Opinión Nacional

La descomposición cultural del chavismo

Lo que algunos ingenuos militantes de la utopía bolivariana nunca imaginaron –tal vez por la febril ceguera que les condiciona su inamovible “verdad” dogmática- se les estrella en su rostro con irrecusable evidencia: los fundamentos éticos-políticos de la pretendida “revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI” hacen agua por doquier. Es que “hasta el cielo se cansa” –como diría el título de un poeta monaguense malogrado en el tránsito del Gólgota que supone la construcción de la sociedad igualitaria que obtusamente se empeña en imponer la élite autoproclamada vanguardia iluminada del partido socialista unido de Venezuela.

En esta aciaga época de “pudrevales” y de no sé cuántas miles de toneladas de comida podrida, en este tiempo histórico de laxitud de la ética socialista donde no ser parte de la institucionalizada subcultura de la corrupción equivale a formar parte de una especie de “ejército industrial de pendejos”, la cultura no escapa al trepidante tremedal que sacude los cimientos de la maltrecha venezolanidad y de lo que hasta hace 11 años se entendió por republicanismo democrático. En verdad el apellido, o el adjetivo si usted lo prefiere, es lo que menos importa.

Como dice la sabiduría popular: “lo que está a la vista no necesita anteojos”. Todo se ha venido a menos; instituciones otrora brillantes por su impecable gestión en pro del engrandecimiento espiritual de nuestra nacionalidad son hoy blanco del más fiero ataque tendiente a su asfixia financiera con inocultable mira a su aniquilamiento o desaparición. Antiquísimos galardones, premios, concursos y reconocimientos creados con el noble propósito de enaltecer la enjundia creadora de los mejores y más eximios hijos de Venezuela los vemos hoy naufragar en medio del estercolero destructivo que deja a su paso una fulana “revolución socialista” que sólo ha sabido sembrar odio y rencor social entre los habitantes de esta patria que hace denodados esfuerzos por no dejar de serlo. Egregios poetas, brillantes ensayistas de primera fila del panorama cultural hispanoamericano, grandes narradores de singular voz y resonancia continental han muerto en medio del más ensordecedor silencio por parte de quienes, por mandato constitucional y por elemental decencia republicana, deberían honrar sus inmarcesibles nombres, trayectorias y obras que dejaron tras de sus fructíferas vidas consagradas a la forja y creación de una extraordinaria sensibilidad e identidad colectiva. No cabe duda; la estética chavista, si es que es pertinente tal oxímoron, rinde culto a la tanatocracia, esto es, el imperio de la muerte, cual “arcoíris” nigromántico proyectando rayos mortuorios desde su mefítica consigna que identifica los propósitos civilizatorios de la élite gubernativa: “patria socialismo o muerte”.

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