La decisiva influencia de Giordani, por ahora
Ningún fracaso disminuye la influencia de Giordani sobre Chávez, a
quien no ha salvado de ningún atolladero, pero Chávez lo escucha
reverentemente.
Ambos son amigos sinceros. Giordani no gana ningún concurso de
popularidad, hace chistes malos; no inventó bonos como hizo Tobías
Nóbregas para que después del paro petrolero Miraflores pagara las
nóminas. Jugando dominó, Merentes confesó que Giordani manda a pesar
de que hunda las casas de bolsa. Hubiera sido bueno que Giordani no
fuera un monje laico.
Chávez adora a Giordani. Lo considera honesto, algo tan raro en su
entorno como un oso polar nadando por el Guaire; sus funcionarios no
resisten tentación alguna. Lo aprecia desde que lo aconsejaba sobre su
tesis de grado en la Universidad Simón Bolívar. Es duro, un estudioso,
un filósofo; quizá por esa razón se empecina en sus errores. Con su
profesor, Chávez conversa en las madrugadas, por ese camino al final
del cual todos saldremos reventados. A Giordani, igual que a Alí
Rodríguez, lo apoyan los cubanos. Giordani denunció a los socialistas
con Ferrari; a los días, los bolibanqueros huyeron o terminaron en
prisión.
Por 1970, Giordani escribía El proyecto del MAS, libro publicado por
la Universidad Central de Venezuela. Ingeniero, profesor del Cendes,
compartía las ideas de los estructuralistas, hoy una simple
curiosidad.
Amigo de Fernando Henrique Cardoso, que después sería exitoso
presidente de Brasil, ambos daban clases en el Cendes.
Ese ejército de contenedores con alimentos podridos acaba con
cualquier convicción socialista, habrían sido descubiertos enseguida
si el centralismo brutal no condenara a Venezuela a esos desastres. En
Puerto Cabello el olor a podrido se sentía a un kilómetro,
estibadores, funcionarios, visitantes del puerto notaban esa montaña
de contenedores, pero sólo cuando el mal olor abarcó todo el país
Chávez tomó una decisión. Todo está concentrando en Miraflores, todo
funciona mal.
Miraflores ordena pavimentar las calles y autopistas de Venezuela,
nadie se atreve a decirle ahora a Chávez que frente a San Agustín, por
la autopista Francisco Fajardo y por la avenida Francisco de Miranda
los aguaceros acabaron con el pavimento.
En cambio, en viejas obras de la cuarta república como la Cota Mil el
pavimento sigue igual.
Por televisión, Chávez presenta como una hazaña producir aceite Diana,
habla de montar panaderías en los barrios tricolor. Nadie lo
contradice y esa noche conversa con Giordani sobre las peculiaridades
únicas del modelo cubano, la experiencia tremenda que representa hoy
Venezuela. Los dos creen que cada país busca su propia vía hacia el
socialismo; es decir, se empobrece de una forma única e irrepetible.
Giordani le recuerda la maldad del capitalismo, le habla de esa época
dorada en que un hombre nuevo, desinteresado, trabajador, impedirá que
se pudran los contenedores; pero le recuerda que estamos en un proceso
de transición.
Falleció Sergio Ruiz, gran dibujante que trabajó en España, Cuba y
Venezuela; en Lunes de Revolución, el Pitirre fundado por Carlos
Franqui, La Codorniz y Gaceta Ilustrada. Ilustraba la última página
de Exceso . Pudo irse a Estados Unidos, prefirió morir y vivir 40 años
en Caracas, sin dejar un sábado de visitar el Gran Café.