Opinión Nacional

La democracia y Chávez

En una reciente declaración, el Presidente Chávez dijo lo siguiente: “Llamo a los venezolanos a radicalizar nuestra revolución. Debemos alejarnos de las ideas de que la política es el arte de lo posible, o que hay que buscar el consenso, que si es posible hay que llegar a acuerdos. Nunca nos aceptarán….. no hay caminos de entendimiento.” Coincido en que la política no es sólo el arte de lo posible, porque nos condenaría a un escepticismo castrante. Por eso, Arístides Calvani, uno de los Maestros de mi juventud, decía que la política es el arte de hacer posible lo deseable. Sin embargo, en el resto de la declaración, Chávez evidencia que su visión de la democracia carece de elementos esenciales de la misma. La democracia además de elecciones limpias y periódicas y la existencia de las libertades de expresión, reunión y organización, requiere la existencia del Estado de derecho, donde las voluntades del gobernante y del pueblo están limitadas por el “imperio de la ley”. En democracia, la mayoría no puede violar las libertades civiles y las garantías que protegen a las minorías y a los individuos. Debe existir una verdadera separación entre los poderes del Estado y los militares deben ser apolíticos, obedientes y no deliberantes, porque son los depositarios de las armas de la nación. La democracia para funcionar razonablemente, debe asentarse en una “cultura política” en la cual: “diálogo”, “tolerancia”, “negociación” y “consenso”, sean buenas palabras. La lucha política democrática es agonal y no existencial, porque hay adversarios que superar y no enemigos que aniquilar. Las críticas deben ser “ad argumentum” y no “ad personam”, en otras palabras, se atacan las opiniones pero se respeta la persona del adversario. La democracia no se reduce a la voluntad de la mayoría. Hitler, Mussolini y Napoleón III, “el pequeño”, fueron elegidos y mantuvieron, por mucho tiempo, el apoyo de la mayoría de sus pueblos. Sus regímenes no fueron democráticos sino dictaduras plebiscitarias. Desafortunadamente, la concepción que el Presidente tiene de la democracia “participativa”, recuerda demasiado la participación “regimentada” de los movimientos nazi-fascistas. La relación, sin intermediarios, del Caudillo con “su pueblo”, la reelección presidencial indefinida, el irrespeto y la exclusión total de la oposición y una Fuerza Armada, que está dejando de ser una institución nacional para convertirse en instrumento del régimen, nos separan claramente de las democracias civilizadas

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