sencillez de uso y la durabilidad de su diseño son un incentivo para falsificarlo en estos tiempos de piratería globalizada en los que ningún CD lanzado al mercado está a salvo. Los precios del AK-47, tanto de los originales como de los fabricados sin licencia, fluctúan notablemente. El trabajo de Hartung y Stabl, mencionado más arriba, habla de disparidades elocuentísimas que sugieren que el precio del AK-47 «sigue» al mercado.

«En zonas de conflicto que fueron inundadas de fusiles AK durante la Guerra Fría, éstos se venden por unos pocos dólares, por ganado en pie o por comida», señalan Hartung y Stabl. En otros territorios, donde este comercio está más regulado, los precios se elevan. «Debido a que la mayoría de los AK disponibles en el mercado son de `segunda mano’, pues fueron parte de inventarios de la Guerra Fría, el grueso de los beneficios va a los traficantes e intermediarios, y no a los fabricantes originales», añaden.

En la India, en 2006, una unidad valía 3.800 dólares. En Uganda te daban uno por 86 dólares, mientras que en Colombia las FARC pagaban 800 dólares por unidad.

Desde el 27 septiembre pasado, la empresa enfrenta la quiebra pues las versiones no autorizadas han hecho que las ganancias hayan caído de diez mil millones de dólares en 2007 a sólo tres mil quinientos millones en 2008.

«Me hubiera gustado inventar algo así como una podadora de césped», se ha oído lamentar al inventor del arma automática más letal del siglo XX.

Le queda el consuelo de haber obtenido la espada de Bolívar.

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