La doble imposibilidad
Los venezolanos estamos secuestrados por un sistema político confrontacional que no deja respiro. ¿Será necesario desmarcarse de él, no como evasión sino como búsqueda atinada de una vía que dé sentido al mar de inconformidad que se vive al detal en esta olla a presión que constituye nuestra obstruida realidad? Porque si a ver vamos el estilo violento de guerra civil de intensidad relativa que ha sido impuesto desde el poder militar como un plan fríamente calculado, les ha gustado a sus progenitores. Y es que le han visto el queso a la tostada y por eso es difícil especular que saldrán por la puerta de enfrente, democráticamente, para dar paso a otra alternativa que tardará, ¿cuánto?, en poner al país a tono con lo que pudiera considerarse genéricamente como “la civilidad”.
Adobados desde el gobierno para una guerra de larga duración y sin fecha de expiración previsible, la oposición, a veces a gusto, a veces a su pesar, no ha hecho sino responder al estímulo de manera biológicamente previsible pero políticamente equivocada. El estilo además de absorbente e invasivo ha sido copiado y convertido en ejemplar en el sentido de arquetípico. Aquí tenemos Chávez de lado y lado y etcéteras ni que decir. Y no es que piense que no debe existir una oposición dura, radical diría, que el gobierno merece y busca, pero en su necesaria lógica ha dejado de ser suficiente y las pruebas están a la vista.
Diez años de idéntico gobierno y de la mismísima oposición, crisis por doquier pero al detal y a todos los niveles, malestar general pero aún manejable con las aspirinas derivadas del petróleo y de la concomitante corrupción, más las debilidades exhibidas por las partes involucradas, constituyen la doble imposibilidad política de Venezuela, el nudo que hasta ahora nadie ha podido desatar. De seguir esto así durará para rato lo que ocurre mientras el país se desguaza en terapia intensiva sin horizonte definido que no sea el de la inmediatez noticiosa que si fulano, que si mengano. Meras biografías inconclusas sobre climas pendientes.
Se hacen esfuerzos del lado democrático; a qué negarlos. Pero desde mi baranda de papel y en perspectiva de propiedad horizontal en jaque, miro hacia abajo y percibo en miopía una rabia que por desuso y a falta de factores que la reúnan se ha convertido en desencanto. De allí que uno sienta que hay que repensar lo político, pues la acción política siempre bajo presión, no da tiempo o respiro para el pensamiento crítico sino para el error y la búsqueda de los milagros, como el golpe de Estado por ejemplo. La lógica inclemente de la política conlleva a la equivocación; su majestad radicaría en convertir a las derrotas en ideas claras. Por eso es que no es malo el momento, aunque sea árido el territorio, para proponer un debate en el que evaluar el futuro previsible de la acción política en el país que se ubique más allá, no sin ellos, de Chávez y de la oposición. Un salto al vacio me imagino dirán pero de eso se trata.