Opinión Nacional

La energía esotérica versus la verdadera

Existen numerosas actividades humanas que afirman ser capaces—en alguna misteriosa forma sobrenatural—de sentir, manipular, usar, transferir, etc., energía “positiva”, “negativa”, “benigna”, “maligna”, “creadora”, “destructora”, “sanadora”, “curativa”, y otro largo etcétera, para a cambio de una módica suma o donación, ritual o sacrificio, hacer que quienes consultan a estos “expertos” en energía esotérica, logren cualquier cosa que ellos deseen (buena o mala).

Las técnicas de los manipuladores de esta energía esotérica van desde los lectores del Tarot, la imposición de manos o reiki, las lecturas y limpieza de auras, el feng shui, los exorcismos, la sanación de enfermedades curables por la medicina moderna—o no—sin olvidarnos de la larga lista de “terapias” que involucran desde aromas y danzas hasta todo tipo de actividades supuestamente psicoterapéuticas, para lograr que cualquier persona salga de sus penurias económicas, mentales o emocionales, y comience; desde cero, una nueva y próspera vida.

Todas ellas son a hundred percent bullshit (pura paja) heredada de nuestro primitivo pasado mágico-religioso, durante el cual la humanidad entera “estaba absolutamente segura” de que el mundo, la vida y los acontecimientos; ordinarios y extraordinarios, eran gobernados por espíritus invisibles—algunos de los cuales; curiosamente, pueden ser hoy en día, fotografiados, filmados, grabados o “detectados” por algunos de la amplia gama de adminículos electromagnéticos y digitales a nuestra disposición.

Esto se fundamenta en el hecho; de que para el ser humano común no debidamente entrenado en ciencias, la palabra energía invoca en su mente algo tan misterioso como los antiguos espíritus invisibles.

Pero nada más alejado de la verdad. La energía es algo tan concreto y diáfano, que Albert Einstein, fue capaz de resumir a todas sus numerosas manifestaciones en una simple ecuación: E = mc2 (la Energía contenida en cualquier forma de materia, es una cantidad igual a la masa de esa materia, multiplicada por la velocidad de la luz (c), elevada al cuadrado. (La velocidad de la luz—en el vacío—es de 300 mil kilómetros por segundo).

Es decir, Cualquier materia, desde casi todas las partículas subatómicas que componen a una molécula de aire, a un grano de arena, a un insecto, a una hoja de una planta, o a un ser humano, contiene inmensas cantidades de energía—compruébelo al convertir su masa (su peso corporal ajustado por la influencia de la gravedad) multiplicándolo por la cantidad que resulte de multiplicar; a su vez, 300 mil por 300 mil (90.000.000.000 = 90 millardos o 90 mil millones).

Y esa energía puede manifestarse en muy numerosas formas diferentes—algunas visibles y / o audibles o ser capaces de ser olidas, palpadas o degustadas—y otras no. Como por ejemplo la energía solar, electromagnética, eólica, mecánica, térmica, ultravioleta, sónica, geotérmica, potencial, química, nutritiva, etc.—es decir, podemos verla en la forma de un rayo, escucharla en la forma de un trueno o de un concierto de una orquesta, banda, grupo musical o instrumento de música, olerla cuando la luz ultravioleta purifica el agua de nuestros grifos en un purificador de ozono, palparla al rozar levemente un cable “pelado” que conduce electricidad, o degustarla en la forma de pimienta, mostaza, albahaca, o un chile mexicano—y sentirla cuando subimos muy alto el volumen de cualquier equipo de reproducción de sonido o rasgamos nuestras uñas sobre un pizarrón—o sentirlas cuando somos alcanzados por la onda expansiva de un petardo o bomba nuclear, cuando convierten; respectivamente, a la pólvora o al material fisionable, en energía pura—pero somos incapaces de percibir con nuestros sentidos sensoriales, a ciertas formas de energía, como los rayos X, con los cuales nos hacen radiografías, o a los rayos gamma a los que están expuestos los astronautas cuando realizan caminatas espaciales en el exterior de sus naves o estaciones extraterrenales.

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