La Educación que necesitamos
Cuando uno mira en conjunto los problemas de la educación en todos los niveles, cae en la cuenta de que estamos muy lejos de la razonable meta que nos pone la Constitución: educación de calidad para todos hasta los 18 años (por lo menos) y con financiamiento garantizado, lo que hoy no está ni siquiera al alcance del 20% de los venezolanos. Si de los más pobres se trata, la inmensa mayoría queda fuera del sistema educativo antes de terminar una pobre escuela básica. No nos interesa discutir quién tiene la culpa y es inútil el cuento de que «antes no, pero ahora sí”, pues no se lo cree ni el propio cuentista.
La dura y triste realidad de nuestra educación en cada uno de los niveles se resiste a toda propaganda y a todo operativo y misión, y nos pone frente al dilema: o tiramos la toalla diciendo que esto no tiene remedio y que los venezolanos estamos condenados a renunciar a las metas constitucionales educativas (sin las cuales quedamos pobres y atrasados como país y como personas), o alguien con coraje y clarividencia convoca a todo el país a elevar radicalmente la calidad educativa y la prosecución escolar. En este caso habrá respuesta y éxitos, y, no lo duden, la respuesta será plural, creativa y multitudinaria.
Uno quisiera que éste fuera el espíritu, el corazón y la estrategia de la nueva Ley Orgánica de Educación. Si por el contrario, se confunden los objetivos y se piensa que lo fundamental es el control partidista y la indoctrinación “socialista”, está garantizado el fracaso y el profundo y destructivo enfrentamiento educativo que dividirá más a fondo a la nación.
Por eso nos parece de máxima oportunidad el librito de apenas 30 páginas, titulado ”La educación que Venezuela necesita. Aportes para el diálogo”, publicado recientemente como fruto del trabajo y consultas de una docena de instituciones católicas con buena, y larga experiencia y responsabilidad educativa. No se trata de propuestas para la educación católica, sino para toda la educación nacional. Tampoco es un manifiesto opositor, sino un esfuerzo para rescatar y aplicar los principios educativos contenidos en la Constitución y en las mejores prácticas que ya han cosechado éxitos. Es una verdadera invitación a un gran Acuerdo Nacional Educativo donde el único enemigo es la mala educación, aquella que excluye a los más pobres, y la que rechaza la iniciativa y la creatividad plural, rebajando así la calidad hasta el nivel del fracaso personal y nacional.
No basta con que algunos curiosos lean individualmente este libro. Venezuela, antes de que sea tarde y se apruebe una Ley negativa, necesita reflexionar y discutir de manera amplia y plural. Éste es el mejor material que conozco para servir de guía para que en diversas instancias y sectores se lleve una discusión que llegue a conclusiones y propuestas. En nuestra opinión hay pocas cosas más urgentes y necesarias en este momento y más trascendentales para el futuro de la educación y de la sociedad venezolana. Esta debe ser una labor entusiasta de padres, educadores, estudiantes universitarios y profesores en los próximos seis meses, en todos los niveles y con apertura a todas las tendencias. Todos los centros educativos, sean oficiales, privados o sociales son de educación pública.
Si para abril de 2008 hay un millón de venezolanos que han leído, discutido, reaccionado y formado su propio criterio sobre lo que queremos en educación y el modo de lograrlo, la educación del país entrará en una nueva fase de esperanza y l ogros compartidos.
Esta guía tiene dos páginas cuyos títulos lo dicen todo: “Educación con inclusión y calidad” y “Educación como bien público necesario para todos”. Bien público irrenunciable, no es lo mismo que bien estatal; es aquello que todo venezolano por serlo debe tener, y la sociedad plural y su Estado le deben garantizar. Los padres, la sociedad, el Estado, los educadores y el gobierno sumados y combinados pueden producirlo, pero enfrentados, fracasarán sin duda alguna. Cualquier intento de excluir y apropiarse partidístamente de esta tarea común, fracasará, y continuaremos con una educación de tercera categoría, sobre todo para los pobres.
